Triguero continúa su periplo por la poesía norteamericana recalando en este caso en una figura que, aunque es más conocido como cuentista, ha ejercido un profundo influjo en la poesía anglosajona. Curiosamente, en su repaso por la vida y obra lírica de Carver no hace mención al que es, sin duda, uno de sus mejores poemas, «Fear», que dejamos apuntado para que el lector curioso busque por sí mismo, o de la presencia tutelar de Gordon Lish, determinante para la trayectoria de su carrera literaria, que quizás por un error de apreciación, o de expresión, de Tess Gallagher, ha sido siempre malinterpretada: cada nueva publicación de Carver hasta que se convirtió en un fenómeno crítico, estuvo siempre dirigida o apadrinada por Lish, que incluso le consiguió numerosos trabajos con los que mantenerse. En todo caso, aquí dejamos el texto de Triguero y así dejamos de dilatar esta entradilla.

 

«Soy un hombre con suerte.
He vivido diez años más de lo que nadie
esperaba. Una propina. Y no lo olvido».
(Propina, pág. 599).*

 

Cuando comienzas a leer «Un sendero nuevo a la cascada», aunque sabes que es el último libro escrito por el autor, aún no eres consciente de que esos poemas serían los últimos que Raymond Carver escribía, y que los seguiría escribiendo ya consciente del poco tiempo que le quedaba de vida. La obra fue publicada de manera póstuma y en muchos aspectos, su pareja Tess Gallagher, estuvo trabajando con él codo con codo, a contrarreloj, para que esta pudiese llegar a su fin. Una obra que abarca temas habituales en el autor, que ya aparecen en otros poemarios anteriores, pero que en este, adquieren una nueva textura.

La de Carver fue una vida llena de vaivenes. Nació en Oregón, un 25 de mayo de 1938. Hijo del operario de un aserradero y de una camarera, junto a su hermano menor James Franklin Carver, pasó su infancia en un hogar desestructurado, debido a la pobreza de su familia y sobre todo al alcoholismo de su padre.

«Mi padre dijo algo. Estaba
en la cama que ocupaba la mayor parte de la habitación
de la casa-tráiler en la que vivíamos. Nos preguntó si no
podíamos callarnos y resolverlo
por la mañana. ¿No tenía que levantarse temprano
para ir al trabajo? Me pidió que le trajera
un vaso de agua. Es por culpa de todo ese whisky, dijo mamá.
Está deshidratado».
(Los tirantes, pág. 509).*

 

El sentido común y la cruda realidad

 En 1956 se graduó en las escuelas de Yakima, Washington y comenzó a trabajar en el mismo aserradero donde lo hacía su padre. Al poco, conoció a Maryann Burk, de 15 años, con quien se casó apenas un año después y con quien a finales de 1957 tuvo a Christine La Rae, su primera hija. Apenas un año después, nació su hijo Vance Lindsay. Con poco más de veinte años, la pareja se vio obligada a realizar todo tipo de trabajos para mantener a la familia: él como asistente de una gasolinera, portero, repartidor, conserje, asistente de biblioteca y en un aserradero y ella como vendedora, camarera, auxiliar administrativa y profesora de inglés en un instituto. Estos años fueron convulsos y difíciles para la pareja, y marcarían la prosa y la poética de Raymond Carver que ya por entonces había hecho algún intento de escribir, pero que aún se encontraba lejos de encontrar su estilo. Algunos poemas hacen referencia a esa época de descubrimientos, como cuando casualmente, durante un reparto, descubre en una casa la revista Poetry:

«Para mí era una revelación. Le di varias veces las gracias al viejo y salí de su casa. Le entregué el cheque a mi jefe y me llevé a casa el ejemplar de Poetry y la antología. Así empezó mi formación».
(Notas sobre Poetry, pág. 542).*

 

«Entonces yo solo era un mocoso, pero nada puede explicar un momento así, en el que me fue concedido generosamente lo que más necesitaba. Nada remotamente parecido me ha vuelto a pasar».
(Notas sobre Poetry, pág. 544).*

 

Ya instalados en Chico, comenzó a estudiar en la Chico State College donde se inscribió en un curso de escritura creativa. En este curso fue alumno de John Gardner, también escritor y profesor que influiría notablemente a lo largo de toda su carrera y a quien más tarde, prologaría su obra «Para ser novelista». Esta época fue crucial para la formación de Carver como escritor. Allí, en el propio despacho de Gardner (que le cedía para que pudiera escribir con tranquilidad) empezaron a surgir las primeras obras del autor, y durante esa época, comenzaron a llegar las primeras publicaciones de sus relatos y poemas.

«Así pues, junto con el deseo de estudiar, tenía también un deseo muy fuerte de escribir; era un deseo tan fuerte que, con el aliento que recibí en la universidad y el criterio que adquirí, seguí escribiendo durante mucho tiempo a pesar de que el «sentido común» y la «cruda realidad» me aconsejaban una y otra vez que desistiera, que dejara de soñar, que siguiera adelante discretamente y me dedicara a otra cosa» (del prólogo de «Para ser Novelista», de John Gardner).

 

La posibilidad de la redención

 Con los años, las publicaciones se fueron sucediendo, y empezó a lograr el éxito buscado, pero a la vez, en lo personal, su situación era desastrosa: cuando su obra «Quieres hacer el favor de callarte, por favor«, estaba convirtiéndose en un éxito comercial y era candidata al National Book Award, él arrastraba dos bancarrotas y un grave problema de alcoholismo por el que tuvo que ser hospitalizado hasta tres veces en menos de un año.

«Le dijeron que le quedaban seis meses de vida si seguía así. Y que por ese camino
no llegaría sino al fondo. De modo que cambió
su modo de vida. Dejó de beber».
(Propina, pág. 599).*

A partir de ese momento cambia su vida, conoció a la escritora Tess Gallagher con la que inició una relación sentimental. Escribió poesía y narrativa a lo largo de toda su vida, pero es en esta época cuando fue especialmente productivo en la creación poética, llegando a escribir más de 200 poemas entre 1983 y 1985.

Muchos de los poemas hacen que el lector se sienta identificado con ellos, con su propia experiencia ante los acontecimientos que se suceden a lo largo de la vida. Como el dolor que produce, tal vez, el recuerdo de esa juventud perdida que ya no volverá:

«Olvida toda experiencia que implique ahora una mueca de dolor».
(Las jovencitas, 550).*

Dividido en seis partes, cada una de ellas se inicia con un poema o extracto ajeno, que se incluyen con los propios. También es habitual encontrar extractos de Anton Chejov. La temática de la obra es diversa, y se alternan poemas en los que recuerda otros momentos de su vida, con otros donde cuenta algo u observa y reflexiona ante el mundo que le rodea. También conviven los poemas en los que trata la experiencia, el amor, o las aficiones (principalmente la pesca).

 

Ya está, eso fue la vida

«Dijo que la cosa no tenía buen aspecto
dijo que lo tenía malo malo de verdad
dijo que había contado treinta y dos en un pulmón
y que dejó de contar».
(Lo que dijo el médico, Todos nosotros, pág. 592).*

En la sexta parte, después de leer el poema «Lo que dijo el médico», sabes que esto se acaba, no solo estás llegando al final del libro «Un sendero nuevo a la cascada», también al final de la vida de Raymond, que tras la tercera reaparición del cáncer de pulmón, sabe que sus días se agotan, que su suerte está echada y que ya está, eso fue la vida. Pero aún le queda algo de esa propina por disfrutar, y viaja, y se casa, y sigue escribiendo, sigue escribiendo hasta prácticamente el final de sus días.

«¿Y conseguiste lo que
querías en esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado sobre la tierra».
(Último fragmento, pág. 603).*

Y con ese último fragmento se cierra la obra de un escritor que ha dejado una enorme huella en la literatura, o como indica Tess Gallagher en la introducción de «Todos nosotros»: «De vez en cuando nos encontramos con un escritor así, un cometa sin cola que se acerca y cuyo impacto será incontestable».

* De la obra «Todos nosotros», que reúne toda la poesía de Raymond Carver en un volumen, traducida por Jaime Priede y publicada por Anagrama en 2019.

 

Rubén J. Triguero (Sevilla, 1985) reside en Madrid desde 2012 y trabaja como programador informático. Ha publicado la colección de relatos Si sale cara (Boria ediciones, 2018) y ha participado en los proyectos: Versos al paso y Llévate un poema a casa.