Programador informático de profesión, Rubén J. Triguero es también narrador. En este texto realiza un repaso somero de su filiación por la ciencia ficción clásica, destacando las raíces del género y las figuras más representativas del mismo.

 

A lo largo de la historia, se ha especulado sobre la vida más allá de nuestras fronteras terrestres, pero sobre todo, durante el último siglo, los esfuerzos y las grandes inversiones en proyectos, han intentando esclarecer el gran interrogante que nos sigue desde el mismísimo nacimiento de la consciencia: ¿estamos solos en el universo?

Como en todos los temas que de algún modo preocupan al ser humano, la literatura también se ha nutrido de la posibilidad de que haya vida fuera del planeta Tierra, utilizándolo en diferentes formulaciones y con diversos fines, a veces para explicar alguna teoría, a veces meramente para entretener, o incluso utilizándolo como excusa para denunciar o indagar en algún tema en concreto.

Ya en el siglo II d.C., Luciano de Samósata hizo una adelantada incursión en el género, en un hipotético viaje a la Luna, y describió con humor, tanto el físico como el comportamiento de unos seres extraterrestres que en apariencia física eran similares a los humanos, pero ahí es donde finalizaba su parecido. A pesar de que la temática venga de lejos, no fue, hasta principios del siglo XX, en que se iniciara el género de la ciencia ficción tal y como lo conocemos hoy día. El arranque de este género trajo consigo una amplia serie de obras literarias sobre alienígenas (casi siempre ligadas al género de la sci-fi), aunque hay algunas que fueron precursoras de todo lo que vendría después.

Uno de esos grandes precursores, fue el visionario Julio Verne, que, con su novela Alrededor de la Luna, especuló sobre una posible civilización extinta, que habitó la cara oculta de la Luna. En la obra, unos astronautas orbitan alrededor de la Luna y conjeturan sobre la posibilidad de que haya vida en el lado oscuro. Al pasar por ese lado, el satélite está sumido en la oscuridad, pero después de estallar un bólido que ilumina la zona, descubren que, aunque extinta, la Luna fue un lugar habitado en tiempos ancestrales por una civilización de la que solo quedan las ruinas de sus ciudades.

La especulación sobre las casi innumerables posibilidades que conllevaría contactar con vida extraterrestre, ha sido fruto de numerosas cuestiones. Una de ellas, ha sido el miedo a una posible invasión, miedo a que además de inteligentes, resulten agresivos. Una de las obras más famosas que explora este lado oscuro de la naturaleza alienígena es La guerra de los mundos, de H.G. Wells. Publicada en 1898, la obra ha tenido todo tipo de adaptaciones, desde la ya mítica adaptación radiofónica en la que Orson Welles hizo creer al mundo que estaban sufriendo una invasión marciana, hasta las grandes producciones cinematográficas llevadas a cabo en pleno siglo XXI. En la obra, un narrador sin nombre, describe el inicio de la hecatombe, con la llegada de un cilindro que se estrella cerca de Londres y posteriormente, como estos, tras construir una máquina de guerra, atacan, destruyéndolo todo a su paso, intentando arrasar con la especie humana.

Por esa misma línea camina El juego de Ender, de  Orson Scott Card, aunque en esta ocasión, la obra se aleja en el tiempo y es, en sí, una distopía. La historia transcurre en el año 2070 y narra la guerra entre humanos e insectores, una especie extraterrestre que ha tratado de invadir la Tierra sin éxito. Para luchar contra sus enemigos, el humano creará una alianza mundial y utilizará métodos poco ortodoxos, llevando a la práctica el lema de «el fin justifica los medios».

El miedo a la invasión es sin duda uno de los grandes temores de la humanidad, y quizá, un temor más infundado por las obras narrativas o el imaginario colectivo, que basado en una posible realidad. Un miedo que le hace desconfiar y temer el peor de todos los resultados posibles. Este temor se manifiesta también en Contacto (Contact) de Carl Sagan, donde se narra la historia de la científica Ellie Arroway (inspirada en la astrofísica Jill Tarter) quien lleva años trabajando en un ambicioso proyecto que tiene como objetivo el contacto con vida inteligente, un trabajo exhaustivo que devora todo su tiempo. Sin embargo, tras recibir un mensaje de radio proveniente de la estrella Vega, ve como esto conmociona a la humanidad, de nuevo el miedo aparece: ¿está preparada la humanidad para contactar con otros seres?

 Solaris, por su parte, va mucho más allá, indagando en ese deseo de conocer otras civilizaciones y seres vivos ajenos a nuestro planeta. En la obra de Stanisław Lem, una nave orbita alrededor del planeta Solaris, donde apenas existe tierra firme, ocupando la mayor parte de su extensión un mar dotado de vida y presumiblemente de inteligencia. En la nave se realizan investigaciones e intentos de comunicarse con la entidad viva, sin éxito. En este caso, el contexto, es un pretexto que utiliza el autor para ahondar en la psicología humana y en sus relaciones sentimentales.

El anhelo de contactar con vida inteligente, es encontrado también en 2001: Una odisea espacial (2001: A Space Odyssey, 1968) de Arthur C. Clarke. En ella, no solo se embarca en una gran misión espacial a la búsqueda de vida inteligente, sino que se presupone, que el desarrollo de herramientas humanas, es de por sí, gracias a la intervención de seres provenientes de otros planetas. En la obra, además de la gran búsqueda, se ahonda en el despertar de la conciencia por parte de la inteligencia artificial y en los conflictos que esto podría conllevar.

Pero no solo del anhelo de contacto se ha nutrido la literatura, una de las grandes incursiones la realizó el escritor Isaac Asimov, quien además de su labor como divulgador científico y su exitosa serie de Las Fundaciones, publicó Los propios dioses, con la que ganó los premios Hugo, Locus y Nebula. En la obra, se narra la historia de una civilización alienígena que habita un universo paralelo en decadencia. Esta civilización trata de convertir el Sol en una supernova para poder obtener energía que les permita subsistir. Esta obra, extrapola a una posible civilización alienígena el uso inadecuado, indiscriminado y destructor de los recursos naturales.

Por supuesto, además de obras de ficción, han aparecido todo tipo de textos en los que se despliegan y/o analizan teorías que afirman la existencia de vida extraterrestre. En cualquier caso, es un tema que sigue creando incertidumbre y que a la vez, sigue atrayendo y fascinando. Quizá sea la incógnita de desconocer si estamos solos en un planeta perdido en la galaxia, o puede que todo sea fruto del propio humano, de sus ansias de saber y conocer más, de toda esa incertidumbre, que no deja de ser un impulso para seguir adelante, a la búsqueda de vida más allá de nuestro planeta Tierra.

Rubén J. Triguero (Sevilla, 1985) reside en Madrid desde 2012 y trabaja como programador informático. Ha publicado la colección de relatos Si sale cara (Boria ediciones, 2018) y ha participado en los proyectos: Versos al paso y Llévate un poema a casa.