En este texto Santi Fdez. Patón se acerca a Las letras del bosque: textos sobre naturaleza, animales y libros, libro en el que Javier Morales de nuevas muestras de su naturalismo generoso, sin sectarismo ni excluyente, del que solo se quedará fuera quien no quiera ver.
El 85% de las emisiones de gas invernadero se han generado después de la Segunda Guerra Mundial, la mitad de ellas en los últimos treinta años, lo que no solo está destruyendo nuestro planeta tal y como lo conocíamos, sino que nos mata, a nosotros y a millones de animales cada año. El consumo de carne, proveniente casi en su totalidad de grandes granjas, es causante de un cuarto de todas esas emisiones. Solo en 2018 España sacrificó 900 millones de animales para consumo humano… Si quisiera, durante unos cuantos párrafos podría alargar esta lista de datos, todos ellos extraídos de Las letras del bosque: textos sobre naturaleza, animales y libros, recopilación de artículos de Javier Morales editado por Sílex con delicadas ilustraciones de Leticia Ruifernández Nogués, que a mí me han recordado a algunas acuarelas de Ramón Gaya.
¿Es posible escribir un libro amable con estas cifras? ¿Se puede escribir desde un lado distinto al desasosiego con esas apabullantes evidencias? ¿Se puede, desde ese lugar, invitar al cuidado de la vida, de la naturaleza, esto es, de todos los seres vivos que habitamos este planeta? Yo no lo creo, pero la opinión de Javier Morales parece otra. En efecto, consigue llevarnos de la mano, sobre todo a través de la lectura de algunos libros fundamentales, recientes o clásicos, del Nature Writing, para que contemplemos y entendamos de qué manera estamos interconectados con todo y todos los que nos rodean, de qué modo infligir sufrimiento a los animales se vuelve, invariablemente, en nuestra contra.
Esa falta de ética, esa crueldad que significa torturar a animales en industrias de exterminio siempre escondidas, supone también, en última instancia, una asombrosa ceguera. A fin de cuentas, por mucho que algunos incluso quieran disociar el ecologismo de la defensa de lo animales, el sentido común siempre los aunará. Eso es lo que, libro a libro, lectura a lectura, Javier Morales va comprendiendo y nos va transmitiendo en un susurro, en un paseo tranquilo, contemplativo, reposado y atento, que es, en suma, en lo que se convierten cada uno de estos textos: una invitación a mirar a nuestro alrededor y asumir por qué el respeto por la naturaleza nos puede salvar.
A la postre, casi podría decir que la protagonista absoluta de este libro es la voz que Morales compone. Esa voz amable y serena, pero convencida, sabe que siempre tiene la razón de su parte, los datos y el rigor a su lado, y sin histrionismos nos hace caminar, paso a paso, absortos en su mensaje. Ya lo hizo, desde otro punto de vista, en su ensayo El día que dejé de comer animales.
De esa manera, aunque Morales traiga a colación tantas voces, a las que generosamente glosa, logra imponer siempre una propia, especialmente sensitiva, que no solo apela a la emoción o a lo intelectual. En realidad, la voz acaba por convertirse en una suerte de epidermis que nos hace cómplices no solo de sus lecturas, no solo de sus ideas, sino, precisamente, de la manera de sentirlas o, si se prefiere, que logra atravesarnos la conciencia con ellas. ¿Se puede pedir más a un libro de estas características?
Javier Morales, lo mismo que en sus novelas, tiene algo que decir, y sabe que, si por un lado, estos son tiempos propicios, también lo son para la afrenta y las acusaciones estúpidas, de una parte o de otra (de izquierda y derecha, si se prefiere). De esa suerte, Las letras del bosque no cae nunca en el panfletarismo, en la consigna, en la mirada altiva, en la falsa superioridad moral. Al contrario, Morales ha tendido una mano, y a través de algunas y algunos maestros nos ha hecho ver por qué deberíamos cogerla. Hay lugar para todos, de verdad.
El naturalismo que aquí se destila no es excluyente ni sectario, sino que, como comprobarán tras su lectura, se erige, justamente, en un generoso bosque de variado ecosistema. A mí me parece que quedarse fuera es solo una forma de no querer ver y, a este paso, quien no quiera ver acabará por encontrar que, más pronto que tarde, ya no hay bosque en el que refugiarse. Si pretenden saber por qué, en este libro hallarán una amplia guía para comenzar a investigar… Y a convencerse. Denle las gracias a su autor.
Santi Fernández Patón (1975) es autor, entre otras, de las novelas Grietas, que obtuvo el Premio Lengua de Trapo, Todo queda en casa (Premio Auguste Dupin de la editorial Distrito 93) y A partir de mañana. También ha publicado el ensayo Municipalismo y asalto institucional: una visión descreída (Traficantes de Sueños, 2019). Es columnista en la edición andaluza de elDiario.es y forma parte del nodo malagueño de la Fundación de los Comunes, laboratorio de pensamiento crítico desde los movimientos sociales.
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