Dicen los manuales de retórica que los personajes tienen que construirse, ante todo, por su modo de hablar. No sé qué opinarán los manuales de retórica de las narraciones sin diálogos, donde todo está referido de modo indirecto. Sé lo que dicen en los talleres de escritura creativa más o menos promedio: que eso es muy malo y que el lector tiene que ver. Show, not tell, grita el profesor en la clase, y dice que eso lo dijo Henry James. Pero la mayoría de los profesores de escritura creativa no han leído a Henry James. Solo conocen esa frase y la repiten como loros. Quizás va siendo el momento de replantearse de una vez por todas esa mirada utilitarista de los conceptos narratológicos y pensar que un autor usa el diálogo como usa cualquier otro elemento de un texto, más con una función armónica que narrativa. Pero, también, podemos estar completamente equivocados. Aquí les dejo con un nuevo capítulo de Trenviajeros de Javier Sáez de Ibarra.
Hay gran intensidad en la cafetería.
Querría decir en el restaurante. Nos hallábamos sentados a una mesa grande y ovalada los viajeros que compartíamos el vagón (así lo habían organizado): aparte de la mujer y yo, el hombre del periódico, su acompañante, algunas personas más, todos varones, que veía allí por primera vez.
Uno de ellos quiso hacer las presentaciones. Se llamaba Samuel Martínez y se intituló comerciante. Seguidamente hizo hablar a un chico, al que había conocido porque ocupaba el asiento a su lado; no recuerdo nada de lo que contó, pero sí que le hizo alguna pregunta cuya respuesta ya conocía. Supongo que nos haría sonreír un poco a costa del joven y todo eso. Continuó otro tipo; tras él, fui invitado yo mismo a hablar. Me identifiqué solamente por mi apellido, Sélon; dije que viajaba por motivos de trabajo, sin especificar. Alguno quiso saber si Sélon era un apellido francés. Contesté que lo ignoraba, en Internet no aparecía nada al respecto. “Seguramente es inventado”, añadí para acompañar la exhibición de ingenio en que se había convertido aquel rito del saludo colectivo. Me alegró provocarles alguna sonrisa. La mujer, entonces, tomó la palabra con la desenvoltura que ya se me estaba haciendo familiar. Para mi sorpresa, sin embargo, su forma de hablar resultó la que uno esperaría en una persona tímida a la que se fuerza a responder. Me acordé de la proverbial imprudencia de los vergonzosos que, de pura incapacidad para calcular bien el cuándo y el dónde de las frases oportunas, terminan por resultar los más osados.
– Me llamo Elena… –comenzó–. Voy de viaje para encontrarme con una persona con la que me une una relación muy profunda… no es mi marido (yo no estoy casada) y…
Nos quedamos colgados de ese “y” tan delicioso y huérfano. Tras una incierta espera nos sonó a todos como una ramita que cruje al ser pisada.
Nadie se atrevió a continuar. Nos había mirado con franqueza; era su voz, donde parecía residir lo que yo llamaba timidez, la que parecía haberse agotado de manera irreversible.
Me alivió el haber hablado antes que ella, así no sentiría la presión de tener que sostener el nivel que había establecido.
Hablaron los demás, no obstante. No recuerdo.
– Ahora que nos hemos presentado todos –concluyó el señor Martínez–, podemos comer civilizadamente. Vaya, así que siete hombres y sólo una dama…
Javier Sáez de Ibarra trabaja en un instituto donde imparte Lengua y Literatura. Autor de numerosas antologías, sus estudios y reseñas aparecen en revistas como El Buen Salvaje, El Cuaderno, Quimera o Turia. Es el editor de la obra de Hipólito G. Navarro, El pez volador (2008). Ha publicado el poemario Motivos (2006) y los libros de cuentos: El lector de Spinoza (Páginas de Espuma, 2004), Propuesta imposible (Páginas de Espuma, 2008). Relatos suyos se recogen en las antologías de referencia más recientes y han sido traducidos al inglés. Su obra Mirar al agua. Cuentos plásticos (Páginas de Espuma, 2009) obtuvo el I Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y por Bulevar (Páginas de Espuma, 2013) el XI Premio Setenil al mejor libro de relatos del año. Fantasía lumpen es su último libro publicado.
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