Cada lector, mediante su biblioteca vital, establece un vínculo secreto con sus ancestros literarios, que a diferencia de los familiares, son elegidos y no impuestos por los genes. En el caso de Franz Kafka este vínculo es muy especial, intenso, luminoso, un laberinto que, por tortuoso que parezca, siempre desemboca en la paradoja de un misterio revelado. En realidad toda la buena literatura se construye desde estas dos coordenadas: misterios y revelaciones. La ficción de Kafka es un oxímoron por su diáfana oscura prosa, por sus descabellados realistas argumentos, por sus tenebrosas cómicas situaciones, por su fantástica verosímil visión del mundo, por su madura infantil reflexión sobre el hombre. Kafka abre nuevas vías en la literatura contemporánea, tanto estéticas como epistemológicas. Realiza una novedosa aproximación a la literatura fantástica en la que la clásica sorpresa de los personajes cede a un nuevo estupor: el del lector al descubrir que la pesadilla pasa inadvertida a los propios personajes de un mundo cotidiano, como ocurre en la nouvelle La metamorfosis. Lo imposible ya no supone una ruptura con nuestra realidad sino que se instala cómodamente en ella, haciendo que esa confrontación sutil la vuelva grotesca, un lugar sin escapatoria, un escenario de horrores cotidianos. De ahí brota el Realismo Mágico, el Teatro del Absurdo y parte de la conciencia del hombre absurdo camusiano.

Con Kafka mantengo una relación  inacabada, porque es un autor inagotable. A cada lectura se renueva, sus textos se reactualizan a medida que pasa el tiempo, y sus relecturas aportan nuevas formas de entender la literatura, tanto la suya propia como cualquier otra. Al escribir siempre está Kafka en el horizonte. Después de haber leído, por ejemplo, El castillo, albergo la sospecha de haber sido objeto de una broma cósmica, que el castillo ha estado siempre ahí, frente a mis ojos, para no permitírseme entrar en él jamás. Un espejismo. Como le sucede a Josef K. anida en el lector la sospecha de estar leyendo un libro que no le dice toda la verdad, que le acusa de un delito desconocido. Ese “punto ciego”, que vertebra todas las novelas de Kafka, es el núcleo secreto al que aspiramos, sin lograrlo, llegar.

Sus laberintos –poblados de claroscuros, significados velados, mundos asfixiantes, sugestivas miradas sobre la soledad del hombre, la burocracia y la vida– nos conducen por lugares extraños pero a la vez reconocibles. Kafka reinterpreta el mundo, desde sus pesadillas nos hace entender que la realidad es más compleja de lo que aparenta. Su literatura es en cierta medida una parábola de nosotros mismos y de nuestro tiempo. Sus fantasías son extremadamente realistas desde un punto de vista alegórico. Sin embargo, cualquier análisis literario de su obra resultaría incompleto; porque hay en ella una mirada excéntrica y sutil que hace que los comentarios resbalen, reboten. Como explicaría un físico cuántico kafkiano, la literatura de Kafka, y lo que llamamos realidad, no es más que una longitud de onda, que toma forma al momento de ser observada. El lector modifica cada texto al enfrentarse a él.

No obstante, mucha gente se toma demasiado en serio la literatura de Kafka y se pierde algunos matices. Hay también mucho humor en su obra. Cuando Kafka leía fragmentos de El proceso a su amigo Max Brod ambos solían reír a carcajadas. No se puede entender su literatura sin un grado de ironía.  Implicarse con una obra es tratar de dejar de ser uno mismo. La única exigencia por parte de la literatura es, como diría Dante ante la puerta del Infierno, abandonar toda esperanza de realidad, dejar que la fantasía te intoxique.

Vila-Matas ha dicho que siempre escribimos después de otros. Por supuesto, siempre escribimos después de Kafka.

 

Pedro Pujante es doctor en Literatura, profesor de escritura creativa y crítico literario. Ha colaborado con diversas revistas, como Quimera Revista de Letras. Ha publicado varios libros de relatos, novela y ensayo. Sus últimos libros son la novela Las suplantaciones (Mar Editor, 2019) y el ensayo Mircea Cãrtãrescu. La rescritura de lo fantástico (Editorial Académica Española, 2019).

La imagen que ilustra el texto es del fotógrafo chino Maleonn, su trabajo puede disfrutarse en su web https://www.maleonn.com/