No hay fútbol, no habrá Ferias del libro. Se encuentra confinada la tercera parte del mundo. Así las cosas, solo nos queda la amistad y la literatura. De ahí surge este volumen Especial Pandemia del mini libro colectivo Crack, un proyecto transcontinental coordinado y editado entre Barcelona y México DF por José de Montfort y Didier Andrés Castro. En este volumen (el número 6) participan, además de los editores, Darío Rodríguez, Paula Baldrich, Rubén Hurtado, Santiago Noero, Sico Pérez y Teresa Zerón.
Aprovechando la celebración simbólica del próximo 23 de abril, la pandilla Crack ha querido —y necesitado— venir al encuentro de sus queridos lectores. A este volumen de Crack lo alienta un íntimo sentido de fraternidad, la solidaridad y la libertad. Porque sí, estando recluidos en nuestras casas, la escritura nos permite imaginar que salimos de ella, que saldremos de ella. Que podremos ser otros. No sabemos si mejores. Lo importante es que si no lo seremos, o no podremos serlo, nos gustaría. De cualquier forma, el sabernos todos juntos, escribiendo a la par, nos ha servido para salvarnos a nosotros mismos de la desesperación y la desidia.
Podríamos buscar muchas más razones para este Crack Vol. 6, pero en realidad solo hay una: les queremos decir que estamos aquí, y que pueden contar con nosotros. Todos juntos saldremos de esta.
Huelga decir que aquí no encontrarán respuestas, porque tenemos nosotros las mismas dudas, inquietudes y recelos que Vds.; con que les sirva este Crack Vol. 6 para un mínimo de consuelo
a nosotros ya nos vale.
Eso es todo lo que les queríamos decir.
Los editores de Crack
A partir del dia 21 de abril puede descargarse el pdf de la revista en esta dirección: https://fanzinecrack.tumblr.com/ Allí están también ya disponibles los números anteriores.
13 de julio de 2021
Hoy escribí el último de los obituarios. Será el último porque ya no quedan más tumbas para mis amigos. Ayer crucé ligeramente por Todorov y Cardenal, las personas agonizaban en el suelo, a la vista de los balcones. Me dirigía a saquear la última de las bibliotecas. Antes de todo esto, los días pasaban sin que pensara en ellos, ahora llevo la cuenta obsesivamente. Es mucho más fácil para mi mente soportar el paso del tiempo que de la muerte. Contar días en lugar de muertos. No me siento afortunado, pienso cada noche en la llegada de mi fatídico día. Aquellos a quienes dirigí mi tiempo y letras descansan. Lo hacen rodeados de la poesía escrita en pequeños papeles que los turistas dejaron sobre ellos. No viven esta ansiedad.
Cuando veo a otra persona, desde el balcón, cruzando por la calle o entrando a una residencia vecina, lo pienso como mi enemigo. Estoy confinado al interior de mi paranoia, esculpiendo cuchillos y armando trampas para que nadie cruce el umbral. En otro tiempo esto habría sido una broma, una comedia. Cuando me siento solo, contacto con personas en otros lugares del mundo, me muestro feliz y tranquilo. Digo que si sobrevivo escribiré la más hermosas de las historias. La verdad es que no escribo, ni pienso hacerlo.
Es el día 450 de mi confinamiento. Todo lo malo avanzó demasiado rápido. La naturaleza afuera reverdece, los ríos se limpian, el aire se purifica. Mientras yo estoy a la sombra de mi propia tragedia, de la tragedia de todos, ocultándome a la vista de cualquiera que piense que dentro de esta casa hay comida. Todo el cine posapocalíptico es un mero chiste en comparación. El enemigo invisible viene en busca de mi cuerpo. Soy la presa.
Qué lejos se ven los días en que salía a jugar al campo.
14 de julio 2021
Recuerdo el primer asalto de pánico. Llamé a casa y hablé con mi familia. Todos parecían tranquilos, nos burlamos de aquellos que corrían a esconderse y abastecerse. Nos sentimos inteligentes, diferentes. En la noche del sexto día de cuarentena salí a caminar. No aguantaba el encierro. Un oficial de policía me detuvo cerca de Bolaño y Pollock, fumaba un cigarrillo. Me preguntó hacia dónde me dirigía y el motivo de mi salida. Expresé el hartazgo de la soledad. Sintió simpatía en esto, aunque me dijo que no me sintiera especial. Yo había hecho referencia a algo de Auster. Hizo que volviera a casa, por mi seguridad y la de todos, dijo.
En aquel momento pensé que nos querían en casa para anular la protesta social sobre las decisiones de gobierno que habían estado presentes meses antes. Tenía motivos. El segundo día de cuarentena aprobaron las reformas que no pudieron meses antes. El tercer día sancionaron las leyes que beneficiaban a los banqueros. El caos y el pánico les era útil. Todo era parte de una conspiración. Una semana después, jefes de gobierno, empresarios y banqueros de la más alta elite dieron positivo en los exámenes. Algunos murieron, otros quedaron con problemas médicos. Esta fue la primera vez que lo tomé en serio. La elite no cometería suicidio ni sería tan tonta de dejarse morir. Esto debía ser más complejo de lo que imaginaba y de alguna forma nadie sabía o entendía la magnitud.
En los barrios obreros nadie padecía, nadie en las zonas bajas. Caían aquellos de las altas esferas. Un virus marxista, en el más cómico de los casos. Pero eso fue en el corto tiempo en que las noticias sonaban a un tipo de justicia poética que nadie hubiese imaginado. No tardó en extenderse. Recuerdo el primer día de pánico real. Llamé a casa, lloramos juntos en la distancia.
18 de julio 2021
Hace unos días las personas gritaban desde al interior de sus casas. Hacia afuera. Esperando no sé qué ni porqué. Con sus voces en las gargantas a punto de estallar. Pidiendo ayuda a quien no puede -ni quiere- acercarse. De chico mi madre me leía la biblia en las tardes, una imagen no he olvidado y las últimas noches volví a ella. La cita dice, allí será el lloro y el crujir de dientes. Esta imagen cruel y dura no me era señal de nada, salvo del rostro de mi madre, de su sonrisa y de sus ojos llenos de fe. Allí me refugié.
Hoy todo esto cesó, como si las personas por fin aceptaran la realidad, abnegados al encierro, a ocultarse los unos de los otros. A buscar la soledad y soñarla. A conectar en la distancia. Esta noche hay silencio, y yo me he quedado en el balcón tirado viendo al cielo. Anhelando dormir.
26 de julio 2021
Pasé los últimos días en cama con fiebre y soñando con un niño corriendo en medio de una cancha, a la vista de su padre que lo espera con los brazos abiertos. Patean un balón. El balón rueda sin mucha fuerza del niño al padre y del padre al niño, en un loop que se llena de risas. Luego vi a este niño usando un uniforme, lo vi anotar y correr a su padre para abrazarlo. Una mirada más, y ya no era un niño. Siguió cosechando triunfos. Anotaba y su padre estaba ahí en la tribuna. Levantaba la copa y su padre junto a él. Una relación admirable, titulaba la prensa. Pero esto no era todo, ambos de pronto se hicieron muy ricos. Pronto hacienda llegó a tocar la puerta, hubo cosas que no podían explicar. En todo esto las risas no cesaban. Estaban de fondo, en todo momento. Hasta que desperté.
En la computadora se reproducía un partido del mundial del 90, Goycochea paraba un penal, uno de dos que necesitaba Argentina para clasificar. Aquel día fue más que Maradona. Vi la pantalla, lo vi darle la clasificación a Argentina, esbocé una sonrisa, pero poco más. Aquella emoción desapareció pronto. Veía el juego de Argentina contra un país que ya no existe, en un deporte que ya dejó de jugarse. Lo único que queda es la mueca de nuestra historia. Ni siquiera sé por cuanto tiempo seguiré viviendo así. Espero a la muerte antes de que toqué a mi puerta.
28 de julio 2021
El tiempo ha transcurrido lo suficiente como para que la nostalgia del pasado comience a verse como una forma arcaica de la vida. De alguna forma nos habituamos a esto, a estar aquí y gritarnos desde los balcones, a saludarnos de lejos. A sospechar de cualquiera, a tomar lo que necesitemos. Es la vida que tenemos, no podemos hacer nada. En mi armario tengo algunas cosas que espero en el futuro sirvan para contarnos nuestra historia. Para entender cuánto podemos perder.
Es un día soleado. Los días desde la ventana cada día se ven más brillantes. Hay belleza en la soledad de las calles. No debería quejarme de lo que estoy viviendo, no muchos han tenido la oportunidad. Espero de verdad que esto acabe pronto, poco a poco me harto de la rutina.
29 julio 2021
Recibí un mensaje de una exnovia. Su pareja murió hace meses y se encuentra sola y destrozada. Pasó junto al cuerpo de su pareja varios días, el dolor se le convirtió en repulsión, el llanto en vomito y el lamento de que se fuera por un grito para que alguien se lo lleve. Cuando me contó todo esto sentí en mi corazón dolor. Pensé que podría pasar cerca de donde vive, verla. Pero detuve este pensamiento. No iba arriesgarme. Es obvio que se encontraba en una zona de riesgo, quizá se encuentre infectada, quizá pueda infectarme. Quizá.
No debería haber ido, lo hice. Aunque la vi de lejos sin que me viera. Estaba en la ventana, viendo hacia el vacío con los ojos llenos de llanto. No era llanto de la perdida, así lo interpreté. Era el llanto de sentirse enterrada con su pareja muerta. Lo más cercano a un alma en pena que haya podido ver. Lo más cercano.
Ahora estoy tratando de conciliar el sueño viendo la final entre Francia y Croacia. Me arrepiento de no haber ido a aquella copa del mundo. Debí.
4 agosto 2021
Ayer fui al mercado. Debí hacer una fila de tres horas. Se sentía tensión en el aire, pensé que en cualquier momento estallaría una discusión y las personas tan civilizadas de este barrio sucumbirían al saqueo. ¿No será mejor cazar nuestra propia comida? quizá de esa forma pueda reconstruirse todo, irnos a zonas alejadas, cazar nuestro alimento y sobrevivir como antes lo hicieron miles de generaciones. Aunque puede que aún existan demasiadas personas en el mundo y esto se vuelva una complicación. Dejar de comerciar entre nosotros ha destruido las bases de todo. Recuerdo que solo una vez vi todo derrumbarse de tal forma, Lance Armstrong confesando que usaba drogas para ganar una carrera.
Escuché de personas que hicieron un huerto en sus jardines. Aquí no tengo mucho espacio, pero podría intentarlo. También escuché de personas que estaban entrando en las casas, amordazaban a los habitantes y luego los desollaban para comerlos. Aunque esto me parece una exageración, una de esas mentiras que ruedan en internet.
7 agosto 2021
Hoy abrí una botella de vino. No tenía ningún motivo para celebrar. La abrí y la bebí sin más. Sintiéndome Lewandowsky, una gran decepción. Anoté en la cocina una lista de cosas que llevo meses sin probar, la primera de la lista, lasaña.
8 agosto 2021
Esta mañana tocaron a la puerta, no atendí. Por debajo introdujeron un informe del gobierno nacional. Al parecer van a comenzar el levantamiento de restricciones paulatinamente, como una medida de “restablecimiento de la sociedad”. La expresión es graciosa. Se nos permitirá salir un par de horas al día, interactuar, pero no más de cinco personas en un mismo lugar. Si alguna vez nos negamos a pensarnos como presos, este es el momento en el cual nos enfrentamos a esa verdad. He visto a una mujer con su hijo bailar en el balcón de enfrente.
El día es soleado, como lo han sido últimamente.
Didier Andrés Castro (1986). Escorpión. Escribo. Breve tratado sobre el fracaso (2016), Autorretrato #10 (2017), Gifzcarraldo (2018), Ensayo sobre la escritura (2019).
nueva columna de Martín Cerda
adelanto del nuevo libro de
Javier Payeras
Antología de cosas pasajeras
por Javier Payeras
de Henry David Thoreau,
leído por Rubén J. Triguero
adelanto de Un lugar seguro
de Olivia Teroba