Entre la poesía, la prosa, el ensayo y las artes visuales, la obra de Barbara Guest, ineludible referente femenino de la Escuela de Nueva York, surge allí donde las distinciones de géneros naufragan y la escritura amalgama múltiples registros. A lo largo de décadas, y a través de los textos reunidos en este volumen, la escritora ha construido un corpus crítico que tiene como objeto la poesía y, a la par, expande la noción de ensayo hacia terrenos más literarios. Stéphane Mallarmé, Joaquim Machado de Assis, Hilda Doolittle, Ezra Pound, Rainer Maria Rilke o Wallace Stevens, junto con artistas como Pablo Picasso, Piet Mondrian o Henri Matisse, son algunas de las figuras en las que Barbara Guest indaga para pensar la relación del poeta con el poema y su materia, el lenguaje, un vínculo de naturaleza compleja en el que intervienen fuerzas como el ritmo y la composición, el control, la plasticidad, los fantasmas de lo no dicho y la imaginación, cuyo poder se celebra en tanto núcleo vital de toda creación artística. En el delicado equilibrio entre el misterio y el hermetismo, la belleza del ornamento y la necesidad de la palabra justa, el rupturismo y el conservadurismo, o el impulso creativo y su potencial giro destructivo, se trata, propone Barbara Guest, de entrar en el poema como Ulises embarcándose en su viaje. Su lucidez, y ese talento para hacer que rigor y goce lúdico vayan siempre de la mano, nos guían en una aventura donde se otean los peligros sin perder nunca de vista las maravillosas sorpresas que entraña el proceso de escritura. Es una alegría poder compartir con los inquietos lectores de penúltiMa un adelanto de Fuerzas de la imaginación. Escritos sobre escritura, por cortesía de su editorial, Kriller71, que lo pone en circulación dentro de su colección Mula Plateada en traducción de Claudia González Caparrós y el propio editor, Aníbal Cristobo.

 

Nada le gustaría más al artista conservador que creer en el final de la modernidad. Es algo que obsesiona constantemente a este artista. La vida del artista conservador está dedicada a sortear los escollos de la modernidad.

Las problemáticas radicales de un poema son infinitas, y ello da cuenta de la soberbia del poeta que se enfrenta a un espacio sin límites. Esta soberbia forzada debe resguardarse en el entorno hermético donde habita un artista, y está sujeta a regulaciones y leyes que deben cumplirse. La humildad de los conservadores se limita a un segundo plano de su trabajo. En primer plano, en público, son sumamente ruidosos, como si leyeran en muchas lenguas. En realidad, se enzarzan en luchas pasajeras, usando su martillo contra el hielo.

Para que no se me acuse de hacer la guerra con metáforas, me gustaría incluir un comentario personal sobre la recepción de Václav Havel en el Senado de Estados Unidos, donde se le recibió con los brazos abiertos, como si poseyera la capacidad de liberar mágicamente de las falacias a aquellos que las difundían, igual que si Cicerón hubiera vuelto para castigar una vez más al malvado Catilina. “O tempora O mores!”.

Es cosa de ficción, o incluso de alucinaciones, imaginar que a un artista norteamericano se le permitiera imponer opiniones tan radicales en el Senado de Estados Unidos. Y, sin embargo, Havel recibió una calurosa bienvenida y por él se derramaron auténticas lágrimas de emoción.

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En lo que se refiere a apropiarnos de textos, a apoyarnos en las palabras ajenas, incluso en el mundo contemporáneo la imaginación debe tener su propio lugar, porque solo la imaginación es capaz de devolver la vida a los textos. Una de las características implícitas en la imaginación es que rechaza el significado nítido y absoluto. Si no se coarta, nos invita a una actividad que nos guía hacia nuestro propio universo, donde respira la creatividad.

Nada puede reemplazar a la imaginación. Las palabras, cuando se las despoja de su estabilidad –es decir, cuando la imaginación no las aviva–, van de un lado a otro tratando de instalarse en una superficie. Carecen de vocación estable: se vuelven furtivas, ena­jenadas. Wordsworth, que no se resistió a apropiarse del paisaje, escribió: “El lenguaje, si no se preserva, se alimenta y se deja tran­quilo, como la fuerza de la gravedad o el aire que respiramos, es un contraespíritu que trabaja incansable y en silencio para perturbar, subvertir, devastar, corromper y deshacer”.

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¿Quién o qué agencia incita el comportamiento del poema, nos preguntamos, en virtud de qué arquitectura invisible se desarrolla el poema? Los surrealistas nos enseñaron a vagar libremente por la página, liberando pájaros mecánicos, si así lo deseamos, para que aniden en la caligrafía invisible de la composición. Hay algo en la poesía que siempre desea lo invisible.

El poeta desea el control. En un principio, el control destruye el interior del poema, su infraestructura. Hay algo deliberado en practicar el control mediante la conciencia, que incluye la cues­tión todavía imprecisa del comportamiento del poema. ¿Quién o qué agencia lo decide, en virtud de qué arquitectura invisible se desarrolla el poema?

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El poema está dispuesto a olvidar a su autor y tomar su propia dirección. Le gusta que se reconozca su espontaneidad. Algunos poetas son severos y lo reprenden. Otros se angustian. A unos pocos les gusta el embaucador y quieren adoptarlo. En ciertos momentos, las imágenes equívocas pueden llevar en direcciones interesantes. Algunos poetas tratan incluso de engatusar al poema. Todos hemos estado en estas situaciones.

El conflicto entre el poeta y el poema crea una atmósfera de misterio. Cuando se ingresa en este misterio, cuando los tramos más oscuros del poema sucumben y se alumbran con la claridad proyectada por la lámpara mental de los lectores, tiene lugar la experiencia que llamamos iluminación. Esta es la experiencia más bella que puede presentarnos la literatura, tanto más valiosa cuanto que es extremadamente insólita: se llega a ella a través de la concentración, a través de la meditación sobre el poema, a través de facultades que habitualmente se asocian con la experiencia religiosa, porque, sin duda, lo es. El lector se convierte al poema. (Una magia invisible que también atraviesa al poeta y al lector).

El misterio, con su elemento de sorpresa y, mejor dicho, de audacia. De pronto han entrado en el poema algunas tragedias inesperadas. La búsqueda del misterio originario se transforma ahora en una aventura. El poeta y el lector hacen equilibrio juntos sobre el alambre que los separa. Un aplauso para esa vigilancia compartida.

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Como poeta que además trabajó para una revista de arte, pude vivir el revuelo que causó el movimiento del expresionismo abstracto y las relaciones personales que mantuve con los pintores sin duda afectaron mi modo de observar tanto la naturaleza como los libros. Siempre he creído que Frank O’Hara y Apollinaire comparten una herencia directa que tal vez ambos habían escogido deliberadamente. La sensibilidad de O’Hara estaba muy próxima a los poetas franceses del cubismo. O’Hara describió el proceso del expresionismo abstracto con mucha mayor precisión que cualquier crítico o historiador del arte en su poema “Por qué no soy pintor”.

Enlace a la web de la editorial:

FUERZAS DE LA IMAGINACIÓN. ESCRITOS SOBRE ESCRITURA. – Kriller71 Ediciones

Barbara Guest (Carolina del Norte, 1920 – California, 2006) fue una poeta y prosista, y referente femenino de la primera Escuela de Nueva York. Afincada desde los años cuarenta en Nueva York, Guest frecuentó a poetas como John Ashbery, Frank O’Hara y James Schuyler, y artistas plásticos vinculados al expresionismo abstracto y el postminimalismo. Su obra incluye más de una decena de colecciones de poemas, entre los que destacan títulos como The Location of Things (1960), The Open Skies (1962), The Blue Stairs (1968) y Fair Realism (1989); la novela Seeking Air (1977) y Herself Defined (1984), una biografía sobre la poeta imagista Hilda Doolittle. Su obra crítica, compuesta por ensayos, artículos y conferencias, se recoge en Fuerzas de la imaginación, publicado en Estados Unidos en 2003. Guest, a su vez, colaboró con la revista Art News, e incursionó en las artes visuales realizando collages que ilustran algunos de sus libros. En 1999, fue galardonada, en reconocimiento por su trayectoria, con la Robert Frost Medal.