Hace un tiempo, el The Guardian señaló que Merino era el secreto mejor guardado de la literatura chilena. En su país, la calidad de su trabajo no es ningún misterio. Su primer libro ha sido recuperado recientemente por la editorial santiaguina Lecturas y Sebastián Gómez Matus hace una lectura de dicho poemario.

 

A menudo muchos citan lo que Lihn llamó poesía situada, pero pocos lo entendieron tan bien como Roberto Merino, que en Transmigración se sitúa en un lugar fuera de cualquier lugar reconocible, a pesar de las referencias a lugares y personas. Todo está suspendido, y quizá debiéramos entender la trans-migración como un desplazamiento ad infinitum del sentido, hasta que el impulso de la escritura se interrumpe (sólo para volver en otro momento).

De acuerdo con Tabarovsky, el potencial subversivo de la literatura está en la sintaxis. Merino, en este texto raro y por eso radicalmente literario, rompe con cualquier pretensión cultural de ser comprendido, asimilado, archivado. Como lo menciona el autor en el prólogo, el texto fue escrito en un momento de mucha vitalidad en la poesía chilena, donde la experimentalidad tenía su correlato en la represión; sin embargo, a mi parecer, se sale de ese momento y va un poco más allá. En este sentido, es un texto único, medio huacho, y que ahora, treinta años después, interpela al panorama de la poesía chilena actual, tan estable y autocomplaciente.

Por supuesto que muchos leerán este libro con la dictadura como marco obligatorio, pero su escritura, si bien implica las desapariciones, el tono subrepticio de la época (esa luz delatal), la asfixia comunicacional y por tanto ideológica de esos años, Transmigración trasciende su contexto y nos deja solos en la cabeza de alguien donde el lenguaje está solo, buscando una lógica propia, que le permita sacudirse el polvo que obscurece la atmósfera.

En un momento el texto se pregunta ¿sobre qué ripio construyes tus castillos?, y en el mismo encontramos la respuesta: sobre tierras sustitutivas. Transmigración rezuma una inteligencia y sutileza poco habituales, donde, a la velocidad de su creación, los componentes del texto huyen de cualquier estabilidad que lo sujete.

Hacia el final, hay un pasaje que me parece clave para cualquier lectura que se haga del libro: De nada le sirve a un pobre narrador ser omnisciente. Los indicios de un dios no construyen la felicidad. El lenguaje guarda relación con la realidad: ésa es la consigna. Desde una clase de gramática –lugar donde asegura haber escrito el libro-, Merino se sale de su contexto y se sitúa en el lenguaje, porque la realidad ha quedado inútil, vacía, sin respuesta, sin significado, y esto la colma de sentido.

 

Sebastián Gómez Matus

Sebastián Gómez Matus (Osorno, 1987) es poeta y traductor.

Todo texto es un Palimpsesto, pero más todavía los que versan sobre otras producciones culturales. Haciendo un leve homenaje a Genette, en Palimpsestos se recogerán los textos críticos. En penúltiMa la crítica es meditación y diálogo. Los textos que pasan a entretejerse con aquellos de los que hablan.

La fotografía de Roberto Merino fue realizada por Antonio Jiménez Morato.