La publicación de un libro mítico de la literatura italiana, Lunario del paraíso de Gianni Celati, que apareció originalmente en 1978, en España es uno de los acontecimientos de lo que va de año en el panorama editorial español. Es un libro que arroja mucho material para el placer lector y, también, para la reflexión.
¿Puede actualizarse las mil y una noches? Esa puede ser una de las preguntas que se haga el lector que va transitando por el Lunario del paraíso de Gianni Celati, segunda de las novelas del autor que se edita en Periférica tras la ligera y maravillosa Vidas erráticas, hace ya nueve años. Ha merecido la pena la espera para poder leer una novela que es, en realidad, anterior, porque si bien aquellas Vidas erráticas era un libro casi recién publicado en Italia por aquellos entonces este Lunario del paraíso es un libro muy anterior, publicado en 1978, y que por fortuna los lectores pueden disfrutar finalmente en castellano. Celati es un autor engañoso, cualquiera que haya leído las historias de Vidas erráticas o esta novela recién traducida podría pensar que es un narrador tradicional, que reconvierte la oralidad del contador de historias cargado de experiencias, en la estela de Benjamin, en textos tan amenos argumentalmente como sencillos de leer. Y, sin embargo, es uno de los intelectuales más exigentes de la cultura italiana, que se atrevió a trasladar en prosa el Orlando enamorado, traducirlo a prosa por decirlo en román paladino y realizar también numerosas versiones en italiano de grandes de la literatura universal, llegando en fecha reciente a meterse en el jardín que es traducir el Ulises de Joyce. No hago todas estas referencias de modo gratuito para demostrar que «sé» quién es Celati o que soy capaz de buscar datos en internet, sino porque creo que la lectura de Lunario del paraíso se torna mucho más interesante teniendo siempre muy en cuenta la idea de la traducción. En primer lugar por los hechos argumentales de la novela, que narra las cuarenta lunas que pasó en Hamburgo, el mismo en que los jovencísimos Beatles comenzaban su andadura mítica, el joven italiano que viajó a Hamburgo financiado por sus amigos persiguiendo a una adolescente alemana de la que se había enamorado en la playa. La relación comienza con el acto de traducir, no sólo sus sentimientos o su fascinación por la italiana traducida al lenguaje, sino el hecho de que ni ella habla italiano ni él alemán, por lo que se comunican mediante una lengua franca, el inglés. Apenas llegue el protagonista a Alemania se hará más patente esa carencia, y en principio lo que vive es la incomunicación por no poder traducir sus sentimientos ni sus sensaciones. Más tarde comenzará a soltarse con la lengua germana y llegará un momento en que ya no parece ser un problema. Es más, en la Babel donde transcurren los hechos de la trama van desfilando turcos, daneses, italianos, árabes y gente de otras nacionalidades. Y poco a poco el protagonista va afinando su control lingüístico, pero quizás por ello se hacen más evidentes los pasajes en que, cuando habla con el padre de la chica ese babel se traslada al texto, donde se perfora la convención en la que el lector se ha sumergido recordándole una y otra vez que no lee algo que sucediera «en italiano» (efecto más acusado si cabe en la traducción al castellano), sino que todo eso ha sido vertido al italiano desde esa confusión de lenguas en que realmente «se produjo» (siempre aceptando la idea de un referente real, aunque sea en el mundo de la ficción, ya que no creo que estas peripecias picarescas del protagonista del libro las viviera Celati en su propia piel).
Y lo más interesante surge de ese mismo gesto de condensar, transformar, traducir, lo «sucedido» en una narración en italiano, que se emparienta no sólo con la tradición literaria italiana, sino con su tradición oral. En realidad la novela es la narración de lo sucedido a los amigos que juntaron el dinero para mandarlo a Alemania. Es, por tanto, un texto más cercano a las narraciones de Bocaccio que a ningún otro texto, porque se trata de divertir y contar a los amigos las anécdotas y vivencias personales. Y por eso el texto está atravesado de esas marcas, donde sigue prometiendo hechos divertidos y apasionantes a sus oyentes, y va preparándoles para lo que les irá contando. Pero al mismo tiempo eso no lo está contando, y ahí surge la interesantísima vuelta de tuerca que aporta el texto, sino que lo está escribiendo o, mejor dicho, está obteniéndolo de una máquina de escribir (década del setenta, no olvidemos) que es quien realmente teje la trama del texto y la historia que este contiene. Eso lo vuelve todo mucho más interesante, más a lo Benjamin incluso, ya que los mecanismos de escritura pasan a formar parte del texto en sí, y al mismo tiempo, frente a la tendencia del narrador oral de difuminarse en el flujo de narraciones que constituyen una tradición, presenta en un primer plano la rotunda presencia del acto de escritura. Pero esa tensión no es un capricho retórico o un juego metaficcional, el narrador se fue de una Italia que se presenta como el pasado idílico y puro para pasar a la tecnológica y desarrollada Alemania. Si bien algo que la narración evita de modo intencionado es el trabajo, cualquier cosa relacionada con lo laboral, de ahí el tono picaresco que tiene la trama, sí que aparece el capitalismo y las privaciones de modo omnipresente. Por eso no es tan aventurado mencionar esa oposición entre el Norte y el Sur, donde ninguno de los dos escenarios salen bien parados, y acaso por eso el Paraíso del que habla el título sea más una edad y la memoria que otra cosa. Una memoria salvada mediante la narración, pero no la mera anécdota o el relato oral, sino la escritura en sí de un libro, nacido de las entrañas mecánicas de la máquina de escribir y por el que el lector transita pasándolo bien, riéndose, enamorándose un poco más de ese Paraíso en la tierra al que Celati nos franquea el paso.
Antonio Jiménez Morato (Madrid, 1976) es escritor y crítico. Su publicación más reciente es la recopilación de ensayos sobre literatura latinoamericana contemporánea La piedra que se escribe (Festina, Ciudad de México, 2016). Además ha publicado la novela Lima y limón, que cuenta con ediciones en cuatro países además de una digital de alcance global. Otros de sus libros son Mezclados y agitados o El sabor de la manzana. Entre otras cosas es el director de penúltiMa.
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