Buster Keaton es literatura pura. Sé que una afirmación así puede desorientar a unos y soliviantar a otros. Lo entiendo. Pero me parece algo irrefutable. Tanto su trabajo en el cine mudo como su posterior trabajo en el cine sonoro son la plasmación más incontestable de ese apunte de Bresson: «Lo que inventó el cine sonoro fue el silencio». Lo que en un principio puede ser leído como un obstáculo fue en realidad el principal acicate para el desarrollo del lenguaje cinematográfico: la necesidad de contar una historia sin recurrir al apoyo del sonido, del lenguaje. Y precisamente por eso es tremendamente literario, ya que establece un uso estético y ontológico del propio medio, algo que sucede, también, con el modo en que se trabaja el lenguaje en la creación literaria. Todo debe ser dicho con imágenes, del mismo modo que en la literatura todo debe ser dicho con palabras. Son, en ese sentido, lenguajes artísticos autoreferenciales y autónomos. Que luego haya gente que pretenda colarte que meter imágenes en un libro lo enriquece, o que el uso redundante y enfático de la banda sonora que hace el cine comercial, y buena parte del no comercial quizás demasiado apático o dócil, para qué mentirnos, no quiere decir que modifiquen el estatuto esencial de cada género, vehículo o,, si nos ponemos más elevados, arte.

Buster Keaton fue el padre de muchos de los códigos narrativos del cine, y no es casual que El maquinista de la General (The General en el original), sea una de las películas más importantes de la Historia. El modo en que fija muchos recursos visuales y narrativos, la maduración que supone para muchos de los aspectos fundamentales de la comedia cinematográfica, así lo evidencian.

Como vamos llegando ya a los días de fiestas navideñas nos ha parecido buena idea darles este regalo: dos de las últimas películas de Keaton y un documental sobre el modo en que supusieron el retorno de Keaton a la primera línea de la creación artística y su reivindicación en vida.

 

Film es la adaptación de la pieza de Samuel Beckett. Fue la única vez en que Beckett aceptó trabajar en una película y el rodaje de la misma motivó el único viaje a los Estados Unidos que hizo el premio Nobel, galardón que obtuvo cinco años después de la producción de esta película. Hay poco que añadir sobre Film, que se ha convertido en un corto mítico, abierto a  interpretaciones como toda la obra de Beckett y donde Keaton fue capaz de reinventarse estética y genéricamente.

 

 

Más apegada a la tradición de Keaton y un homenaje en buena medida, o aggiornamento, es The Railrodder, donde Keaton regresa a los raíles y a la narración en movimiento que él convirtió en mito cuarenta años antes del rodaje de esta cinta.

 

 

Cerramos el especial con un un documental que sigue a Keaton en los años que rodó ambos trabajos, sobre todo el último, y nos muestra al Keaton íntimo y capaz de ir más allá de su imagen icónica. Disfrútenlo.