La particular bitácora de lecturas de textos clásicos que viene realizando nuestro colaborador habitual, Rubén Triguero, se detiene en esta ocasión en uno de los libros más importantes para entender los cimientos del pensamiento ecologista y la oposición a la opresión desde el estado, Walden de Henry David Thoreau, texto que proyecta una sombra más vigente sobre nuestros días de lo que muchos suelen pensar.
«Aquí está la vida, un experimento que aún debo realizar, y de nada me sirve lo que otros hayan hecho. Si poseo alguna experiencia que considere de valor, estoy seguro de que mis mentores no dijeron una palabra de ella.»*
En 1844, el filósofo Ralph Waldo Emerson adquiere un terreno alrededor de Walden Pond, ubicado en Concord, Massachusetts. Conocedor del interés de su amigo Henry David Thoreau (Concord, 1817 – 1862) en establecerse en la naturaleza para experimentar la vida más allá del ruido de la ciudad, pone el terreno a su disposición. Este elige una de las orillas del lago para asentar su nueva residencia, una cabaña de unos 13 metros cuadrados. Ahí daría comienzo la redacción de Walden, y la experiencia sería tan profunda, que tras la vida en los bosques, su pensamiento evolucionó, desembocando en la redacción y posterior publicación de «La desobediencia civil». Sus ideas y reflexiones han influido en movimientos sociales reivindicativos, en el ecologismo y en personalidades de la talla de Martin Luther King o Mahatma Gandhi, entre otros.
Walden, una de sus obras capitales, es el resultado de los dos años, dos meses y dos días que el autor pasa en la cabaña. Dividida en 18 capítulos, Thoreau nos habla de su día a día en mitad del bosque, de la construcción de la cabaña, de la economía que le permitía subsistir, de todo lo prescindible, de los animales y las plantas o del propio Walden Pond, el gran lago que forma la parte central de un todo, el centro de la vida en mitad del bosque.
Sus largas caminatas donde observa la naturaleza, le sirven para reflexionar sobre la vida, la naturaleza o sobre el ser humano civilizado. Heredar una granja, meterse en empresas para acabar endeudado o la ambición desmedida, no conducen sino a un estado de semiesclavitud en el que se termina viviendo por y para el trabajo: «La mayoría de los hombres vive vidas de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperanza»*.
La economía para la supervivencia en los bosques también es de gran importancia, y mucho más cuando es mínima, cuando apenas se dispone de un puñado de monedas que, no obstante, sirven para adquirir todo lo necesario para poder subsistir: herramientas de trabajo, grano para sembrar, algunos materiales, etc. Siembra maíz y frijoles, recolecta alimentos del bosque, recoge leña… Mediante un trabajo moderado logra una independencia y autosuficiencia económica que le permiten el suficiente tiempo libre para caminar entre los bosques, conversar con sus visitantes o con los granjeros vecinos. Y también tiempo para leer y escribir, porque el tiempo, considera, es uno de los pilares de la vida, un valor incomparable, insustituible.
«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentándome sólo a los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, no fuera que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido.»*
Su ascetismo se extiende a todos los ámbitos de su existencia. Es imprescindible reducirlo todo a lo estrictamente necesario, contar con demasiados objetos tiene una serie de connotaciones negativas: limitan el espacio del hogar, hacen que el cuidado y la limpieza lleven más tiempo, es costoso: «si tengo que arrastrar mi carga, cuidaré de que sea ligera y de que no se me clave en parte vital alguna»*. La cabaña está siempre abierta a visitas, y a menudo se detienen personas que pasaban por allí, amigos de Concord o desconocidos y admiradores que lo visitan.
«Es llamativa la facilidad e insensibilidad con la que tomamos un determinado camino y lo convertimos en un sendero trillado.»*
Además de las grandes hazañas, el autor comenta algunos pormenores, como la llegada del invierno y la aparición de decenas de personas, con carros, que literalmente, se llevan trozos congelados del lago para mantener sus bodegas en la ciudad; el agricultor vecino, rudo, de ideas fijas, que también, a su manera, puede enseñar grandes cosas sobre el funcionamiento de la vida. Y por supuesto, también narra la archiconocida anécdota: aquella ocasión en la que se niega a pagar impuestos, y es encarcelado durante una noche. Anécdota que encierra en sí toda la filosofía de la resistencia pacífica y que fue el germen de La desobediencia civil.
Algo más de dos años después de iniciar su aventura, su amigo y mentor, Emerson, tiene que partir de viaje y le pide que se mude con su familia para que los acompañe durante su ausencia. Es entonces cuando Thoreau finaliza definitivamente su experimento y abandona su cabaña junto al lago, su vida en los bosques.
Leída en la actualidad, la obra puede parecer un tanto ingenua, alejada de la contemporaneidad, pero no obstante, entre sus páginas existe no solo una forma singular de ver el mundo que nos rodea, sino una contraposición a la velocidad y la obstinación con la que se mueve la sociedad civilizada. Y es en esta actualidad, con toda esa vorágine de consumismo compulsivo, cuando más necesario se hace este pensamiento, cuando más necesarias son obras como esta.
«Un único y sencillo chaparrón basta para que la hierba adquiera una gran variedad de verdes. De igual forma, nuestras esperanzas pueden brillar gracias al influjo de un único pensamiento mejor. La alegría debería consistir en vivir siempre en el presente.»*
* Textos extraídos de la edición de Walden, de Henry David Thoreau, traducida por Marcos Navas García, que publicó la editorial Errata Naturae en 2013. La lectura pertenece a la undécima edición, impresa en diciembre de 2017.
Rubén J. Triguero (Sevilla, 1985) reside en Madrid desde 2012 y trabaja como programador informático. Ha publicado la colección de relatos Si sale cara (Boria ediciones, 2018) y ha participado en los proyectos: Versos al paso y Llévate un poema a casa.
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de Henry David Thoreau,
leído por Rubén J. Triguero”
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