En su particular periplo por algunas de las figuras más interesantes del arte latinoamericano, con especial foco dentro de la región centroamericana, Javier Payeras está compartiendo con los lectores de penúltiMa en exclusiva un inventario de las propuestas más arrojadas y sugerentes de las artes plásticas del continente. Nos congratula especialmente poder contar con las colaboraciones de Payeras en la revista, pero cuando además nos abren nuevos senderos nos resulta un auténtico festín que nos alegra compartir con nuestros lectores. Hoy se acerca a la figura de Ismael Rodríguez, también conocido como NEOCRXFT
Estas palabras no tienen una sola imagen inserta, será un mero encadenamiento de sintaxis, un hilo que se hace cuerpo de sustantivos y verbos o en el peor de los casos adjetivos, todo ocurriendo como una cascada de letras e información compartida. Decimos mesa y sucede una mesa, nombramos cortina y surge la cortina, cada cosa tiene un nombre ubicado dentro de nuestro idioma castellano, ese mal latín que hablamos y ese terrible griego que se hizo latín para darle un espacio a las lenguas romances en el zodiaco de idiomas que pasan de contrabando entre las ficciones limítrofes de este planeta.
Este papel que tengo frente a mí, no tiene una sola imagen inserta. Porque existen demasiadas imágenes dando vueltas a nuestro alrededor. Es posible que hoy nos tropezáramos en la calle mientras íbamos revisando nuestras notificaciones de Facebook en el móvil, zas, no vimos la grieta en la acera, nos doblamos el tobillo y partimos la pantalla del aparato, y tristemente se apaga esa pequeña ventana de realidad líquida, dejándonos abandonados en esa otra, la que está hecha de tacto, olor, sabor y sensación térmica. Pero para nuestro presente nos parece mejor el escaparate diminuto, porque es seguro, es luz en el ángulo correcto, es caricia de filtros en Instagram, es gratificación inmediata de nuestros seguidores, es amorodio que se trapichea en el comercio del afecto invisible, virtualidad. El día de hoy 12 de octubre 2021 en la Ciudad de Guatemala cientos de manifestantes intentaron destruir el monumento a Cristóbal Colón de la Avenida Las Américas, lamentablemente un enorme panal de abejas alojadas en los pliegues de la ropa del navegante genovés saltaron y atacaron a los insubordinados generando su inmediato despliegue lejos de la plaza… yo no estuve ni me lo contaron, todo lo vi en las redes sociales, minuto a minuto, en vivo, el acto estaba diseñado precisamente para dejar una imagen, para hacer de las plataformas globales de control, un espacio político y reivindicativo. Uno se queda absorto repasando la increíble fotogenia de las manifestaciones de los movimientos políticos emergentes, siempre nos estremece ver caer algo y que sea captado por un IPhone con esa cámara tan perfecta y llena de aplicaciones sorprendentes. Sin embargo, hace exactamente una semana las aplicaciones más populares del mundo -esas que tienen un solo propietario- se cayeron y nos dejaron colgados de la brocha, no podíamos comunicarnos y apareció una nueva historia de terror: ¿volverán?, y si vuelven, ¿mantendré mi historial, mis amigos, mis seguidores, mis amantes, mis geniales indignaciones, las fotos familiares, las declaraciones emocionales?… ¿A dónde se fue mi memoria?… Gracias a Dios las laboriosas abejas del panal de Mark Zuckerberg remendaron la colmena y todo está sano y a salvo. Podemos seguir manifestando.
Este artículo no tiene una sola imagen inserta. La poesía en su sentido más estricto y profundo está hecha de tres cosas: sonidos, conceptos e imágenes. Por eso migra de un sitio a otro, no es propiedad única de la literatura, es un ente, una utopía, no sé, algo que compromete a la filosofía y a lo imperfecto de la lucidez humana, el delirio. La poesía es delirio en efecto, un delirio que nombra las cosas desde la antigüedad. Ese primer poeta que dibujó un círculo en la tierra y le puso un nombre, un título que hoy nos es completamente desconocido, quizá no se trataba de algo práctico, no era una rueda, no era nada, simplemente encontró en la naturaleza la forma derivada y la insertó. Luego vinieron los significados que concluyen muchas veces en la vida, la muerte o la inmortalidad; quizá en la esfera que habitamos y se mueve debajo de nuestros pies, puede que la idea de Dios o de las manifestaciones inexplicables o simplemente descubrió algo tan profundo viendo la redonda cabeza de un vecino calvo. Puede que los grandes símbolos nacieran de la parodia, de la caricatura y quizá su origen no nos remite a profundas reflexiones sino del humor mismo. Rainer Maria Rilke escribió en 1902 El libro de las imágenes, aquellos poemas llenos de pasión cadenciosa, entonces el cinematógrafo y la fotografía eran extraños frutos tecnológicos, porque más allá de su efecto industrial, estos inventos expresaban la vida atrapándola, haciéndola un ritual sagrado, y ¿qué podríamos considerar como sagrado?, pues aquellas cosas que recuperamos del olvido para revelarlas a las generaciones futuras, como cápsulas, como testimonios contundentes, pero Rilke no incluye una sola captura de cámara entre sus poemas, simplemente escribe poesía con la certeza que aquellas personas que la lean descifren entre líneas todas las apariciones. El canon de la poesía japonesa, Kokinshuu, es un libro que abarca toda la tradición caligráfica y literaria de siglos en una centena de poemas, todos cribados hasta la perfección, es decir, nada sobra y nada falta; la transparencia con la que se presentan los versos nos llevan a visiones de serenidad y contemplación, una sólida armonía entre el silencio de la naturaleza a través del vidrio templado de quien observa con asombro. Los surrealistas aceleraron sus motores para construir sueños que no pudieran hundirse en el dramático siglo XX, así André Bretón desarrolló apariciones de verbos montados en verbos, simulando a Man Ray y su deslumbrante juego de negativos, para dejarnos de pie dentro de un cuarto de espejos donde solo existe una puerta y el resto son salidas simuladas. Ezra Pound, mucho más claro y enfático, subraya que es mejor describir como lo hace un científico en un párrafo, que llenar libros con sentimientos pasados de azúcar o de vinagre, deslumbrante esa claridad de un poeta que se une a la profecía. Julio Cortázar tiene dos libros: La vuelta al día en 80 mundos y El Último Round, que son un presagio de la lectura que habría de surgir, allí sí que hay fotos y recortes y poemas y ensayos y cuentos no terminados y mil cosas… digamos que imprimió un blog antes de que tan siquiera se pensara en tal nombre. Así flotan las grandes escritoras que se desenvuelven en la imagen escrita: Emily Dickinson, Virginia Woolf, Leonora Carrington, Eunice Odio o Rosario Castellanos, todas con esa enorme capacidad de contemplar y sustraer de la realidad, para luego comprimir y escribir algo como estas líneas de Alejandra Pizarnik:
Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo, la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.
Esta conferencia no contiene una sola imagen. Puede que los sensores de movimiento estén midiendo nuestra distancia desde las cámaras de seguridad, calle por calle, hasta llegar al sitio en el que estamos en este preciso momento. Hemos entregado todo cuanto somos al registro instantáneo para nuestra pronta ubicación. Satélites y avatares, eso que disimuladamente dice: “sonría lo estamos filmando”, prácticamente hay horas de metraje que interpretan nuestros movimientos, lo que consumimos, las vallas que leemos a diario, la personalidad que deseamos mostrar. Sumergirse en lo más espeso del mundo de las visiones colectivas, esa normatividad blindada de fanatismo y que enmarca lo que es bueno o lo que es malo según los nuevos mandamientos. El mundo es un zoológico en el que somos observados y clasificados quién sabe por quién o por qué. Nuestra huella en la cámara no contiene esa reflexión profunda que enuncia Andrei Tarkovski en su libro Esculpir el tiempo, todo lo contrario, es un ceremonial terriblemente sombrío y rutinario, nuestra película es mas bien un documental insoportable de ver o de realizar. Hemos hecho de la imagen cinematográfica un asunto de ser o no ser, ocupamos el sillón de vampiros de secuencias, ahí dejamos nuestras venganzas y deseos, pero nuestra vida es asintomática, cultivamos la información enlatada de las cadenas de noticias que se prestan para redactar una sola verdad, así tenemos una sola opinión, la global, esa que no difiere un ápice de lo que dice el resto de la tribu, pues contradecir acerca de quiénes son los salvajes, los terroristas, los victimarios, los malditos, los despreciables… es parte de nuestra feliz manera de estar dentro del marco, ya saben, el que se mueve no sale en la foto.
Este ensayo no tiene imágenes, porque las imágenes están adentro de nosotros, arriba, abajo y a un lado. Aquí es donde me deja perplejo la unidad que muestra la obra de Ismael Rodríguez, sus espejos, sus cuadros vacíos, sus precisas construcciones a partir de rehacer lo milenario que contiene una vasija. Su trabajo actúa una ausencia, simplemente se deja atravesar para transformar las categorías de lo público en lo privado, se desliza desde la poesía escrita a la escultura misma o al registro de sus procesos. El vacío en el cuadro que corresponde a la fotografía dice más al quedar en la zozobra, ¿podemos vivir en este mundo sin una descripción visual y mental que responda quiénes somos y qué hacemos?, es posible que aún nosotros, autodidactas del arte que nos creemos al margen de todos estos colectivismos destructivos, podríamos existir sin estas minuciosas estadísticas que parten de nuestra apariencia. Encuentro este tema escalofriante, porque en lo que llevo escribiendo estas palabras sin imágenes, el timbre de mi móvil ha sonado decenas de veces para informarme que alguien dio like a mis páginas de Facebook e Instagram, o quizá mi madre me envió un mensaje a mi Whatssap diciéndome que ya viene de vuelta a casa.
Parto de este texto como un acercamiento que coincide con una exposición que seguramente ya tiene un espacio en nuestra memoria, por estar en el segundo año de esta era pandémica. Pienso en todas las imágenes congeladas que pude ver desde marzo del 2020 y de lo drástico que se impuso el código del distanciamiento hasta hacer que la vida cultural, económica, educativa y, por qué no, espiritual de las sociedades se fueran a la diáspora de la imagen sin tacto.
Es importante ver este momento, este presente, este aquí y ahora, como una situación histórica, porque nos reunimos los que estuvimos solos y en un mundo de cuadros, micrófonos, aros de luz y community managers.
Ahora bien, lo escalofriante es que la imagen que nos abandona y se desplaza a otros, están colocadas en ese lenguaje cifrado que está en la exposición que nos rodea. Pienso y medito si en realidad los grandes pensadores del siglo XX fueron profetas o fueron programadores de lo que hoy vemos: Orwell, McLuhan, Sontag, Foucault, Bauman o Lipovetsky.
Este momento que tiene asignado algo de nosotros y nosotros tenemos algo asignado algo dentro de este momento: ver. Ismael Rodríguez AKA NEOCRXFT junto a Barbara Muñoz de Cote, develan una muestra que se adentra justo en la nueva normalidad o (nueva anormalidad –como se titula el disco del grupo The Strokes) y eso hace que me llene de asombro, pues al llegar justo aquí, Aguascalientes, Museo Espacio, una institución cultural muy reconocida y con una programación que cubre muchos temas, descubra el futuro de la comunicación creativa dentro del espacio de museo con una exposición que viene a convertirse en un motivo de reflexión acerca de cómo será el futuro de la curaduría y la gestión de los espacios que apenas están saliendo de la pausa impuesta por un bicho insólito e inesperado que detuvo todo el mundo, como esas imágenes que se quedan congeladas cuando se va el internet y nos quedamos eternamente quietos en la pantalla.
Aguascalientes, octubre 2021
Javier Payeras (1974). Narrador, poeta y ensayista. Ha publicado: La región más invisible (ensayo, 2018), Volumen de islas (poesía, 2017), Esta es la historia azul cobalto (diarios, 2017), Slogan para una bala expansiva (poesía, 2015), Fondo para disco de John Zorn (diarios 2013), Imágenes para un View-Master (antología de relatos 2013), Déjate caer (poesía 2012), Limbo (novela 2011), La resignación y la asfixia (poesía 2011), Post-its de luz sucia (poesía 2009), Días Amarillos (novela 2009) Lecturas Menores (ensayo 2007), Afuera (novela 2006), Ruido de Fondo (novela 2003 segunda edición en 2006), Soledadbrother (poesía 2003, segunda edición 2011, tercera edición 2012, cuarta edición 2013, quinta edición 2018), Raktas (poesía 2001, segunda edición 2013) (…) y Once Relatos Breves (cuento 2000, reeditado 2008 y tercera edición 2012) y la antología Microfé: poesía guatemalteca contemporánea (editorial Catafixia 2012). Su trabajo ha sido incluido en diversas antologías en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos y su obra–completa o parcialmente- ha sido traducida al inglés, alemán, francés, italiano, portugués y bengalí. Actualmente escribe para http://revistapenultima.com/
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