Editada por Anagrama, acaba de aparecer la última novela de Esther García Llovet. No es habitual que «última novela», un cliché reiterado al hablar de la novedad más reciente de un autor, pueda ser un sintagma más ajustado a la realidad de lo que podemos sospechar. En esta entrevista atravesada de crónica, Antonio Báez despliega una conversación literaria que, no por virtual, es menos intensa y subyugante. No se pierdan ni la novela ni este texto.
La semana pasada leí Cómo dejar de escribir, de Esther García Llovet, en un par de tirones, el primero lo pegué en una cafetería en la que una septuagenaria leía la revista Hola. Después de la mía la suya era la mejor lectura posible aquella tarde. Terminé la novela (sobre las 120 páginas) en una pizzería rápida en la que una mesa estaba ocupada por un grupo de mujeres con ideas muy peculiares sobre lo que hay tras la muerte. Después de su conversación la más interesante era la que me traía yo con la novelita. Le he preguntado por email a la autora algunas cosas sobre su libro. La primera es cómo llegó al título, que me parece todo un acierto. Su contestación: “Creo que el título surgió al final él solo. Pero siempre me han gustado los títulos de los libros de autoayuda que te encuentras hasta en los aeropuertos y los supermercados”. La primera frase de la novela dice así: “Me acuerdo de cuando no pasaba nada”. Así que mirad, envalentonado le pregunté a Esther: “¿Crees que la vida es una aventura nihilista?” Toma ya. Y ella, mirad, va y me dice: “La vida no es una aventura nihilista. La literatura en cambio tiene poco o nada de aventurero y mucho de nihilista.” Esther García Llovet es una mujer lacónica no solo en su escritura, sino también en sus respuestas a mis preguntas. Su parquedad de palabras es meridianamente sincera y clara, a veces, y otras, algo elusiva. Cuando le formulé: Cómo dejar de escribir fue publicada en el año 2015 en una editorial digital, ¿qué repercusión tuvo, cuántos lectores la compraron? “Se publicó en Suburbano, una editorial digital de Miami. Se vendieron creo que siete o diez ejemplares”. Me interesé también por algo que me llamó la atención: ¿Esa publicación no era incompatible con las bases del premio Herralde de novela al que la presentaste al año siguiente? Y ella me escribió: “Al premio me presentó la editorial. No sé cuáles eran las bases”. Luego me centré en los calificativos que le ponen en la solapa a la autora. ¿Te sientes cómoda con las etiquetas que se te aplican: “perra verde”, “rara avis”, “autora de culto” “o secreta”? Pero todo lo que conseguí fue: “No me interesan las etiquetas”. En ese afán de estupendismo que sobrecoge a quien tiene la oportunidad de preguntar le espeté: Me gustaría saber adónde te ha llevado esta obra en el proceso de adelgazamiento que creo advertir en su escritura. Los libros de Esther García Llovet son breves, pero este creo que es el más. A lo cual ella no tuvo reparos en ser tajante: “A lo que tú llamas proceso de adelgazamiento yo le llamo pereza”. En la novela aparecen mencionados una serie de elementos de los que se sirve la autora para la ubicación temporal, pero también para la creación de un clima de provisionalidad; por ejemplo la referencia al programa de televisión Esta noche cruzamos el Mississippi para los años noventa; la serie de pelis de Crepúsculo para los dos mil; habla del look Resacón en las Vegas; o se refiere a revistas como Cuore, Cosmopolitan, el Víbora, programas de tv como Sálvame; sus personajes llevan bolsas de H&M o Zara, van al VIPS y al Burguer King; todo ello mezclado con iconos que se convierten en referencias pop: el Seat 1500, Uri Geller, Rita Irasema. Hay mucha literatura que todavía evita mencionar el mundo de las marcas y sin embargo nuestra sentimentalidad está llena de marcas. No le pregunté nada, le pedí que me dijera lo que le pareciera al hilo de esta parrafada. Y me lo dijo: “Las marcas funcionan porque identifican inmediatamente y son muy visuales”. A esa altura de la conversación por email le inquirí si también se encontraba perezosa para contestar a mis preguntas, a lo que me aclaró: “Más que perezosa, que lo estoy siempre, lo que me ocurre es que estoy sin ordenador y escribir en el móvil es poco práctico y muy muy lento”.
-La novela termina de un modo romántico cuando chico y chica emprenden viaje a Marbella. Creo que contarías la Costa del Sol como nadie, pero me dijiste una vez que no habías vuelto por aquí desde que te marchaste siendo niña. Por otra parte, la ciudad de Madrid es también un personaje de la historia. ¿Cómo te relacionas con la ciudad y con el tema del viaje?
-Estoy volviendo hoy de Torremolinos y ahora mismo en el tren de vuelta a Madrid. Fui para hacer un reportaje sobre los organizadores del Rockin Race pero no me hicieron pases de prensa y no pude hacer nada. Bañarme y comer chopitos. Madrid además de ser un personaje nos vuelve personajes. Algo que no podemos decir de muchas otras ciudades.
Curiosamente el domingo fui a Torremolinos a ver el ambiente del Rockin Race y cuando el lunes por la mañana se lo dije por email a Esther ella me contestó: “Lo del Rockin Race estuvo muy bien aunque no estuve pero los oía desde La Barracuda. Yo el domingo estaba en Málaga”. Para los mitómanos diré que La Barracuda no solo es uno de los hoteles de Torremolinos que participa en la muestra del Rockin Race, que es un festival de varios días de música, coches y moda americana de los años cincuenta, sino que también fue donde se hospedó el escritor austriaco Thomas Bernhard tres meses antes de su muerte.
Algunos personajes de la novela Cómo dejar de escribir: Claudia, la chica pija, es la alternativa que Renfo le encuentra a la escritura, un héroe que fuma mentolado. VIPS, un Proteo algo pijo también, vive en la calle. Curto le tiene cierta querencia al talego, quizás porque justifica su vida. Pascal, el abuelo, es un actor que huye de la prensa del corazón.
-¿Tienes opinión sobre tus personajes?, le pregunté yo a la autora.
-Creo que son gente de la calle, es decir, gente hiperrealista, me escribió.
-La historia de la novela, seguir el rastro de un manuscrito perdido del padre escritor por parte del hijo escritor te sirve para hablar de una relación paternofilial muy peculiar ¿tiene algo de autobiográfico más allá de las coincidencias de que tú eres escritora y tu padre también lo fue?
-Renfo no es escritor. Está en el paro o dando tumbos pero escritor no es. Como tampoco mi padre, que era funcionario.
Leñe, cómo puede ser, ¿no me enterado de nada? Y por otra parte, me he pasado de enterado.
El caso es que durante mucho tiempo había pensado que Esther era hija de Enrique Llovet, guionista de cine, crítico y autor teatral, presente en la cultura española de los años 60 y 70. Pero ella me lo aclara: “Enrique Llovet era tío mío pero tuve muy poca relación con él.” Bueno, me consuelo del patinazo y me digo que el que no pregunta, aunque sea equivocadamente, no se entera de las cosas. En cuanto a que Renfo no es escritor ahí creo que la que se equivoca es Esther, porque en la primera página ella misma escribe:
“-¿Qué tal, Renfo?-me preguntaba Curto.
-Bien. Escribiendo.”
En fin para terminar y para ponerle una ilustración a la entrevista le pedí a Esther una fotografía, le sugerí por ejemplo, alguna de su paso por Torremolinos y el hotel La Barracuda con la idea de que resultase original, pero ella se limitó a mandarme la misma que aparece en la solapa del libro, lo que me decepcionó un poco, ya que me hubiese gustado aportar ese elemento novedoso, pues como dije arriba me parece que Esther García Llovet reflejaría como nadie el mundo extemporáneo y kitsch de la Costa del Sol. Sin embargo el título de la novela parece también una declaración personal, ya que cuando le pregunté si había escrito algo después de este libro, me escribió: “No, no he vuelto a escribir ficción en los dos últimos años ni creo que vaya a hacerlo”. Está intentando sacar adelante un proyecto cinematográfico. La última frase es para Bolaño, su alargada sombra no ensombrece la escritura de Esther.
Antonio Báez (Antequera, 1964) ha participado en diversas antologías de microcuento y relato breve y ha publicado los libros La memoria del gintonic, Griego para perros y su título más reciente es La magia de los días, publicado por la editorial Talentura.
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