Obsesionado por la última novela de James Joyce, Finnegan’s Wake, esta novela considerada intraducible por muchos, de hecho siempre se nombra con el título original en inglés, el mexicano Juan Díaz Victoria no sólo inventó un método para entenderla, sino que además está tratando de que sea accesible a todos. Lleva diez años trabajando en ello y Gonzalo León se ha acercado hasta él para poder contárselo al mundo.
«Joyce proyecta toda la historia del mundo por el ojo de su psique»
Una de las características que ha tenido la obra del escritor irlandés Jame Joyce (1882-1941) en Latinoamérica es que sus dos últimas novelas, el Ulises y el Finnegans Wake (FW) –que cambiaron la historia de la literatura–, fueron traducidas por desconocidos y amateurs. José Salas Subirat, un agente de seguros que vivía en el barrio de Florida y cuya biografía publicó Sudamericana el año pasado, tradujo por primera vez al castellano el Ulises, mientras que Marcelo Zabaloy, un ex rugbista bahiense que ayuda a su hijo en una agencia de viajes, hizo lo propio con el Finnegans. Parece ser que ese es el derrotero de la obra de Joyce en castellano, que los desconocidos y traductores amateurs se hagan cargo de ella.
Ahora no es un argentino el adelantado, sino el escritor mexicano residente en Cuernavaca Juan Díaz Victoria, que está haciendo la edición anotada del FW para que lo inentendible se pueda entender, y para ello ya lleva diez años de estudio y arduo trabajo. El primer capítulo titulado Estela de Finnegans, con más de mil notas, ya fue publicado por Editorial Arlequín. Si el primer capítulo de la traducción de Marcelo Zabaloy, que editó en 2016 El Cuenco de Plata, alcanza las treinta páginas, en esta edición anotada el número se multiplica casi por cinco, llegando a las ciento cuarenta páginas.
Esta edición anotada, la primera de una saga en la que lleva otros dos capítulos más de los diecisiete que tiene en total, se encuentra disponible en Internet (https://www.kichink.com/buy/1213412/ediciones-arlequin/estela-de-finnegan) a un precio de siete dólares, lo que redoble la apuesta de Díaz Victoria por hacer accesible esta novela de Joyce.
¿Qué fue lo que te llamó la atención de Joyce o del Finnegans?
Primero fue Joyce. Leí la entrada del FW cuando estaba en la universidad y me pareció un texto espléndido con un enfoque excepcional, desde ahí fue un escritor insigne para mí. El FW me parece la obra más monumental de la historia de la literatura, sólo comparable con la Divina Comedia o con la Biblia. A mí lo que me molestaba era toda esa gente que decía que el Finnegans era intraducible o que no decía nada; puede decirse que me cansé de esas excusas y quizá por eso emprendí este trabajo. El propio Joyce en primer momento cuando le decían “esto no es literatura”, él respondía “puede ser, pero en algún momento será literatura”.
Allen Ginsberg cuenta en una carta que ha comenzado a leer FW, con la clave interpretativa, pero que aun así lo encuentra muy difícil: “Tontea demasiado con ideas verbales y abstracciones históricas y resulta difícil entenderlo cuando se refiere a asuntos literarios esotéricos”.
Yo creo que cualquier lector anterior –Pound, Eliot, Beckett– encontró realmente muy difícil hallar los hilos de la trama. El mismo Beckett, que estuvo al lado de Joyce mientas escribía esta novela, comenta que hay que leerse el FW como una instalación verbal. Con el material que tengo reunido hasta ahora, no estoy tan seguro de que pueda verse como una instalación verbal, porque cada una de las referencias tiene un sentido, no es aleatorio ni es ruido. De hecho yo no he encontrado algo que se puede calificar como errata, porque si uno penetra en el texto en alguna versión, puede tener un significado, y muchas veces lo he podido cotejar precisamente por eso, por el mecanismo de redundancia, Joyce estaba plenamente consciente de todo lo que escribió. Pero también hay que tener en cuenta otro aspecto y es que cuando él está terminando el FW, estaba completamente ciego, entonces él ya no leía las cosas en el papel, sino que se las imaginaba y sobre todo las escuchaba.
Ahora cuando me dices lo de Ginsberg, te digo que cualquier versión anterior a la que estoy trabajando implicaba aproximarse a tientas, porque sus referencias personales son muy limitadas comparada con las que Joyce manejaba. Hay que entender que Joyce quiso complicar las cosas. Es posible que Ginsberg o cualquier otro lector encontrara solamente referentes de acuerdo a su cultura particular de ese momento. Afortunadamente encontré un método.
¿Encontraste algo así como el método que inventó Ernest Fenollosa para comprender el chino?
No. Es un método que desarrollé de manera personal. Yo lo vincularía más a una especie de piedra roseta. Dada las herramientas que tenemos disponibles desarrollé un método para localizar lo que no es claro, y da la casualidad de que cada vez que introducía este método obtenía un grado de satisfacción o acierto, que después el mismo Joyce me confirmaba que estaba en lo correcto. Yo decía de pronto esto viene de un sueño o de tal idioma o dialecto y más adelante Joyce me daba la razón al mencionar el país o el lugar donde se hablaba ese idioma o dialecto. Llevo diez años trabajando esto y he desarrollado una empatía: encontré el ritmo y las referencias. Desde un principio jamás dije que no decía nada y profundizando me di cuenta de que todo el texto era continuo y que estaba interrelacionado. Entonces me basé en lo que Joyce dijo: Todo tiene sentido, todas las palabras tienen un sentido y están por una razón. Yo creo más en Joyce que en cualquier exégeta.
Con tu método conviertes la incertidumbre y lo inentendible en certidumbre y entendimiento. ¿Es eso?
Joyce habla precisamente de abrir un código y generar condiciones que hagan predecible lo que en una primera lectura resulta impredecible. Lo que él está diciendo es lo que desarrolló en FW. Por eso digo que hoy estoy avanzando como si fuera un libro cualquiera, claro que es un poco más complejo porque me detengo palabra por palabra. Hoy veo certidumbre y entendimiento. El primer capítulo fue el que más me costó, el segundo fue más fácil.
¿Cuál fue tu interés de hacer una edición anotada de un texto tan difícil? Sólo el primer capítulo que acabas de publicar tiene más de mil notas. Haciendo un cálculo, la edición completa debería tener veinte mil notas, lo que es mucho trabajo, ¿no te parece?
Pues sí, pero me parece que era necesario hacer este trabajo. De hecho buscando referencias he encontrado por qué es necesario hacer este trabajo, de esta manera se pone en concreto lo que está disperso, ya que cuando se abordan distintas lenguas simultáneamente ningún lector en realidad hubiera podido identificar referencia por referencia, salvo Joyce, aunque él tuvo otras, distintas a las que yo estoy introduciendo, muchas claves que son mucho más esotéricas que las que yo he puesto. La palabra rori por una modificación del latín en una nota que le escribe a su mecenas, Harriet Shaw Weaver, con la palabra rojo, y él lo usa para referirse a un atardecer que se volvía rojo. De todas las referencias posibles es la más compleja, la más arbitraria, y ahí vemos cómo Joyce se dispara en sus referencias. Yo tomo esa referencia como cierta porque él la dice, aunque en su juego de palabras se abre el juego a más significados.
Cuentas en el prólogo que la trama del FW era diáfana en el primer borrador y que luego fue “deformándose”. Es como esa materia prima con la que se enfrenta el escultor y que luego le da forma. ¿Tu intención fue darle nitidez a la deformación o volver al primer borrador?
Sí, yo estoy revirtiendo lo que Joyce hizo conscientemente más difícil, incluso recurrió a esta técnica de deformación, porque su versión original era bastante más accesible para cualquier lector en inglés y mucho más reducida. Tenía un quinto de la extensión, es decir ciento cuarenta páginas. Allí estableció una línea argumental, luego en cada uno de los diecisiete capítulos los fue extendiendo y deformando, pero no fue una deformación gratuita, tenía un método; por ejemplo, pone episodios que retoma más delante de una forma más clara, es lo que conoce como mecanismo de redundancia, para que el posible lector pueda reconocer que está siguiendo el camino adecuado.
¿Cuál es la mentira o fraude más grande que has visto en relación al Finnegans?
A mí me parece que la postura de la academia es un absoluto fraude. Como comento en la introducción la presentan como algo inentendible, entonces cómo comentan algo que no entienden. Hay un hueco enorme, está apartado del canon de Joyce, el único que lo mete con calzador es Harold Bloom, pero tampoco porque Bloom la haya podido leer. Ahora la editorial que publicó originalmente el FW acaba de sacar una edición especial del capítulo ocho, pero siguen en la misma señal, aunque sean muy importantes la editorial y la prologuista, no hay nada nuevo. Yo estoy queriendo demostrar que hay un texto que fluye, que es Joyce.
¿Qué te pareció la primera traducción íntegra al castellano del FW que hizo Marcelo Zabaloy?
No es una traducción íntegra, porque no tradujo lo que estaba en otros idiomas, ni siquiera lo que estaba en francés. De hecho yo le decía que era incompleto dar sólo una versión sólo desde el inglés, pero no es suficiente el inglés para entender el FW, porque no está escrito sólo en inglés, aunque sea parte del inglés. Página por página es un espejo del original, pero dado que el inglés es más sintético y el castellano más explicativo resulta una versión más corta. Pese a ello es la traducción más integra al castellano hasta el momento. Lo valioso de Zabaloy es que hizo una gran cartografía. La traducción de él es muy importante, lo que yo hago es bajar al terreno, y estoy tratando de meterme en los ríos, en los bosques.
En tus notas queda claro que hay alusiones bíblicas, al Corán, históricas, geográficas, políticas, pero también pop, leyendas populares, mucha alusión a la masturbación y al alcohol y muchos juegos de palabras. Es decir lo alto y lo bajo. Leyendo tu trabajo esto queda más en evidencia.
Así es. De hecho si conoces las cartas que le escribió a Nora, encontrarás esas mismas alusiones. Situaciones de penetrarla por atrás y las flatulencias, él las introduce en el FW. Lo curioso es que uno se aproxima al FW con reverencia cuando es un libro como el Quijote, para reírse, pero además ahí confiesa que consumía marihuana y opio por su glaucoma. Cuando él conoció a Nora entró en una atracción y repulsión por el pecado, pero también en una atracción y repulsión por la sexualidad, y eso se ve en el FW. También nos confiesa su temor de perder o ser engañado por Nora. Él proyecta toda la historia del mundo por el ojo de su psique, hace pasar toda la historia de la humanidad por su vida. Pero hay algo curioso: si bien hay personajes que representen a su esposa, incluso a él mismo, no hay personajes sólidos que representen a su hijo, de hecho su heredero masculino es el mismo Joyce.
¿No te parece excesiva la cantidad de notas?
Las notas son exhaustivas hasta el exceso, y quité muchas, pero me parecieron en esta primera entrega necesarias para observar todo lo que Joyce ponía en juego. Las notas del capítulo segundo del libro 2, como ya tiene sus notas, las mías son meramente circunstanciales, también por el hecho de la estructura de ese capítulo, que ya tiene sus notas al margen derecho, izquierdo y a pie de página. Yo recomiendo leer primero los textos sin las notas y luego hacer una segunda lectura ya con las notas y una lectura final cotejándola con el original, así uno conseguiría tener una visión más cercana a lo que quiso hacer Joyce.
Por último, ¿por qué titulaste Estela de Finnegan este primer capítulo?
Precisamente una de las acepciones de la palabra wake es estela, también está resurrección y despertar, pero en la cabeza de Joyce estaba la palabra estela, en el sentido de seguir la huella. Ya el crítico canadiense Patrick O’Neill había apuntado hacer esa referencia como estela, porque juega mucho con eso. De hecho una traducción es seguir la huella de alguien.
Gonzalo León (Valparaíso, 1968) es escritor y periodista. Ha publicado las novelas Manual para tartamudos, Cocainómanos chilenos, Vida y muerte del doctor Martín Gambarotta y Pendejo, y los libros de cuentos Un imbécil leyendo a Nietzsche, Orden y Paria y La Ley del Hielo. En 2014 editó, seleccionó y prólogó La última gauchada: narrativa argentina contemporánea. Escribe para medios culturales argentinos. Desde 2011 vive y trabaja en Buenos Aires.
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