No creo que sea un descubrimiento para ningún lector medianamente atento a lo que sucede en la literatura española decir que Javier Sáez de Ibarra es una figura ineludible para entender el cuento español contemporáneo. Por sus narraciones y por el modo en que estas reflexionan sobre el género mismo y la condición del escritura, su figura y su función social. A Javier Sáez de Ibarra, de haber comenzado a publicar en la Francia de los años cincuenta, lo habrían tildado de intelectual sin la menor duda. Uno de los intelectuales que hacen falta. Hace un tiempo le pidieron una poética para una antología de cuentistas y ahora ha tenido a bien compartirla con los lectores de penúltiMa, sobre todo con los que dejó un poco abandonados tras estar todo un año publicando su novela por entregas en este medio. Por cierto, me dice un pajarillo que este otoño habrá ya por fin edición de papel. Vayan preparándose.
No ser Sherezade.
No cantarle al poderoso. No regalar novedades a sus hastiados oídos. Reservar la voz sólo para las personas que necesitan escuchar.
Rehuír ese destino de lacayo, que teme a la muerte y cree aplazarla mintiendo historias. Al contrario, permitir que acceda a las narraciones, enfrentarla, mirarla a sus ojos sin fin, resucitar de ella con la templanza de la conciencia.
No rendir el cuello tras el puro agotamiento de los números. Pues la esclava triunfa por un deus ex machina, que decide el perdón como se salva al buen perro de las cacerías para que ocupe un rincón y coma sin dientes ya de una escudilla. La dureza del tirano no ha cambiado, sigue siendo el mismo algunas noches después.
Dirigirse sólo a las personas buenas, que escuchan y abren su corazón; pues sólo ellas están dispuestas a ser transformadas, sólo por ellas nuestro mundo puede alojar algún cambio.
Contarles la verdad. Que los viajes, los hechos maravillosos, los inesperados encuentros, los objetos buscados o perdidos, la malicia y el amor siempre clandestino, la aflicción y el gozo nos ocurren a todos nosotros. Que somos mortales mientras vivimos.
No entretener, no distraer. No seducir siquiera. Porque se nos ha dado en una pequeña forma el poder de la palabra, no utilizarla para el encantamiento.
No presumir de la literatura, no ganar favores, no caer en pendencias, no elegir amistades. Rehusar convertirse también en otro poderoso; rechazar la larga cadena de las repeticiones.
Ser más bien como el que habla despacio y callado lo que despacio y callado será leído.
Ponerse a escribir, por ejemplo, como a componer la Novena sinfonía. Libre, genial, valiente, inspirado, talentoso, impaciente, grande, feliz. Generoso. Pues sólo con la generosidad se escribe bien.
Desata tu miedo, tus infidelidades, tu indignación, tu rabia, tus preguntas, que aparezca todo lo que te hace débil; confía. Eso encontrará un profundo acierto. Las otras alas, de la lengua que empleamos, de lo que la vida nos muestra aun en sueños, de nuestro tiempo compartido, del pensamiento y la emoción que nos habitan casi sin permiso, esas alas participan de nuestra escritura y vuelan con nosotros. Somos escritores; seamos agradecidos.
Y si los textos al final se olvidan, dejemos que caigan al suelo y que los pisotee la gente, que tiene mucho que hacer. Nosotros hemos recibido nuestro rato de silencio; la felicidad ha sido nuestra paga. Hemos devuelto a la vida un gesto que el viento por más que se lleve, no lo hará sin este arañazo.
Alegrémonos de vivir ahora. Hacemos lo que podemos, y nuestros amigos nos acompañan. Alguno incluso ha querido respondernos; ese esfuerzo suyo también nos compensa.
Madruga para escribir, o refúgiate en la noche santa cuando lo exhausto cae en su reposo. Ponte ante el espejo de la pantalla o de la hoja para mostrar de lo que es capaz tu amor.
Luego abre tu ventana para saludar al nuevo día.
Javier Sáez de Ibarra trabaja en un instituto donde imparte Lengua y Literatura. Autor de numerosas antologías, sus estudios y reseñas aparecen en revistas como El Buen Salvaje, El Cuaderno, Quimera o Turia. Es el editor de la obra de Hipólito G. Navarro, El pez volador (2008). Ha publicado el poemario Motivos (2006) y los libros de cuentos: El lector de Spinoza (Páginas de Espuma, 2004), Propuesta imposible (Páginas de Espuma, 2008). Relatos suyos se recogen en las antologías de referencia más recientes y han sido traducidos al inglés. Su obra Mirar al agua. Cuentos plásticos (Páginas de Espuma, 2009) obtuvo el I Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y por Bulevar (Páginas de Espuma, 2013) el XI Premio Setenil al mejor libro de relatos del año. Fantasía lumpen es su último libro publicado.
Personae es la sección que habla, como su nombre indica, de las máscaras, tanto las ajenas como la propia, porque todo texto autobiográfico está preñado de ficción y todos los textos ficcionales han brotado de las semillas de nuestra experiencia. Muchas veces la mejor máscara es la del rostro propio.
La imagen que ilustra el texto es de Agnieszka Sosnowska, su trabajo puede ser disfrutado en su página web: http://www.sosphotographs.com/
Aguda reflexión de lo que debe ser la literatura, según el autor…y la vida.