El pasado mes de diciembre, en Madrid, Aroa Moreno Durán se encargó de hacer la presentación del libro de Víctor Sombra que ha publicado La Moderna editora. Ponemos ahora a disposición de nuestros lectores el texto que leyó Moreno Durán en dicha presentación gracias a la gentileza de la editorial.
No sé cómo leerá el autor hoy, y si lo hace, estos ensayos narrativos o relatos o artículos o pensamientos conectados por palabras. Y escribo hoy, escribo ahora, y me refiero concretamente a este mes de diciembre de 2021. Porque fueron escritos hace un tiempo, casi puedo decir «antes de», y se me entiende, y nosotros, los de ahora, dicen que no somos los mismos. No quiero decir de ninguna manera que el libro se haya quedado atrás. Nada más lejos. Más bien actúa como bola de cristal, como presagio de en qué punto nos encontramos. Este libro, de alguna manera, y esa manera es la literatura, advierte sin advertir.
Los temas que cruzan Cuarto de derrota han atravesado mi lectura con esa luz, la luz de este penúltimo mes del año. Pero con una potencia casi de látigo. La ciencia, la cibernética, los desposeídos, los desahuciados, la violencia de la economía, la literatura y la lectura, nuestra sanidad pública. Su capitalismo. ¿Cómo podía leerlos obviando que hemos desvelado ya algunas mentiras y navegamos sobre una crisis sanitaria, social y económica —y ojalá pudiera escribir— sin precedentes?
Un cuarto de derrota es un área contigua al puente de mando donde se sitúa la mesa de cartas náuticas y el trazado de la posición del barco. Tal vez, ustedes conocían este término. Yo no. Se suele llamar derrota al camino planeado y seguido por una embarcación que se traza sobre los mapas o las cartas de navegación. De ahí, viene la palabra derrotero. Y juega Víctor, supongo, con el sentido que tiene lo derrotado.
Dice Ignacio Echevarría en el prólogo de Cuarto de derrota que los planteamientos de Víctor en estos textos son siempre insólitos. Y así es. Una va leyendo y de pronto le parece escuchar la quiebra de sus propios esquemas de pensamiento. Une conceptos o coordenadas históricas que, a priori, parecen irreconciliables. Y entonces, se escucha un crujido, seguido de una luminosa lógica de la que surge un camino de conexiones naturales que alumbran aquello que nos parece que ya sabíamos pero no habíamos puesto jamás sobre el mapa.
A Víctor y a mí nos cruzó un muro. El de Berlín. Hace unos años escribí una novela que transcurría en la República Democrática Alemana. Y hace unos días, di una pequeña charla a los estudiantes del que fue mi instituto de Secundaria y me hicieron algunas preguntas, entre ellas, esta: ¿en qué lado del muro te quedarías si pudieras elegir? Ay, amigos, he querido decirles, de elegir no se trataba. De elegir todavía no se trata. Pero ahora creo me quedaría en el mismo lado que decidiera quedarse la librera de Erfurt. Cuento esto porque hay un capítulo, creo que se trata de la primera colaboración que Víctor hizo para la revista digital Contexto, que se titula así: «La librera de Erfurt», donde nos habla de los años que su amiga Edith fue librera en la Alemania oriental y del acceso a los libros entonces y allí, y ahora y aquí. No digo más para que puedan descubrir por sí mismos cuál es el envés de la historia de los lectores. Y cómo se trazó sobre la carta de navegación el envés de mi propia novela.
En otro de los textos de Cuarto de derrota, tal vez en el artículo más afilado o desafiante para el lector tranquilo, nos habla de un joven llamado Jake Bilardi. Se titula «Cartas del inframundo y postales de aquí cerca». No sé si lo recordarán a Bilardi. Era un estudiante australiano que se acaba uniendo al Estado Islámico y muere en un ataque suicida en el año 2015. Tenía 19 años. En este texto, Víctor recoge algunos fragmentos del blog de Bilardi, donde dice:
«En ese instante —dice cuando llega a una ciudad en Alepo— no pude dejar de recordar aquel momento, años atrás, cuando me dije a mí mismo que llegaría un día en que lucharía para derrocar el sistema democrático. Ese día había llegado, pero no en la forma en que había esperado».
Y entonces Víctor escribe:
«La inmersión en la “falsa realidad” de la que habla Bilardi, su corriente de consumismo, tecnología e imágenes, lava nuestras culpas; mejor aún, es como si lleváramos el río Leteo siempre con nosotros, encharcado en cada pantalla: nos hace olvidarlas por completo. Culpas por acción y por omisión. Y eximentes varias: confusión, enajenación, engaño, desánimo. El tablero de mando de la culpa cuenta con muchas luces y clavijas».
Nadie le preguntó a Bilardi: ¿en qué lado del muro te quedarías a vivir? Pero tampoco: ¿en qué lado a morir?
Son muchas las referencias y los personajes que deambulan por estas páginas. Están los mortales inmortales. También algunos conocidos del autor, como el editor y escritor Constantino Bértolo, o Paula Vázquez, la pediatra. Pero también Nietzsche, Belén Gopegui, Primo Levi, Borges y Mercé Rodoreda en conversación. Hay espacios geográficos que son personajes: la ciudad de Ginebra, los paseos en bicicleta de Víctor, el hospital, la librería Albatros.
Nueve relatos-ensayos, tal vez su autor sepa cómo los llamamos si es que hay que nombrarlos, y una pequeña obra de teatro componen este Cuarto de derrota. Acabo esta personal lectura del libro con un párrafo: «Nadie habita los márgenes porque sí. El mismo gesto que borra despeja espacio para la vida, la de unos pocos, que se construye separándose del resto».
Hace unos días, Víctor fue menos excéntrico, al menos, geográficamente, y presentó en Madrid esta llamada sutil, pero directa, irónica y literaria a la conciencia del lector. Y puso sus palabras a los derroteros que seguimos sin preguntarnos, casi nunca, o solo a veces, quién está manejando el timón.
Aroa Moreno Durán nació en Madrid en 1981. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense, especialista en Información Internacional y Países del Sur. Ha publicado los libros de poemas Veinte años sin lápices nuevos (Alumbre, 2009) y Jet lag (Baile del Sol, 2016). Es autora de las biografías de Frida Kahlo, Viva la vida, y de Federico García Lorca, La valiente alegría (ambas en Difusión, 2011). La hija del comunista es su primera novela y recientemente ha publicado La bajamar.
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