La fantástica editorial Libros Corrientes, que obliga a replantearse eso de que no quedan editoriales comprometidas, está haciendo una campaña de preedición de la correspondencia de las hijas de Karl Marx. Luminosas como documentos, determinantes por su retrato histórico e intelectual, estas cartas son uno de esos libros que entregan mucho más de lo que uno puede esperar. Compartimos aquí el inicio del libro, las cinco primeras cartas del mismo y tras elas el enlace para participar en la colecta (los modernos lo llaman crowdfunding) que la editorial está haciendo para poder emprender la publicación del libro.

 

Primera parte

De marzo de 1866 a julio de 1869

Círculo familiar

 

Esta primera parte contiene una selección representativa de cartas escritas a finales de la década de 1860 procedentes, principalmente, de la correspondencia de las chicas entre sí y a su padre. Por entonces vivían en Modena Vilas (Maitland Park), localidad situada entre Hampstead y Kentish Town. También contiene algunas cartas tanto de Paul como de Laura Lafargue, en París tras su matrimonio. La selección comienza oportunamente con una infantil y entrañable carta de Eleanor a su padre, que entonces se encontraba en Margate donde confiaba (una creencia común en la era victoriana) en que el aire de mar curara sus forúnculos, y finaliza en el libertario hogar del amigo y colaborador de Marx, Friedrich Engels.

Aunque nunca dejó de estar apurada y dependiera de las constantes inyecciones de dinero de Engels, ya había pasado el periodo de mayor adversidad de la familia, cuando, tras el exilio de Marx, estuvo viviendo hacinada en el Soho y tres de sus hijos murieron de bebés. Varias pequeñas herencias les permitieron, finalmente, guardar al menos las apariencias del modo de vida de la clase media.

Las principales inquietudes de la correspondencia están claramente plasmadas en la presente selección. Desde temprana edad –Jenny tenía veintiún años cuando comienzan las cartas, Laura veinte y Eleanor once– las chicas estuvieron, de diferentes formas, implicadas en el movimiento socialista y en el trabajo de su padre. Escriben sobre los asuntos políticos de la actualidad: Irlanda, Polonia, la Liga de la Reforma, los sindicatos y la Asociación Internacional de Trabajadores. Escriben sobre literatura y trufan sus cartas con juegos de palabras, citas literarias y cotilleos teatrales. Escriben sobre Shakespeare, para ellas una pasión especial, al que recitaban y representaban frecuentemente en el hogar. Escriben sobre Engels que, sin hijos legítimos propios, quería actuar como un segundo padre, tanto espiritual como materialmente; sobre su madre, que había consagrado su vida a la familia, a la política y a la transcripción de la obra de Marx; y sobre Helen Demuth, su criada y fiel amiga, de la que todos ellos dependían. La imagen resultante es la de una familia muy estrechamente unida para la que la publicación de El capital y el trabajo de la AIT son de vital importancia. Las hijas de Marx son cultas, ingeniosas, políglotas y, hasta cierto punto, elitistas.

* * *

El 14 de marzo de 1866 Marx viajó a Margate para recuperarse de unos graves forúnculos. Al principio se alojó en un hotel, el King’s Arms, donde le sorprendió el extraño comportamiento de uno de sus compañeros de habitación. Marx dio por supuesto que era ciego pero, más tarde, descubrió que en realidad era sordo. Se trasladó a una casa de huéspedes llevada por una tal Sra. Grach. Desde allí daba tonificantes paseos y se bañaba en el mar de marzo, que calificaba de «delicioso». Volvió a Londres brevemente para asistir a una fiesta que sus hijas hicieron el 22 de marzo.

Ellie era uno de los muchos apodos de Eleanor. El que finalmente cuajó, y con el que firmaba sus cartas, era Tussy, pronunciado como en «pussy».[1]

 

  1. De Eleanor a Karl Marx

Modena Villas 1

19 de marzo de 1866

Mi querido papá:

Como Jenny va a escribirte, quería también adjuntarte una breve carta. Tu primera aventura es muy graciosa. Que confundieras a un sordo con un ciego es magnífico. Me extraña que los «oídos del sordo no se abrieran»[2] ante tu llegada. Entiendo perfectamente que te intimidara quedarte a solas con un ciego que era sordo.

Ahora bien: ¡Karl Marx, doctor en filosofía errada, espero que mantengas tu promesa y vengas el jueves! Se despide con amor, siempre

tu afectísima,

Ellie

 

* * *

Tras la fiesta, Marx volvió a Margate, donde se le unieron Eleanor y Jenny. Laura se quedó en Londres con la señora Marx (Möhme).

 

  1. De Laura a Jenny

[Londres, después del 22 de marzo de 1866]

Mi querida Jane:

Os habría escrito antes a todos de haber podido hacerlo, pero el poco tiempo que tenía me lo robó nuestro buen amigo el señor Faraday, con el que tuve un largo tête-à-tête el jueves por la tarde en el que, por cierto, los dos nos mostramos tan agradables como pudimos y yo quedé tan encantada con él como me atrevo a decir que él quedó conmigo. Después de que nuestro inventario de observaciones (que no de coqueteos) se agotara, porque no era como el de la señora Marks, de soltera Hubbard (inagotable), se nos unió Möhme, que entró sin botas, con la tela justa para aliviarla de la carga de confiar enteramente en los efectos de la naturaleza y con la tela dispuesta de tal forma que dejaba ver más de lo que ocultaba. Ya conoces la sensibilidad tan delicada de nuestro amigo y con qué facilidad se sonroja. Sin duda, en esta ocasión tenía buenas razones. Por mi parte cerré los ojos y así evité ver lo que no podía mirar sin retener mi color natural.

El viernes por la mañana estuve ocupada con las «tareas de Pascua», con las que ya te irás familiarizando poco a poco. Por la tarde me vestí, cené y, cuando me acababa de despedir de Möhme, que iniciaba su peregrinación a King Street (Reformadores),[3] ¿quién, de entre todos los hombres en el mundo, vino a tropezarse con mi soledad sino Peter Fox?[4] ¡Santo cielo! ¡Cómo me asusté! Ese hombre que ya se había dado cuenta a primera vista de que a mí me faltaba esa chispa que nada puede expiar y con el que apenas había cruzado unas palabras media docena de veces, ¿cómo me las iba a arreglar para estar a solas con él? Tenía tantos y tan abrumadores agravios en su corazón y en su cabeza que era imposible ocultarlos. Fueron saliendo todos sus demonios: Polonia, Irlanda, la Liga de la Reforma, «la aristocracia feudal», «el ministerio británico»… no de uno en uno, sino todos de golpe, hasta que la habitación se oscureció con lo que supongo eran encarnaciones de cosas muertas invocadas por sus salvajes palabras y hasta que sus balbuceos y tartamudeos aumentaron de tal manera que imposibilitaron seguir con la exposición.

Estuve sentada escuchándole todo ese tiempo (una hora y media), apenas incapaz de contener la risa ante lo inusitado de mi situación, siendo arengada sobre temas de los que no sé nada… y con una creencia intacta por parte del arengador en que yo estaba «al día» de todo lo que decía o podría decir.

No lamenté que la llegada de Möhme me liberara por fin de las confidencias que, por aduladoras que fuesen para mi inteligencia, resultaban muy alarmantes para mi ignorancia y nerviosismo.

Evelina vino un poco más tarde.[5] Salí con ella y la acompañé a su casa, donde consiguieron que me quedara toda la velada. Me vi obligada a escuchar durante una eternidad la improvisación musical del señor Hirsch, a presenciar el comportamiento más bien inadmisible de Azelia, la incomodidad del señor Strong y, finalmente, a compartir un pastel de conejo… y todo esto se hizo mucho más desagradable porque Charles estaba allí. El muy tonto se ha comprado un camafeo por ocho guineas y ha puesto mi retrato dentro y todavía Möhme se sorprende de que me moleste. Charles te manda recuerdos.

Ha sido bastante injustificable [sic] por tu parte estar ausente un Viernes Santo. A la hora de zamparse los panecillos de pascua aquí nadie hacía nada y todo el peso de la obra ha recaído sobre mí. Tengo que mantener una reputación de veinte años representando un papel para el que sabes que nadie está mejor preparada. Sin embargo, todo héroe necesita una heroína, y es triste actuar en un escenario vacío. Por lo tanto, aunque he sido tan imprudente como siempre en lo que respecta a las consecuencias y aunque, para mantener el «honor de la familia», me he comido una montaña de panecillos, los esfuerzos de una intérprete solitaria no han podido evitar que la obra estuviera maldita (Möhme y Helen[6] han representado sus papeles sin entusiasmo ni espíritu) y que resultara una farsa lamentable. Te aseguro que casi he sucumbido bajo la carga de las cruces[7] que he asumido.

Todavía no he escrito ni una palabra a Challey,[8] que está enfadado y con el que todavía tengo que hacer las paces. Además, ¿por qué debería escribirte? Si no lo hubiera hecho, me llamarías algo peor que perezosa, pero ahora no atribuirás estos garabatos a nada mejor que el deseo de escucharme hablar a mí misma. Por lo tanto, me despido hasta que ese deseo se justifique teniendo algo que decir.

Con cariño,

Laura Marx

 

No sería de extrañar que una caja errante consiguiera llegar hasta Margate. Si es así, encontrarás [en ella] un libro, Delphine[9] (que Möhme insiste en mandarte porque piensa que encontrarás ocasión de leer, pero que yo creo que no disfrutarás mucho cuando descubras que la historia se interrumpe donde más te apetecería que continuase), una carta de Nelly Cunningham.[10] Lo cierto es que no la he leído, solo la he abierto por si había algún mensaje de Alice para mí. Pero, como dice esa canción que tú sueles cantar sobre aquella viuda (cuya música recuerdo confusamente), parece que «he sido olvidada».[11]

Delphine es de la biblioteca y debes tratarlo con mucho cuidado. Por supuesto, no lo he leído.

Adiós.

Siento mucho que sigas mal de tu resfriado. El mío me está reduciendo a la condición de sorda, muda y ciega.

Cuando veas esta caligrafía pensarás también que «mi mano derecha ha perdido su destreza».[12]  Benedícite.

¡He escrito como un torbellino, con errores y todo!

 

* * *

A finales de agosto de 1866, Laura y Eleanor viajaron a Hastings, donde se alojaron en una pensión regentada por una tal señorita Davis. Jenny se les unió más tarde. Cuando Laura escribió la siguiente carta llevaba un mes comprometida extraoficialmente con Paul Lafargue, un estudiante de medicina francés de veinticuatro años. Sus recuerdos de «escenarios de placeres anteriores», cargados de romanticismo y con ecos claramente wordswortianos, se refieren a unas vacaciones pasadas en Hastings en 1862 y en 1863, cuando Henry Banner, profesor de música, acompañó a la señora Marx y sus hijas.

 

  1. De Laura a Jenny

Haverlock Road 6

Hastings

1 de septiembre de 1866, ¡santo cielo!

Mi querida Jenny:

La señorita Davies me dice que debo enviar la carta antes de las once y media si quiero que llegue a Londres antes del lunes. Por lo tanto me he sentado a escribir todo lo que pueda en cinco minutos.

Ayer fue el primer día que hizo bueno de verdad, cálido y despejado. Fuimos al valle Ecclesbourne y al Dripping Well y volvimos a ver todas las piedras y colinas y valles que vimos hace años contigo…Te eché de menos, como te imaginarás.

Me gustaría que los escenarios naturales tuviesen algo de la manía de Paul por la «transformación», que no se burlasen, en su inalterable belleza y reposo, de los hombres y mujeres que regresan a esos sitios, después de un breve periodo de tiempo, habiendo cambiado demasiado. El pozo sigue goteando como siempre y los árboles como siempre se arquean sobre el suelo quebrado y húmedo pero, ¿dónde están aquellos con quienes aquí paseamos, aquí charlamos y aquí bebimos leche (de la misma taza)?

Espero no ser sentimental, pero olvidar es un arte que no aprendí y con el recuerdo de lo que ya no está se vuelve lamento.

Tenía la intención de escribir a Challey para que te mandara aquí pero, de alguna manera, he cambiado de idea. Por nuestro propio bien te quiero aquí, por supuesto (y por el bien de tu salud), pero creo que aquí hay muchas cosas que se interpondrán en tu disfrute. No te gusta revisitar los escenarios de placeres anteriores y estarías precisamente allí donde el escenario permanece igual y el deleite se ha perdido.

Miles de recuerdos de una época pasada me persiguen (así de inalterado permanece el sitio), por lo tanto, no te librarías de muchas sensaciones incómodas.

Aun así, ¡bañarse es tan agradable! ¡Y las olas, el viento y el clima! Tussy dice que podemos dormir las tres en una cama. ¿Podemos?

La señorita Davies es realmente muy amable: con un poco de «gruñonería» que por constitución no puede evitar, pero se muestra ansiosa por agradarnos y hace muchas aportaciones a la mesa y concesiones a nuestra cuenta. Ella y la señora «mosquita muerta» se pelean constantemente: subrepticiamente, por supuesto, se apuñalan con sonrisas. Me administran una dosis de sus bobadas, pero yo saco de ello toda la diversión que puedo y así me olvido de la sensación de fastidio que me provocan al principio.

Sus peculiaridades y sus «truquillos para congraciarse» son una gran fuente de diversión para Tussy y para mí, que nos pasamos horas fuera riéndonos e imitando las escenas que presenciamos en la casa.

Las bandas siguen tocando aquí de la mañana a la noche y los gritos de bañistas, negros, paseantes y marineros llenan el aire de todo tipo de ruidos agradables.

Un hombre melancólico frecuenta la playa tocando melodías lastimeras con un instrumento inservible. Si no es Kaub[13] en persona, debe ser el hermano de Kaub.

Esta mañana ha vuelto a llover, mucho y muy rápido. No diría que «ha llovido a mares» porque no soy la hija de un poeta.

Hastings nunca amanece igual dos días seguidos pero, «¡Hastings, con todos tus defectos, aún te amo!»[14]

No hay más tiempo. Besos al Moro y a Helen, de

siempre vuestra

Laura

P.D. Te escribo, pero sigo estando muy ofendida. Todavía no he recibido carta tuya. Tienes una conciencia muy irregular.

 

* * *

La posdata de Jenny a la siguiente carta contiene la primera referencia de esta correspondencia a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o, como luego fue conocida, la Primera Internacional, creada en St. Martin’s Hall, Londres, en septiembre de 1864. Fundada con la ayuda de otros refugiados europeos y de algunos líderes sindicales británicos, la Primera Internacional tenía como objetivo principal el progreso y la emancipación de las clases trabajadoras así como proveer de un medio de comunicación centralizado a las diferentes asociaciones de trabajadores de diferentes países. Durante los ocho años de su existencia, Marx trabajó incesantemente para la Primera Internacional, adhiriéndose rígidamente a sus principios y teniendo agrias batallas con todos los que mantenían diferentes interpretaciones de los mismos.

Del 3 al 8 de septiembre tuvo lugar en Ginebra el Primer Congreso de la Internacional. Marx estaba demasiado ocupado trabajando en El Capital como para asistir, pero Paul Lafargue estuvo presente como traductor. El Congreso confirmó que la sede del Consejo General debía seguir siendo Londres y que a finales de ese mismo mes tendrían lugar elecciones. Marx declinó ser nombrado presidente declarando que, en tanto «trabajador intelectual» y no «trabajador manual», era un candidato poco adecuado. Propuso en su lugar al ya titular George Odger, zapatero y miembro fundador del London Trades Council [Consejo Londinense de Oficios]. Odger fue así reelegido, con Johann Eccarius, un sastre alemán, como vicepresidente. Marx fue reelegido secretario correspondiente para Alemania.

 

  1. De Jenny a Laura y Eleanor

[Londres, septiembre de 1866]

Jueves por la tarde

Mi noble Sucesor, Hotentote de baja cuna:

Zwei auf einem Strich![15] No tengo tiempo para escribiros a cada una por separado (son más de las tres y he prometido ocuparme de la cena). ¡Pobre de Lafargue si espera hoy un rico pastel! Le espera una gran decepción. No tengo la más mínima idea de cómo mezclar la harina con la mantequilla. Ayer hice una tarta y salió del horno dura como una piedra. Helen piensa que me excedí con el rodillo (si me hubierais visto en faena hubierais pensado que había troyanos saliendo de sus tumbas). Temo que mi entrega como cocinera no pueda mejorar la salud de Challey, pero es que Helen está demasiado atareada con otras cosas: friega con tal energía que a veces (cuando estoy en la cocina…) me imagino que las tablas ceden y Helen cae sobre mi cabeza.

La casa es un absoluto pandemonio: todo es desorden, prisas, suciedad y ruido. Alfombras, sillas, escobas y mantas vuelan en todas direcciones. Las puertas se cierran a portazos y el agua salpica a diestra y siniestra. El continuo parloteo de Parker resulta casi ahogado por el resto de ruidos.

A H[elen] le gusta escuchar que se valoran sus esfuerzos artísticos y le agradece al Hotentote su carta, cuyo contenido, sin embargo, no está segura de terminar de entender, privada como ha estado de los servicios del secretario Tommy, que tenía otros asuntos que atender: nos ha bendecido con un nuevo montón de gatitos –hay, creo, dos atigrados y uno con una mancha igual a la de Tibi–. Todavía no se les ha mandado a mejor vida. A excepción de la venida de estos tres extraños, no ha ocurrido nada durante vuestra ausencia. Cada día se parece tanto al contiguo que no es fácil decir cuál es cuál. El carnicero, el panadero, el frutero y el chico de los periódicos vienen cada día. Salgo de caminata con Challey, me encargo de las cuatro comidas (no he ensayado nada desde que os marchasteis), charlo con Paul o con algún otro visitante extraviado y me voy a la cama. Voilà tout. El embelesado muchacho cada vez está más impaciente. Sus ojos están, con su corazón, en Hastings. El domingo pasado trabajó como un negro en el columpio. Todo el hierro está ahora recubierto con un precioso cuero color crema. Incluso Lessner[16] expresó su admiración por la ejecución del trabajo (tuvo que coser el cuero al brazo del columpio).

Los Manning[17] han sido desmesuradamente afectuosos conmigo. He visto todos los días a alguno de ellos. La pequeña Eva acaba de irse y os envía «muchos recuerdos y muchísimos besos». Está bastante ofendida con que no la hayáis escrito, como prometisteis. Si tenéis un poco de tiempo, hacedlo. A la pobre chiquilla le hará mucha ilusión, es muy infeliz. La semana pasada estuve con el «Magnífico» y Helena viendo su nueva casa. El salón es tan grande como el nuestro, la habitación de Charles es inmensa y el comedor es amplio y luminoso. Es la habitación más bonita de la casa, está en la parte trasera y da directamente a un precioso jardín que la buena de Azelia ha convertido en una pista para croquet. ¡Por el amor del cielo: piano, guitarra, canto y croquet! ¿Hay alguien capaz de soportar un conjunto así? ¿Qué será de los corazones sensibles?

De los Faraday no sé nada desde que volvieron, así que no puedo deciros hasta qué punto ha manejado el viejo las cosas. Para reunir un poco de información sobre el estado de la cuestión llamé al College, pero por desgracia solo me encontré allí a la señora Boydell.[18] Me dio la siguiente información, que me tenéis que prometer –tú, Hotentote, por el debido respeto a tus superiores, los emperadores, y tú, Sucesor, por las marcas recibidas– no comunicársela a nadie. Se trata de un gran secreto que solo yo, la señora Fletcher y Hove conocemos. La señora Cs. ha dimitido y va a ceder a Marion [?]el trono que durante largos años ocupara. ¡Pobre Marion [?]! No le envidio tales honores. Cuánta angustia y problemas tendrá ahora. Todavía no han sido capaces de encontrar un socio o vender el negocio (así que la señora Cs. perderá una buena cantidad de dinero).[19] Me da pena la pobre vieja. Decía: «Si Marion pudiera encontrar esposo y estuviera en una posición desahogada no me preocuparían demasiado mis pérdidas». «Hombres, hombres… ¡Ojalá hubiera más hombres en el mundo!», gemía. Demos tregua a este cotorreo, que si Paul me hubiera oído hubiera exclamado «Ah, que vous êtes bavarde, pire qu’une vieille commère».[20] Adjunto una carta de Möhme y también un poema escocés escrito por Burns…

Esperando veros el lunes a las dos, jamonas, hermosas y no cuarentonas.[21]

Creedme que os quiere,

El emperador

 

El Congreso fue, al parecer, un gran éxito. Las delegaciones fueron recibidas con mucho entusiasmo. Tambores y trompetas se esforzaron en dar un mayor esplendor a la entrada de los grandes hombres, que fueron agasajados y adulados. Me temo que George se ha olvidado por completo de Eccarius.[22] Jung[23] no ha escrito, así que no sabemos quién ha sido elegido presidente del Congreso.

¡Qué frio hace! Temo que estaréis pasando horas muy aburridas bajo la mirada de la señorita D[avies] y sus encantadoras amigas solteronas.

 

* * *

El 26 de septiembre de 1866 Laura Marx y Paul Lafargue se prometen oficialmente. Paul pasaba por entonces la mayor parte de su tiempo en Modena Villas, y a los Marx les preocupaba mantener las apariencias en su presencia, pese al gasto que suponía la boda y a sus continuos problemas financieros. Algunos acreedores amenazaron a Marx con iniciar procedimientos legales, así que Marx escribió pidiendo ayuda a su tío Lion Philips, en Holanda (uno de los albaceas legales de su madre), al doctor Kugelmann, conocido miembro de la Internacional en Hanover, y a Engels, que envió dinero en dos ocasiones durante esta época.

Hijo de un adinerado comerciante de vino de Burdeos, Paul Lafargue era un proudhoniano descendiente de criollos involucrado en el explosivo Congreso Internacional de Estudiantes de 1895 en Lieja. Poco antes, ese mismo año, había conocido a la familia Marx cuando fue Londres para presentar un informe de la situación de Francia ante el Consejo General de la Internacional, en cuyo «círculo de confianza» fue aceptado como miembro. Sin embargo, a Marx no le gustaba que Paul cortejara a Laura. Aunque la señora Marx decía estar encantada con el compromiso, a Marx le preocupaba la perspectiva de otro revolucionario en la familia, con el tipo de vida que ello supondría para Laura.

A mediados de noviembre, Marx envió los primeros capítulos de El Capital a Meissner, su editor alemán. Hacia abril de 1867 había terminado el primer volumen y se fue a Hamburgo para entregárselo a Meissner en persona. Allí permaneció seis semanas, hasta poder corregir personalmente las pruebas. Marx quedó impresionado con Meissner, que enseguida se hizo cargo del libro y publicó una primera edición de mil copias el 14 de septiembre.

Desde el 17 de abril Marx se alojó con los Kugelmann en Hannover. Durante la ausencia su familia le bombardeó a cartas.

 

  1. De Jenny a Karl Marx

[Londres, finales de abril de 1867]

Mi querido Challey:

La última carta que recibiste de Modena V(illas) fue tan pesada (con epístolas de Möhme, Fox y Tussy) que no quiero terminar de agotar tu paciencia con mis garabatos. Pero tampoco quiero demorarlo más tiempo. Me pica la lengua, tengo que charlar un rato contigo. Antes que nada, déjame que te diga lo mucho que me regocija escuchar un relato tan positivo de tu editor. Es una bendición que no se parezca a ese condenado pachón de Duncker,[24] pero mayor bendición es que el libro no aparezca bajo los auspicios de tu buen amigo Lassalle.[25] ¡Qué el cielo nos cuide de nuestros amigos! Esta mañana, Möhme recibió una carta de Engels (con 10£ adjuntas). Nuestro viejo amigo está frenético de alegría. Dice que jamás había experimentado mayor placer que el de recibir tu última carta. Temo que para Ida[26] no sea una alegría sin límites la noticia de la pronta publicación de tu libro.

Muchas gracias, querido Moro, por el regalo de cumpleaños que contenía tu carta. ¡Cuánto voy a echarte de menos el primero de mayo! Va a ser mi primer cumpleaños sin ti. ¿Estarás de vuelta antes del 5 de ese mes?[27] Por cierto, muy amable de tu parte que te molestes en prepararme una agradable estancia en Alemania. Sin embargo, tengo que protestar ante una cosa. Se diría que pensáis que necesito con urgencia un cambio, mientras que, muy al contrario, os puedo asegurar que estoy muy cómoda donde estoy. De hecho, querido Challey, te equivocas suponiendo que estoy en modo alguno «triste y consumida». De verdad, no hay la menor demanda de esas increíbles sonrisas compasivas (que no sé a qué o de dónde vienen) aunque haya una abundante oferta de ellas. Todavía no he llegado al punto de necesitar que se me proporciones diversiones y emociones. Siempre encuentro montones de cosas con las que divertirme sola. Ahora mismo estoy disfrutando a fondo de El cartismo de Carlyle. Admiro mucho su original estilo, nobles aspiraciones, buenas intenciones y, sobre todo, su supremo desprecio hacia el presente «perfecto estado de la sociedad», hacia la «modélica Constitución Inglesa» y hacia la palabrería de sus parlamentos, ya estén reformados o no. Pero «por ello y con todo ello»[28] cuando se compara con el libro de Engels,[29] Carlyle me parece «rancio e inútil».[30] Nunca antes había visto tan clara la diferencia entre un hombre de letras y otro de ciencias.

Hace unos días recibimos una grata sorpresa. Nos llegó un paquete con una cruz de hierro, una medalla de plata y un pequeño anillo (no sé si de bronce o de oro). Lo ganamos en la lotería polaca. ¿No es genial? La cruz fue acuñada en conmemoración de las masacres del 61,[31] y la llevaba una mujer polaca hasta que se la arrancaron los moscovitas. Lleva grabada una hoja de palma, una corona de espinas y la palabra Varsovia. La medalla de plata se hizo a partir de cucharas, etc…, donadas por la nación y fue acuñada en memoria de la donación de tierras a los campesinos. Te puedes imaginar lo encantada que está Tussy con todas estas cosas y con qué placer las lucirá «Joe».[32] En casa las cosas están tranquilas. Hemos esquivado las arenas movedizas y, hasta el momento, navegamos a distancia de rocas y aguas poco profundas flotando tranquilamente por un océano cristalino. A quien sí hemos visto es a nuestro amigo Jung, que nos visitó junto a su esposa. Fox nos visita todos los domingos y nos demuestra su elocuencia hablando de Stäel, de las cuestiones irlandesa y polaca y de sus queridos Feuillants.[33] Cada vez que aborda la cuestión de las divisas me saca de mis casillas, me levanto y me voy. Vemos mucho al Secretario de España.[34] Si encontraras retratos de Hegel y te trajeras uno, le complacerías enormemente. A propósito, hablando de retratos, me acuerdo de que prometiste hacerte uno; una estampa grande, ya sabes. Me gustaría mucho tener uno. Laura está mucho mejor. Hoy está en clase de equitación. Monta a caballo de manera excepcional. Subida en él está especialmente linda. Paul está un «pouco» nervioso y a veces suelta las crines del caballo en lugar de las riendas. Estas hazañas ecuestres están, claro está, siendo la sensación en Haverstock Hill; los vecinos están alborotados.

Con amor y muchos besos se despide, querido Challey, tuya,

Jenny

 

[1]      «Pussy» significa en inglés tanto gatito como la amplia gama semántica que va de coño a chichi. «Tussy», por otra parte, carece, que sepamos, de significado. Su parecido fonético con «pussy», como sugieren Meier y Evans, o con «tushy» [trasero, pompis] puede ser una explicación al apodo. O no. Las notas al texto de Evans/Meier no llevan indicación ninguna, las de la edición de Libros Corrientes van rematadas con un ‘(Nota Corriente) o ‘(N.C.)’. (Nota Corriente)

[2]      Referencia a Isaías 35, 5: «Entonces se abrirán los ojos de los ciegos / y los oídos de los sordos se abrirán» (trad. de Bover/Cantera, B.A.C., 1953). A lo largo del libro usaremos, según convenga al texto, la traducción de Bover/Cantera o de Reina/Varela. (N. C.)

[3]      Posiblemente haga referencia a la Liga de la Reforma Nacional, cuyo cuartel general se encontraba en King Street, cerca del Strand.

[4]      Peter Fox fue uno de los fundadores de la Primera Internacional.

[5]      Charles, Azelia y Evelina Manning eran amigos de la familia para quienes Jenny más tarde trabajó como institutriz. Charles Manning había propuesto matrimonio a Laura en mayo de 1865, pero había sido rechazado.

[6]      Helen Demuth, a veces escrito Helene, y conocida como Nim, Nym, Nimie, Nymmy o Lenchen.

[7]      Los panecillos de Pascua (hot cross buns), tienen dos cortes en la parte superior en forma de cruz. (N. C.)

[8]      Challey era una de los apodos de Marx; también lo eran Charley, Möhr (Moro), Master (Amo), Old Nick o Nicky (Viejo Nick/Nicky).

[9]      Probablemente la novela de Madame de Staël (1802).

[10]     Alice y Nelly Cunningham eran amigas de Jenny y Laura.

[11]     Probablemente se refiera a «Widow Machree», de Samuel Lover, uno de los escritores favoritos de Eleanor, que escribía famosas baladas sobre la vida campesina en Irlanda.

[12]     Referencia a Salmos 137:5: «Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza» (Trad. de Reina/Valera).

[13]     Karl Kaub, trabajador alemán emigrado a Londres el año anterior.

[14]     «England, with all thy faults, I love thee still» es el primer verso del poema «The Time-Piece», de William Cowper (Reino Unido, 1731-1800), incluido en el segundo volumen de su obra The Task: a Poem in Six Books (1785). (N. C.)

[15]       «¡Dos de golpe!»

[16]     Friedrich Lessner, miembro de la AIT, sastre y amigo de la familia.

[17]     Ver nota 3 de la carta 2.

[18]     La señora Elizabeth Boyled fue directora del South Hampstead College for Ladies, situado en el 18 de Haverstock Hill, al que tanto Jenny como Laura habían asistido.

[19]     Aunque no ha sido posible rastrear la crisis que afrontaba el South Hampstead College, podemos suponer que la «Marion» a la que se refiere es a la señorita Marion Susan Rentzsch que, junto a la señora Boydell, aparece en los registros de la época como ocupante de la propiedad.

[20]     «Mira que eres parlanchina. Eres peor que una vieja chismosa.»

[21]     «Fat, fair and forty /Were all the toast of the young men», John O’Keeffe, The Irish Mimic. [Aunque Evans y Meier localizan esta expresión en la obra de O’Keeffe, «Fat, fair and forty» es, sin embargo, una expresión con cierta vida en la época de las hermanas Marx. Para un debate sobre el origen y uso de la expresión ver en la web James Joyce online notes la entrada «Fair and forty goes far in a day» de la sección «Allusions» (http://www.jjon.org/joyce-s-allusions/forty). (N. C.)]

[22]     Odger.

[23]     Hermann Jung, relojero alemán, miembro de la AIT.

[24]     Franz Duncker (1822-88) fue el editor anterior de Marx. Con él publicó la Contribución a la crítica de la economía política.

[25]     Ferdinand Lasalle, apasionado hegeliano y un oportunista que fundara el nuevo movimiento social-demócrata alemán tras la Revolución de 1848, estuvo muy implicado en la edición alemana de las obras de Marx. Aunque Marx era muy crítico con Lasalle, su muerte en duelo en 1864 le conmovió profundamente.

[26]     Esposa del poeta Freiligrath, uno de los más viejos amigos de Marx. Marx rompería relaciones con él en 1870 debido a las «odas patrióticas» de Freiligrath (Isaiah Berlin, Karl Marx, p.198).

[27]     Cumpleaños de Marx.

[28]     «For a’ that and a’ that» es como se conoce el poema de Robert Burns que comienza con el verso «Is there for honest Poverty». (N. C.)

[29]     La situación de la clase obrera en Inglaterra, de 1844.

[30]       «How weary, stale, flat and unprofitable» (Hamlet, I, ii).

[31]     En febrero de 1861 la policía rusa cargó en Varsovia contra una marcha de nacionalistas polacos, hiriendo y matando a algunos de los participantes. La población entera de Varsovia se puso de luto y hizo llegar sus exigencias al zar. El movimiento de independencia polaco, con muchos seguidores en Inglaterra, incluyendo la AIT, acabó en un levantamiento general contra el gobierno ruso en 1863. La insurrección fue brutalmente reprimida.

[32]     Apodo para Jenny sacado de Mujercitas, de Louisa May Alcott.

[33]     Los Feuillants fueron un club compuesto de jacobinos moderados que se reunían en el convento de Feuillant, París. Eran constitucionalistas y moderados. Como partido, su nombre sobrevivió a la muerte del club (agosto de 1792). El término «queridos» es, presumiblemente, irónico.

[34]       Paul Lafargue.