Una vez más la edición en castellano evidencia sus anteojeras a la hora de elegir textos que traducir. Pinget, un autor prolífico e interesante, contaba con apenas tres libros traducidos, los chilenos Hueders se han lanzado a traducir uno que ya había sido traducido. Esta tendencia a convertir a los autores en figuras de un solo libro resulta un tanto deprimente. En todo caso, que se trate de Pinget y de Alguien justifica toda recurrencia. Ahora sólo falta que se lancen a continuar traduciendo sus demás libros.

 

La primera edición de la novela Alguien (Quelqu’un) se publicó en 1965. Con ella, Robert Pinget obtuvo el Premio Fémina. Un año más tarde, en 1966, el sello español Lumen, se encargó de traducirla a nuestra lengua. Desde entonces, su obra (exceptuando El inquisitorio y Señor sueño) permanece casi desconocida.

Editorial Hueders ha quebrado ese burdo hiato poniendo a Alguien nuevamente en circulación, esta vez, en una nueva y, sobretodo, heroica traducción realizada por Santiago Espinosa. El adjetivo no es gratuito. Pinget (1919-1997) desarrolló un estilo que utiliza todos los recursos poéticos de la lengua, llevando al extremo un peculiar esfuerzo de objetivación. Sus 14 novelas y 11 obras de teatro, sin olvidar los libros de ensayo y de notas, constituyen acaso los experimentos más radicales del Nouveau Roman (léase en especial: Sarraute, Simon, Robbe-Grillet, Ollier, y Butor). Por lo que descifrar ese pulso (su excéntrico encanto) y extrapolarlo a nuestro idioma sin perder una pizca de sentido, no es poca cosa.

Se trata de una novela tan singular como desafiante. Un hombre, administrador de una pensión en el campo, pierde un papel en el que apuntó algo. Es de este modo como elabora una búsqueda que le consume todo el día… Pero describirla en términos convencionales resulta imposible. ¿Busca Pinget únicamente la descripción de la realidad psicológica? Insisto, nunca sabremos bien qué es lo que verdaderamente pasa en Alguien: si pasa todo, si no pasa nada, o si pasa la nada. No en balde la propuesta de Pinget, con frecuencia, se la vincula con la de su amigo y colega (también en la fotografía), Samuel Beckett. Presente, pasado y futuro se entremezclan en el relato para crear la atmósfera de un laberinto asfixiante: la mente del narrador (¿su autor?). El fluir de su conciencia. Esto incluye, desde luego, los personajes que somos ante los ojos de los otros, los sentimientos convencionales que creemos sentir y los que revelamos a los demás. Por momentos, la banalidad de su monólogo tiene un objetivo: observar la integración y desintegración de la personalidad en el mismo individuo. Así, todo se mezcla. Pequeñas reacciones, emociones, sentimientos: un estilo en el que –a menudo- se agrupan oraciones ilógicas (esgrime un uso muy personal de la puntuación), enunciaciones sin mucho sentido, expresiones indefinidas. Ácido e irónico, Pinget entreteje complicadas interferencias espacio-temporales. Indaga en estas páginas –como en toda su lúcida obra-, la renovación de las técnicas narrativas (no hubo libro suyo donde no haya intentado desvincularse de la fórmulas de la novelística tradicional).

Alguien, como cabal “antinovela”, confirma principalmente que: 1. Se puede escribir prescindiendo de argumentos. 2. Hay que desconfiar de la intriga comprendida como mecanismo sine qua non. 3. La narración no debe ser siempre lineal. Pero a diferencia de la nouveau roman que ejerció esa objetivación desde la percepción visual, Pinget selecciona, casi exclusivamente, el oído como mecanismo de percepción. Y aquí remito a la tesis que Espinosa escribe en el postfacio a la edición chilena. Pinget vertebra un estilo “musical”. Un libro que no se lee, sino que se escucha. Por eso “esta narración no es la narración de algo que ha ocurrido, sino de lo que está ocurriendo a medida que el narrador la escribe”. Porque revela al leguaje “como producción infinita de variaciones”; como música que se despliega orquestada en múltiples tonos y timbres. La repetición y la elipsis de los temas hacen de la presente novela una inolvidable sinfonía. Es un libro, en lo posible, para leer en voz alta.

 

Augusto Munaro. Argentino. Publicó los libros Ensoñaciones: Compendio de Enrique de Sousa (RyC editora), El cráneo de Miss Siddal (Pánico el Pánico), Recuerdos del soñador evasivo (Alción editora), Cul-de-sac (Ediciones La Carta de Oliver), Todo sea por la excepción (Letra Viva), Gesta Cornú (Editorial Lisboa), Breve descripción de una |sepultura| (Tinta China), Noche soleada (Ediciones la yunta), Camino de las Damas (Expreso Nova Ediciones), [Hna. Paula] (El 8vo. loco ediciones), Agnès & Adrien (Colisión Libros), Vida de Santiago Dabove (Ivan Rosado), Islandia (Voria Stefanovsky Editores), A la hora de la siesta (Borde Perdido Editora), Arletty (Julieta Cartonera), Celuloide (Minibus Ediciones), El baile del enlutado (Gigante) y La página infinita (Clara Beter).

Todo texto es un Palimpsesto, pero más todavía los que versan sobre otras producciones culturales. Haciendo un leve homenaje a Genette, en Palimpsestos se recogerán los textos críticos. En penúltiMa la crítica es meditación y diálogo. Los textos que pasan a entretejerse con aquellos de los que hablan.