Frente a las dos tendencias mayoritarias del cuento que se escribe hoy en España (una destinada a mirarse el ombligo hasta la desesperación bajo el camuflaje de la experimentación estética, la otra netamente enfocada en la reconversión del cuento más clásico y previsible como lanzadera para una carrera como novelista), Javier Sáez de Ibarra pone siempre en evidencia que este género sirve tanto para la toma de posición y lucha ética como para la plasmación de la excelencia estilística, sin que una vaya en demérito de la otra, de ahí su importancia. Por eso es un orgullo para penúltiMa poder contar con un cuento suyo inédito. Disfruten.

 

Una taberna, un bar, una cafetería son sitios tan buenos como otros cualesquiera para pasar el rato, ponerse melancólico o hacerse daño en un pie.

El sitio aparece, tarde – o – temprano. Uno elige el sitio porque el sitio depende de lo que uno elige, al fin y al cabo.

Una mesa cuadrada, una caña, un servilletero, algo pegajoso aún en la superficie que te ha jalado un poquito de la bocamanga o del canto de la mano. Añadiendo contratiempos al contratiempo principal. Tus ojos entrando en medio del ruidoso ambiente y saliendo hacia el afuera de la calle un lunes, precisamente un lunes, sí, principio de semana.

Y me quieres apartar moviendo una mano.

¿Te recuerdo cuando mirabas el calendario del pasado? ¿Te refresco la memoria con todo lo que tu mujer ha hecho en tu ausencia? ¿Eh? ¿Te digo cuántos meses, más de doce, has comido de su mano, eh? Tus hijos y tú el último. Recuerda.

Hace cinco días te han llamado; cinco días, ¿no es verdad? ¿Ya te has olvidado? No, no puedes haberte.

No me he olvidado.

Ah, bienvenido; pues entonces.

¿Qué haces aquí?

Pues eso. Una taberna, un bar, una cafetería…

No te burles.

Pues eso: Una taberna, un bar y una cafetería.

Encima te pusiste filosófico, dijiste: pobre es el que nunca recibe una buena noticia. Sabia sentencia.

¿Te acuerdas? Ahora no dices nada. Sólo tu cerveza, tu cerveza y tú. Que te aproveche, ¿no es egoísta? ¿Por qué no vas?

¿Por qué no voy?

Y no se te ocurre otra cosa que pensar: porque estoy triste.

Vaya razón.

Te recuerdo lo que te ha costado. Hay gente a la que han eliminado en el camino. Cinco, seis, diez, veinte, cien mil, cuatro millones, cinco millones, ¿cuántos son en total todos esos?

¿Y dónde están?

¿Y qué piensan? ¿En qué se refugian? ¿Se buscan bares, igual que tú? ¿Para beber cervezas también?…

Ni siquiera, que ya no pueden permitírselo. Como vas a hacer tú.

No lo entiendes.

¿Cómo? Ahora hazte la víctima.

… ¡Di algo más!

Es lunes, lunes. Mira dónde estás, mírate en ese espejo por lo que más quieras. Ya te has puesto la ropa, los otros días te quedabas en bata amugriéndote. En cambio, hoy has llegado hasta ahí. Tu mujer se merece que eches una mano, tiene derecho a seguir con su vida, no a que seas una carga para ella y los niños.

Piensa en los niños. Piensa por un momento en tus hijos.

¿No vas a pensar en ellos?

¿Eh? Sí, hombre, ¿otra caña?

Eres un asco de tío, ¿lo sabías?

Pues tú animando, una joya.

¿A qué viene esa ironía?

No puedo ir. No puedo.

No me veo allí. No quiero. No me gusta la oficina, no me apetece hacer ese trabajo. El jefe es un desalmado; los trabajadores, unos corderos. El horario es terrible; el sueldo, miserable. Además, me queda lejos. Los dueños deberían morirse.

Nos han cribado por una selección que ha durado tres meses, nos han jodido a interrogatorios y pruebecitas para luego despacharnos.

A todos,

menos a mí.

¿Qué quieres que te diga?

¿Han elegido entre los miserables, al más esforzado? Y se han tomado su tiempo, sí, y el nuestro.

Naturalmente. ¿Qué me dices a eso?

¿Mm?

Sólo quieres que cumpla. Ya estoy en el traje, pues que vaya. ¿No es eso? Más vale pájaro muerto que ciento volando, más vale malo conocido que bueno por descubrir. ¿Ves que te entiendo?

no me entiendes a mí.

… ¿Has dicho algo?

Te pediría una caña, pero no tienes ni boca, sólo eres un cerebro dándome órdenes.

Bueno, seamos positivos. Levántate y preséntate en la oficina. Hoy es el primer día, cualquiera entiende que te falte cogerle el tranquillo a los transportes, una represalia no van a tomar.

Además, imagínate que el jefe se ha puesto enfermo y, cuando vas a presentarte en su despacho, resulta que aún no ha llegado y se aplaza la reunión. ¿A que sería gracioso?

Tómate el día o vete al médico, a ver si te hace un justificante. No se hunde el mundo por esto, sacas un día para pensar.

Eso es, para ver pros y contras. ¿Qué te parece? ¿Eh?

Una jornada de reflexión y mañana como nuevo.

Mañana como nuevo, bonita filosofía.

Hagamos un pacto. Déjame tomarme la caña en paz y desaparece. No me hables jamás como si fuera una categoría. Jamás.

Y no vuelvas a decirme en tu puta vida que soy un asco de tío.

 

Javier Sáez de Ibarra trabaja en un instituto donde imparte Lengua y Literatura. Autor de numerosas antologías, sus estudios y reseñas aparecen en revistas como El Buen Salvaje, El Cuaderno, Quimera o Turia. Es el editor de la obra de Hipólito G. Navarro, El pez volador (2008). Ha publicado el poemario Motivos (2006) y los libros de cuentos: El lector de Spinoza (Páginas de Espuma, 2004), Propuesta imposible (Páginas de Espuma, 2008). Relatos suyos se recogen en las antologías de referencia más recientes y han sido traducidos al inglés. Su obra Mirar al agua. Cuentos plásticos (Páginas de Espuma, 2009) obtuvo el I Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y por Bulevar (Páginas de Espuma, 2013) el XI Premio Setenil al mejor libro de relatos del año. Fantasía lumpen es su nuevo libro.Preliminares es la sección donde anticipamos libros que se publicarán en breve, Adelantos que sirven como Preliminares del gozoso acto de encuentro con los lectores en forma de libro, donde la experiencia de lectura se torna verdaderamente material.

Poe y compañía es la sección dedicada a la ficción  en penúltiMa. Por necesidad un relato colgado en la web no debe ser muy largo, y eso nos recuerda a la unidad de impresión de la que habló el iniciador del cuento literario moderno. No nos parece mala cofradía para unirse a ella.

La imagen que ilustra el texto es de la fotógrafa mexicana Floria González, su trabajo puede ser disfrutado en su página web: http://floriagonzalez.com