Publicado el 8 de mayo de 2004 en el suplemento Babelia, de El País, este es uno de los artículos más conocidos de César Aira. Ha sido citado muchas veces, incluso sin citar la fuente, y llamó la atención sobre la exhaustiva labor de Wagenbach en la investigación que lo llevó a escribir una de las más minuciosas, y aburridas, biografías que se han escrito, la que le dedicó a Kafka y publicó en castellano Acantilado.
«Kafka fue el más grande descubridor de signos en la vida moderna». Una prueba es la historia sobre su encuentro con una niña y la novela que habría creado en torno a ella. Aquella pequeña sollozaba en el parque Steglitz del Berlín de 1923 por la pérdida de su muñeca. Pero el escritor se acercó y convirtió esa ausencia en un viaje fantástico que, envuelto en una relación epistolar, curó la herida abierta por la experiencia de un duelo prematuro.

El año pasado, después de superar los detectores de metales en un aeropuerto, oí unos gritos desgarradores que hicieron volver la cabeza a todo el mundo. Era una niñita, de tres o cuatro años, llorando con desesperación. La madre la había alzado y trataba de calmarla, en vano. Los gritos subían de volumen, cargados de una angustia que la niña, evidentemente, se empeñaba en hacer pública. Abrazaba una muñeca, gesto del que deduje lo que debía de haber pasado: los policías de seguridad le habían revisado la muñeca. Lo confirmé cuando pasaron a mi lado y oí a la madre diciéndole: «Te juro que no le hicieron nada, te lo juro…». Alguien me dijo después, cuando le conté la historia, que muñecas y juguetes son especialmente temidos en esas circunstancias, porque los secuestradores de aviones los han usado más de una vez para introducir armas. Quién sabe qué había pasado por la cabeza de esa niña al ver su muñeca en manos de los policías; quizás la habían atravesado con agujas o la habían palpado de un modo amenazante; quizás vivió una especie de violación vicaria; después de todo, las niñas depositan muchos sentimientos en sus muñecas.

Sea como sea, la muñeca había pasado el examen, aun a costa de las lágrimas de su dueña, y ya estaba «en tránsito». La situación me recordó una historia poco conocida en la vida de Kafka.

En 1923, viviendo en Berlín, Kafka solía ir a un parque, el Steglitz, que todavía existe. Un día encontró a una niñita llorando, porque había perdido su muñeca. Kafka inventó al instante una historia: la muñeca no estaba perdida, sólo se había ido de viaje, para conocer mundo. Y le había escrito a su dueña una carta, que él tenía en su casa y le traería al día siguiente. Y así fue: esa noche se dedicó a escribir la carta, con toda seriedad. (Dora Diamant, que cuenta la historia, dice: «Entró en el mismo estado de tensión nerviosa que lo poseía cada vez que se sentaba a su escritorio, así fuera para escribir una carta o una postal»). Al día siguiente la niña lo esperaba en el parque, y la «correspondencia» prosiguió a razón de una carta por día, durante tres semanas. La muñeca nunca se olvidaba de enviarle su amor a la niña, a la que recordaba y extrañaba, pero sus aventuras en el extranjero la retenían lejos, y con la aceleración propia del mundo de la fantasía, estas aventuras derivaron en noviazgo, compromiso, y al fin matrimonio e hijos, con lo que el regreso se aplazaba indefinidamente. Para entonces la niña, lectora fascinada de esta novela epistolar, se había reconciliado con la pérdida, a la que terminó viendo como una ganancia.

Privilegiada niñita berlinesa, única lectora del libro más hermoso de Kafka. Me han contado, y quiero creer que es cierto, que el gran estudioso de Kafka, Klaus Wagenbach, buscó durante años a esa niña, interrogó a vecinos del parque, revisó el catastro de la zona, puso avisos en los diarios, todo en vano. Y hasta el día de hoy visita periódicamente el parque Steglitz, examina a las señoras mayores que llevan a jugar a sus nietos… La niña ya debe de ir para los noventa años, y es difícil que la encuentre. Pero el esfuerzo vale la pena. Esas cartas de la muñeca lo tienen todo para hacer soñar no sólo a un editor como Klaus Wagenbach.

El llanto de mi niña del aeropuerto enlazaba con el de la niña del parque Steglitz, a ochenta años de distancia. Uno tiende a sonreír frente al llanto de los niños, porque sus dramas nos parecen menores y fáciles de solucionar. Para ellos no lo son. Y hacer el esfuerzo de entrar en las relatividades de su mundo se equivale con el trabajo de entrar al mundo de un artista, donde todo es signo.

El contrato de una niña con su muñeca es un contrato semiótico, una creación de sentido, sostenida en la tensión del verosímil y la fantasía. De ahí que la anécdota no sea casual: Kafka fue el más grande descubridor de signos en la vida moderna. Reiner Stach señala con mucha pertinencia, en su biografía de Kafka, que para el escritor no se trata sólo de saber observar, sino que es preciso descubrir los signos ocultos en lo que se observa. La elogiada precisión quirúrgica de la mirada de Kafka se hacía escritura en la transmutación de lo visible en signo.

La desaparición del libro de las cartas de la muñeca, por mucho que la lamentemos, deberíamos verla como un signo positivo. Es el elemento que, por su ausencia, da sentido al resto de la obra, que es una saga de desapariciones cuya presencia en forma de relatos, de escritura, tiene por función cerrar la herida de la pérdida.

Por poco que lo pensemos, esta función fue la que dio origen a los cuentos que se le contaban a los niños, para enseñarles a temer el mundo, y al mismo tiempo para que aprendieran que el mundo había existido antes que ellos, y seguiría existiendo sin ellos. Fue esta función terapéutico didáctica la que realizó la obra de Kafka, y por eso con él se cerró el ciclo histórico de la literatura infantil. Sus cuentos de hadas hicieron anacrónicos todos los demás, y el siglo XX, por causa de él, no tuvo sus Perrault ni sus Andersen (ni su Dickens). Pero lo tuvo a Kafka, y es suficiente.

 

César Aira nació en Pringles el 23 de febrero de 1949. Publicó: Moreira, 1975; Ema, la cautiva, 1981; La luz argentina, 1983; El vestido rosa. Las ovejas, 1984; Canto castrato, 1984;Una novela china, 1987; El Bautismo, 1990; Los Fantasmas, 1991; La Liebre, 1991; Copi, 1991; Nouvelles impressions du Petit Maroc, 1991; Embalse, 1992; La Prueba, 1992; El Volante, 1992; El Llanto, 1992; Cómo me hice monja, 1993; Madre e Hijo, 1993; La Guerra de los Gimnasios, 1993; Diario de la Hepatitis, 1993; La Costurera y el viento, 1994; Los Misterios de Rosario, 1994; El infinito, 1994; La Fuente, 1995; Los dos payasos, 1995; La Abeja, 1996; El Mensajero, 1996; La Serpiente, 1997; Dante y Reina, 1997; El congreso de literatura, 1997; Duchamp en México/La Broma/Taxol, 1997; La Mendiga, 1998; El Sueño, 1998; La Trompeta de mimbre, 1998; Las Curas milagrosas del Doctor Aira, 1998; Alejandra Pizarnik, 1998; Haikus, 1999; Un episodio en la vida del pintor viajero, 2000; El juego de los mundos, 2000; La Villa, 2001; Las tres fechas, 2001; Un sueño realizado, 2001; Cumpleaños, 2001; Alejandra Pizarnik (biografía), 2001; Diccionario de Autores Latinoamericanos, 2001; La pastilla de hormona, 2002; El mago, 2002; Fragmentos de un diario en los Alpes, 2002; Varamo, 2002; El Tilo, 2003; Mil gotas, 2003; La princesa Primavera, 2003; El Todo que surca la Nada, 2003; El cerebro musical, 2004;Yo era una chica moderna, 2004; Las noches de Flores, 2004; Edward Lear, 2004; Yo era una niña de siete años, 2005; Cómo me reí, 2005; El pequeño monje budista, 2006; Parménides, 2006; La cena, 2006; La vida nueva, 2007; Picasso, 2007; Las conversaciones, 2007; Las aventuras de Barbaverde, 2008; La confesión, 2009; El Té de Dios, 2010; Yo era una mujer casada, 2010; El Divorcio, 2010; El error, 2010; El Perro, 2010; El mármol, 2011; Festival, 2011; El criminal y el dibujante, 2011; En el café, 2011; Los dos hombres, 2011; El náufrago, 2011; Entre los indios, 2012; Relatos reunidos, 2013; El ilustre mago, 2013; Actos de caridad, 2013; El testamento del Mago Tenor, 2013; Tres relatos pringlenses, 2013; Actos de caridad, 2013; Margarita (un recuerdo), 2013; Continuación de ideas diversas, 2014; Artforum, 2014; Triano, 2014; Biografía, 2014; El santo, 2015; La invención del tren fantasma, 2015; Sobre el arte contemporáneo, 2016, El cerebro musical, 2016; Una aventura, 2017;  Saltó al otro lado, 2017; Evasión y otros ensayos, 2017; Eterna juventud, 2017;  El gran misterio, 2018; Prins, 2018; Un filósofo, 2018; El presidente, 2019; Pinceladas musicales, 2019; Fulgentius, 2020; Lugones, 2020.