El cliché simplón despacha las novelas de César Aira como ensayos porque incluyen una visión digresiva, ponderativa, voluble y difuminada de la narración. Qué pobre nivel de lectura tienen quiénes piensan así (somos generosos, consideramos que piensan), ya que adolecen de una mirada sobre la narrativa verdaderamente chata. Darío Rodríguez, en este ensayo sobre la narrativa de Aira se acerca a ese tema tan recurrente como malinterpretado.
Uno
Hubo una vez una novela de hacer soñar y creer, volumétrica, autosuficiente, iluminada por dentro, una novela que promovía algo que podía llamarse «evasión». En la espacialidad intensa que creaba su textura, todas las cosas se alejaban. Como en el universo en expansión: un cuerpo elástico que se ampliaba indefinidamente, y cuyos puntos se separaban unos de otros. Un efecto conexo era que el lector se desprendía del tiempo, de lo que nació la calumnia de que la novela servía para matar el tiempo, o distraerse, o pasar el rato. César Aira – Evasión.
Dos
Los libros Alejandra Pizarnik (publicado por Beatriz Viterbo Editora en 1998) y Alejandra Pizarnik (publicado por Omega Editorial en 2001), pese a lucir el mismo título e idéntica protagonista, la autora de Árbol de Diana, son muy diferentes. Éste puede ser leído como una biografía literaria. Aquél como un ensayo biográfico. El uso del sinuoso concepto que intenta narrar la vida de un individuo debiera entenderse aquí cercano al que le dio Vladimir Nabokov refiriéndose a una escritora o escritor en Opiniones Contundentes:
La mejor parte de la biografía de un escritor no es la crónica de sus aventuras, sino la historia de su estilo.
El volumen publicado por Omega enfatiza en lo anecdótico que tiende hacia esa “historia del estilo”. Sabemos quiénes influyeron o establecieron contrapuntos con Alejandra Pizarnik y cómo fue componiendo sus libros. El eje es la persona.
El publicado por Beatriz Viterbo se inclina en observar a los poemas y a la manera de escribirlos que tienden hacia la “historia del estilo” aliada con un modo de vida poético, una especie de leyenda personal creada por Pizarnik para sí misma y para su obra. El eje es el personaje Pizarnik.
Alejandra Pizarnik, los dos libros, son susceptibles de ser estudiados e universidades y servir, sin problema, como insumo para tesis de grado, ponencias de congreso literario, paper urgente que resuelva alguna mala calificación. Así sucede con otros títulos de Pizarnik, aún del propio Aira. No es extraño que textos colindantes entre lo autobiográfico y lo ficcional como los Diarios de la poeta o de un singular costumbrismo como El hornero, o extensas reflexiones con detalles narrativos como En La Habana, sean entendidos como lo que a primera vista parecen, o sugieren, a un lector ocasional: ensayos dignos de análisis y autopsia.
Tres
El problema – porque ante un texto de César Aira siempre se le plantea a quien lee una serie de desajustes, de desubicaciones – es que trata en Alejandra Pizarnik de un personaje, de sus sendas y decisiones. Explora en los dos manuscritos cómo el destino de ese personaje se fue emparentando con lo que escribía hasta llegar a fundirse. Hasta ser una sola y la misma cosa.
Lejos de entrar en esa temática de modo esquemático o profesoral, como podría hacerlo un experto en poéticas plantado sobre modestos podios universitarios, Aira acomete su reflexión como narrador. Desteje al arcoíris de Pizarnik menos sopesando las estructuras de su expresión que contando cómo se acercaba al personaje que inventó para sí misma y que se manifestaba mediante sus poemas. Leemos un relato vital y de composición. Incluso se observa a una idea o a un propósito literario de Pizarnik gestarse y germinar hasta su plenitud.
Cuatro
Alejandra Pizarnik, clasificados a las primeras de cambio como ‘ensayos’ dentro de la lista de publicaciones de Aira, son, para un lector en conflicto permanente y por lo tanto más atento, el tipo de lector que más o menos precisaría Aira, novelas.
Les ocurre – desde la perspectiva lectora, no profesoral – lo que le pasa a esa meditación narrativa titulada Cumpleaños: el hecho de que desglosen unos temas, los amplíen o entorpezcan no quita que también, y de modo preferencial, narren peripecias. Pues las ideas, los hallazgos de la edad, o las búsquedas de la autora de Extracción de la piedra de locura – relatadas con la gracia de un narrador, sirviéndose de elipsis, suspensos, sutiles aunque coloridos datos – al ser presentados por Aira devienen en eventos más novelescos que ensayísticos.
Un ejemplo: el modo en que Aira describe cómo Alejandra Pizarnik no solo conoció sino que se dejó imbuir y luego hizo propio al surrealismo calca, en su forma, las instancias y las fases de cualquiera de las narraciones de su autor. A pesar del sólido orden cronológico en que son presentadas las etapas de la vida literaria de Pizarnik, hay espacio en estos libros para la digresión, el dislate, la sutil ironía y alguna deriva inconexa.
Guardando las chuecas proporciones, puede decirse que estas son novelas de Aira cuyo tema es real. Una suerte de involuntaria incursión del argentino en la No Ficción.
Y sin apuro, lo mismo podría decirse de sus otros textos biográficos, Copi o Edward Lear. Son complejos conatos de novelas.
Iluminadas por dentro. Para desprenderse del tiempo.
Cinco
Jorge Carrión (en un artículo de 2017) compara los ensayos y las novelas de Aira:
…sus novelas experimentan, prueban, buscan, se equivocan o aciertan, porque avanzan a ciegas, porque son laboratorio; mientras que sus ensayos siempre dan en la diana porque la búsqueda es anterior, mental, las ideas y las defensas y las certezas están decididas de antemano.
Estas búsquedas y certezas decididas de antemano pueden aplicarse con justicia a la conformación de un aparato novelístico.
Carrión llega a afirmar, en conclusión, que las novelas de Aira son ensayos.
Seis
Para no estar por debajo de Aira y culminar estas notas bajo su égida, con un drible familiar al de cualquiera de sus libros, resta poner punto final con el anunciado apunte.
Todos los ensayos de César Aira son novelas.
Darío Rodríguez, (Duitama, 1977) estudió filosofía en la USTA. Ha publicado seis libros (en ediciones institucionales de la región donde vive y con tirajes sutiles): dos novelas: Cuaderno invisible (Culturama – 2011) y Observaciones desde una ventana (Garcín Ediciones – 2013). Una colección de piezas escénicas, Aproximación a nada (Culturama – 2014). Un ensayo narrativo, Algo que será un libro (Garcín Editores – 2017). Una colección de relatos, Esa es un poco la historia (Culturama – 2018). Y un ensayo biográfico, Lógicas de la paradoja. Una mitología personal con León Mojica (Alejandría Editorial – 2019). Textos suyos han aparecido en El Malpensante, El Tiempo y El Espectador.
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