En Madrid hay feria del libro, llegan autores, libreros y editores de todas partes y, lo que no se cuece en las casetas se va horneando en las barras de los alrededores del Retiro. Pero los lectores siguen preguntando siempre lo mismo: qué libro me compro. Para ellos hemos inaugurado una serie de recomendaciones. Luego no digan que no sabían qué llevarse a casa.
Habíamos leído ya muchos textos de Juan Villoro dedicados a Ciudad de México (dedicados, de hecho, al Distrito Federal de México, que es como antes se llamaba la ciudad), o cuanto menos, que transcurrían en la capital mexicana, porque, si bien Villoro ha pasado temporadas viviendo fuera de México, nunca ha dejado de ser un defeño. Lo que no sabíamos, pero ahora gracias a El vértigo horizontal sí sabemos, es que Villoro fue uno de los encargados de redactar la recientísima constitución de Ciudad de México, que pasó a ser administrativamente hace no mucho tiempo uno más de los estados que constituyen la federación mexicana y, por tanto, debía tener su carta magna como los demás estados. La designación de Juan Villoro como ponente de esa constitución es algo que no despierta duda alguna para los que lo conocen y los habitantes de México, pero con este libro quedará claro para los que no han tenido la suerte de caminar por las calles de la ciudad que desecó una laguna en su irrefrenable crecimiento. Villoro circula por toda la red de comunicaciones de la ciudad (el libro incluye una cuidada edición llevada a cabo por Alejandro Magallanes, que no solo diseñó las cubiertas de las ediciones mexicana y española, sino que realizó un nuevo mapa de metro con iconos de estación semejantes a los de la red suburbana real de Ciudad de México, que corresponden a cada uno de los capítulos de este libro. Esos iconos son, lejos de un capricho o un ornamento, una muestra más de la ambición subyacente en este libro, porque la señalética original del sistema de transporte pretendía facilitar la orientación a los analfabetos, y en justa correspondencia este libro ofrece, también, espacio de diálogo con el analfabeto, ya sea mediante el plano o las fotografías que se incluyen en varios cuadernillos del libro.
Porque, sobre todo, lo que pretende ser el libro de Villoro es una guía de lectura de la ciudad. No se trata tanto de un libro sobre la ciudad, que la analice o descuartice, no se trata de una autopsia de una megalópolis demasiado viva, ni tampoco un baedeker (la formación germánica de Villoro tiene que dejarse sentir también en este comentario), puesto que es imposible resumir, ni siquiera para el turista más atolondrado y epidérmico las infinitas capas y rostros que esta urbe esconde. No, es un método de lectura, subjetivo y personal, sí, pero anclado también en hitos históricos y topográficos que permiten introducirse en la ciudad a través de la experiencia subjetiva y privilegiada de uno de sus más notables escritores. Pasear con Villoro por Ciudad de México, ir a comer con él a una cantina de Coyoacán, es comprobar hasta qué punto es alguien querido por sus conciudadanos. Este libro es, salvando las distancias, un modo de devolver ese afecto, porque no se trata de un libro hecho a costa de los defeños, sino con ellos, con sus experiencias, con sus miedos, con sus sueños, con sus realidades. No existiría la posibilidad de este libro si Villoro no fuera uno más entre ellos. Uno atento, perspicaz, y que, por si fuera poco, escribe maravillosamente. Los afortunados que vayan a pasear en breve por las calles de Ciudad de México podrán usar este libro para dialogar con él, los que no, un poco, pero sólo poco, menos afortunados, podrán leerlo y hacerse a la idea de que están allí. No es, me parece, decir poco de un libro del que lo único que se hace doloroso es terminarlo.
Antonio Jiménez Morato (Madrid, 1976) es escritor, crítico y traductor. Su libro más reciente es la recopilación de ensayos sobre literatura latinoamericana contemporánea La piedra que se escribe (Festina, Ciudad de México, 2016). Además ha publicado la novela Lima y limón, que cuenta con ediciones en cuatro países y una digital de alcance global, y Mezclados y agitados. Entre otras cosas es el director de penúltiMa.
Muy interesante, hace demasiado tiempo que no leo a Juan Villoro. Me apunto la recomendación. Saludos.