La intimidad es eso a lo que se accede mediante la literatura. Puede sonar paradójico, pero no lo es. Nosotros no percibimos nuestra intimidad como «intimidad». Vamos, habrá gente que sí lo haga, porque de todo hay en la viña del señor, pero es complicado que alguien siente que accede a algo vedado o reservado cuando realiza actos tan cotidianos como su higiene, sus necesidades fisiológicas,  la satisfacción de sus pulsiones, etc. Ahí no estamos accediendo a intimidad ninguna, sino que la vivimos, sin percatarnos de lo que es, porque no hay nada que nos vele el acceso a ella, es nuestra, y solo la percibimos como tal cuando alguien la violenta, como en ese momento en que alguien corre la cortina del probador de ropa porque no sabía que estábamos dentro. Otra cosa es cuando accedemos a la intimidad de los otros, ya sea en momentos discontinuos o de modo continuado, donde esa intimidad pasa a ser, también, nuestra, y como tal desaparece la conciencia de que es una intimidad ajena, y por lo tanto en cierto punto violentado. Aunque basta con ver la fea costumbre que tiene alguna gente de mirar en los cajones de casas ajenas. La intimidad es territorio de la literatura, y luego del cine y otras expresiones artísticas, pero el acceso a la intimidad de otro, da lo mismo que sea ficcional, se produce en la literatura y en buena medida es lo que la burguesía quería e impuso como uno de los valores de la literatura: la transgresión de la ley social que puede tener lugar cuando pensamos que no hacemos más que el inocente gesto de abrir un libro. Ahí les dejo con la transgresión de Saéz de Ibarra.

 

 

Como tardaba, golpeé la puerta del servicio. Los ruidos de la marcha del tren sólo escuché, y como zumbidos que parecían una sesión de música contemporánea. La llamé, empujé la puerta varias veces… nada. Otra vez hice lo mismo, ya sin temor a ser oído.

Se abrió al fin. Un resquicio por el que introduje la mano y medio cuerpo.

Elena había abierto y vuelto a echarse junto al lavabo. Su cuerpo parecía un artefacto descompuesto: las piernas dobladas, el tronco vencido a un lado, un brazo caído y el otro sujetando su cabeza, oculta por sus cabellos. Se los retiró y vi el rostro amarillo de una mujer borracha. Parte de sus vómitos la habían salpicado y manchaban el suelo sobre el que se encontraba. Me sofocó el hedor.

 

– Lo siento –susurró.

 

La ayudé a limpiarse el rostro, las ropas, como pude. Me ofrecí para llamar a un médico; ella no quiso. Le dije que volveríamos al vagón-restaurante. Lo demás lo dejamos como había quedado.

 

– Lo siento, que haya tenido que ver esto.

 

Le pasé su brazo sobre mis hombros y la agarré bien fuerte por la cintura, con la cadera trataba de auparla para que no se cayera y pudiera caminar a mi paso; no era fácil por la angostura del pasillo. Deseé que nadie nos viese. Sobre todo por cómo me dejaba a mí aquella escena. Igual de indeseables los dos, pensé.

 

– Lo siento mucho, que me haya pasado esto… yo nunca bebo, créame… ahora entenderá lo que he vivido…

– ¿Hemos dejado de tutearnos? ¿Ahora que compartimos esta escena íntima?

 

Pareció recapacitar por lo que se me había ocurrido:

 

– Esto no le da ninguna ventaja… –respondió.

– ¿Tú no te cansas de competir nunca?

– Yo te escuché a ti cuando dormías, el grito que diste pidiendo auxilio…

 

Javier Sáez de Ibarra trabaja en un instituto donde imparte Lengua y Literatura. Autor de numerosas antologías, sus estudios y reseñas aparecen en revistas como El Buen SalvajeEl CuadernoQuimera o Turia. Es el editor de la obra de Hipólito G. Navarro, El pez volador (2008). Ha publicado el poemario Motivos (2006) y los libros de cuentos: El lector de Spinoza (Páginas de Espuma, 2004), Propuesta imposible (Páginas de Espuma, 2008). Relatos suyos se recogen en las antologías de referencia más recientes y han sido traducidos al inglés. Su obra Mirar al agua. Cuentos plásticos (Páginas de Espuma, 2009) obtuvo el I Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y por Bulevar (Páginas de Espuma, 2013) el XI Premio Setenil al mejor libro de relatos del año. Fantasía lumpen es su último libro publicado.

Por entregas es una sección que, siguiendo la estela del folletín, alberga piezas publicadas de modo seriado.