Escritor de éxito y a la vez autor de culto, la figura de Lee Child levanta pasiones entre lectores de consumo y aficionados a la literatura más exigente. En este texto, con la excusa de la publicación de un ensayo en la editorial Blatt & Ríos, Juanjo Conti intenta desentrañar las características de esta escritura que convence a unos y a otros.
Blatt & Ríos publicó recientemente en Argentina y España El héroe, un libro con dos ensayos de Lee Child, el autor de la saga de Jack Reacher. El primero, sobre qué constituye un héroe, había sido publicado en 2019 en el Times Literary Supplement con el subtítulo “Algunas ideas sobre el opio y la etimología”, y el segundo es el prólogo de la edición aniversario de Killing Floor, la primera novela de Lee Child, titulada en español como Zona peligrosa.
Jack Reacher, el personaje de sus más de veinte novelas y que fue interpretado en el cine por Tom Cruise, es un justiciero solitario que vaga por los Estados Unidos y se rige por un código de conducta que lo lleva a intervenir cuando ve una injusticia. Si esto lo convierte en un héroe tradicional es algo que, con su primer ensayo, Child deshilvana con minuciosidad de entomólogo a partir del término “héroe”. Para esto, empieza con la historia del consumo de drogas derivadas del opio hasta llegar a su versión más adictiva, la heroína. Pero, ¿por qué el químico que la sintetizó eligió ese nombre? En este punto, Child realiza un “razonamiento lingüístico” sobre la influencia de las palabras en la realidad, que rápidamente decanta en el núcleo de su trabajo: analizar al objeto ficción como el resultado de un proceso evolutivo que empezó con los primeros homínidos.
Child también hace gala de su habilidad de narrador y en lugar de utilizar, como haría un profesor aburrido, miles de años como unidad de medida, utiliza “generaciones”. Dice, por ejemplo: “Hasta el momento hemos estado evolucionando durante cuatrocientas mil generaciones”. Y más adelante, sobre Lucy, la famosa australopithecus cuyos fósiles se hallaron en Etiopía: “Sería más o menos la número doscientos mil”. En tal caso, cuando nuestros cerebros se hicieron más grandes y obtuvimos la nueva habilidad cerebral del lenguaje sintáctico, explica Child, se dio un gran giro en nuestra evolución. Ya que esta nueva herramienta permitía, entre otras cosas, proponer un plan, discutirlo y ejecutarlo. Así, un grupo de diez hombres podía transformarse en una amenaza letal para un mamífero diez veces más grande que cada uno de ellos. Sin embargo, aún no existía la ficción. La lengua estaba al servicio de la supervivencia de la especie, y para eso tenía que ser precisa y honesta.
Pero más adelante, dice Child, también se empezó a hablar de personas que no habían existido y comentar hechos que no habían sucedido. De esta manera, se dio “un salto mental radical en una dirección completamente distinta”. Child ubica este momento a unas 4998 generaciones de distancia de su abuela y afirma que la ficción se convirtió en una causa fundamental para nuestra supervivencia, ya que su objetivo fue infundir valor y motivar, pero también advertir. En este sentido, la historia del joven que mató al tigre es la contracara de la historia de la joven que regresó antes de que caiga el sol. Promediando este ensayo, Child vuelve a hacer una pirueta de narrador, y si estaba hablando de la evolución de los humanos hasta la invención de la ficción, de repente traspone el concepto y aplica la idea de evolución a la ficción. Con fingida inocencia dice entonces suponer que “algunas historias resultaron más populares que otras”. De esto se desprende la creación de personajes arquetípicos y entre estos, el del héroe.
Entonces, ¿qué es un héroe? En la época de la mujer ubicada 138 lugares detrás de la abuela de Child, la época de la Ilíada y la Odisea, un héroe era un guerrero que vivía y moría en busca del honor. Recién cuando los académicos de Occidente decodificaron las leyendas griegas se llegó a la definición más refinada del héroe como “alguien que sufre y resiste y sobrevive a un viaje largo lleno de peligros y amenazas”, y ya en la modernidad se le dio un uso político: el soldado como “héroe”.
No casualmente, Jack Reacher es un exsoldado. Un militar. Un oficial.
En la segunda parte del libro, “Sobre Jack Reacher”, nos enteramos cómo Lee Child concibió a su personaje. Las premisas responden a decisiones estéticas y literarias: es un personaje con peso, porque los lectores recuerdan al personaje y no las tramas; es un ganador, aunque esto contradiga el arco narrativo tradicional; está en pleno uso de sus facultades físicas y mentales, en oposición a los héroes débiles, alcohólicos y divorciados que poblaban las páginas de los best-sellers; es un exoficial, porque encarna el paradigma del caballero andante medieval; pasó su vida en las Fuerzas Armadas y le cuesta integrarse a la sociedad civil porque al autor le interesaba la alienación como tema; es expolicía militar porque las novelas iban a ser thrillers policiales y el personaje necesitaba tener “una familiaridad plausible con procedimientos de investigación y con medicina forense” (entre otros conocimientos).
El héroe, de Lee Child, tiene 114 páginas. Pocas si se las compara con las más de 500 de cada novelón de la saga de Jack Reacher, pero con densidad suficiente para gravitar en el mismo universo.
Juanjo Conti (Santa Fe, 1984). Programador y escritor. Publicó las novelas Xolopes, Las lagunas y Las iteraciones. Desarrolla Automágica, un software libre de maquetación automática.
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