Ayer dediqué parte de la noche a leer a Faulkner. No a leer una traducción de Faulkner, sino al mismo Faulkner. Una de las cosas que más a menudo contemplo, y que he de reconocer que me molesta un poco, no sé si por ser traductor o esnob, es a mucha gente diciendo que lee al autor tal o cual cuando no los lee en su lengua original. Leer a Markson está bien, pero en el momento en que lees la traducción no lees a Markson. Lo mismo pasa con Bernhard, etc. Hay que ser un poco más consciente de esas cosas. Basta con ver a todos esos autores que hoy triunfan y que te dicen que son seguidores de Stephen King, cuando en su puta vida han leído a King, sino las traducciones de los best sellers que se encargaban a profesionales mal pagados y a los que no se les exigía mucho porque era una literatura de consumo. No sorprende que esos fanáticos de King escriban tan mal: en realidad piensan que un buen estilo es una mala traducción. Así pasan las cosas que pasan. Faulkner, en cambio, ha tenido bastante suerte con sus traductores, así en líneas generales. Desde el primer momento se lo consideró alta literatura y se procuraron hacer las cosas más o menos bien. Hay algunas, como la traducción de Absalom! Absalom! de Martínez Lage que es para enmarcarla, sin más. Las de López Muñoz no deslucen al original tampoco, por ejemplo. Pero, con todo, hay algo que se pierde en las traducciones cuando son grandes libros. Uno lee bastante en inglés, tanto el inglés acartonado e impersonal que se ha dado en llamar «International English» y es el que se usa en los intercambios comerciales, correcto sintácticamente pero carente de toda vida, como el de muchas novelas. Y, en serio se lo digo, no hay nada que se parezca al inglés de Faulkner. A Hemingway más o menos se lo puede traducir porque eligió la austeridad. Si eres austero como Hemingway, preciso, puedes hacer un buen papel traduciéndolo. Pero lo de Faulkner es una cosa de otro mundo, es barroco, llena las páginas de adjetivos, algo que no se suele hacer en la lengua inglesa, y queda bien. Nunca suena sobrecargado, pese a que lo está, perfila el carácter con el léxico, traslada la psicología de los personajes no a cómo hablan, que también, sino a cómo el lenguaje muta cuando se refiere a ellos. Recurre a la alusión y los sobreentendidos, obliga al lector no ya a estar atento a lo que sucede, sino a cómo se cuenta. Leer a Faulkner es un festín. Luego te encuentras con gente que afirma ser fanática de Faulkner, pero jamás lo han leído, han leído a sus traductores. Y uno se queda siempre perplejo ante estas cuestiones. No porque me parezca bien o mal, sino porque no sé qué idea de la literatura tiene esa gente en la cabeza.
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Me ha llegado el correo donde se informa a la prensa de que estaban ya disponibles los boletines de novedades del último trimestre del año de uno de los grupos editoriales más potentes, para que en las redacciones comiencen a esbozar sus planes de edición y demás. He cometido el aventurado ejercicio de, aprovechando que estaban ahí mismo, descargarme los que nos enviaron hace meses, los del segundo trimestre del año, que suelen ser los que cuentan con lanzamientos más llamativos, las apuestas como se dice en el gremio, del ejercicio. Menudo páramo, de mucho de esos libros ni siquiera me acordaba y han aparecido hace ¿cuánto? En algunos casos tengo correos de la semana pasada anunciando su aparición, y ya me había trabajo el olvido. Llama la atención doblemente porque desde los suplementos nos quieren convencer, de modo reiterado, de que cada semana aparecen cinco o seis libros que cambiarán la Historia de la literatura. Pero en realidad nada, meros lanzamientos para mantener el flujo de dinero, para no perder el espacio en las mesas de novedades… Pero mencionable o memorable absolutamente nada.
Antonio Jiménez Morato (Madrid, 1976) es escritor, crítico y traductor. Su libro más reciente es NOLA (Jekyill & Jill, España y Festina, Ciudad de México, 2021). Además ha publicado la recopilación de ensayos sobre literatura latinoamericana contemporánea La piedra que se escribe, la novela Lima y limón, editada en cuatro países y en digital, y Mezclados y agitados, entre otros.
exactamente un individuo,
por Rubén J. Triguero
nueva columna de Martín Cerda
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Javier Payeras
Antología de cosas pasajeras
por Javier Payeras
de Henry David Thoreau,
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