El escritor guatemalteco se acerca aquí a una etiqueta, la del «realismo sucio», quizás ya algo periclitada, y seguramente sustituida en el vocabulario crítico más riguroso por «minimalismo», pero que sigue siendo de uso común, lo que no deja de generar numerosos equívocos.
Hace algunos años, conversando con el novelista y poeta guatemalteco Gerardo Guinea Diez, surgió, en medio de una breve pero muy amena conversación, el nombre de Raymond Carver (1939 – 1988), «te recomiendo que lo leas» me dijo «tendrás otra perspectiva del relato corto», y anoté el nombre en un pequeño trozo de papel que guardé, doblado por la mitad, en el bolsillo de la camisa. No había leído nada de Carver hasta entonces, y pasaron unos días más hasta que, por una de esas «casualidades» que con dificultad podemos explicar satisfactoriamente, una tarde, buscando a Sartre en la librería Pegasus de la avenida Shattuck, en Berkeley, California, di con un ejemplar de Will You Please Be Quiet, Please?, (¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?), primer libro de relatos cortos de Carver: una genial creación literaria escrita y reescrita por el autor a lo largo de quince años, y que, a decir de críticos y editores, una vez publicada le supuso la consagración inmediata.
Ese fue el primer contacto (consciente) que tuve con el Realismo Sucio, una corriente literaria que a lo largo de su existencia ha contado quizás con más detractores que seguidores, nacida en Estados Unidos, cuyo «boom» se dio más o menos a mediados de los años 50 del siglo XX. Sin embargo, vale mencionar el desarrollo que tuvo en la década de 1970, que fue de singular trascendencia y que sirvió como futura referencia de dicho movimiento. La corriente se caracteriza por centrarse, como su nombre lo indica ―Dirty Realism―, en la sucia realidad que se vive cotidianamente en toda sociedad y que simplemente nos rodea (lo percibamos o no, lo aceptemos o no). Una corriente que utiliza la parquedad, la sobriedad y la precisión para contar historias que prescinden del exceso de adjetivos y que reduce la utilización del adverbio al mínimo. Suele no basarse en situaciones imaginarias o grandiosas, sino por el contrario, en existencias que pueden llegar a parecer mediocres o incluso rutinarias. Con un lenguaje simple, directo, llano, retrata personajes convencionales y comunes, muchas veces corrientes y grises, que van incluso, más allá del minimalismo de autores como Hemingway o Miller, ese minimalismo que también está presente en la pintura, la música y otras diversas expresiones artísticas de hoy en día, y del cual, a decir de algunos expertos y académicos, se ha derivado (aunque con ciertas características propias) lo que ha llegado a conocerse como Realismo Sucio; su existencia, por lo tanto —dicen—, es cuestionable.
Charles Bukowski, Tobías Wolf, J. D. Salinger, John Fante, Raymond Carver, son algunos de los exponentes más destacados de esta rama de la narrativa contemporánea particularmente estadounidense que, al parecer, nos guste o no, ha llegado para quedarse, ganando terreno en el mundo de la literatura y deslizándose con sigilo por entre páginas y páginas escritas también por fabulosos autores hispanoamericanos. Escritores como Zoé Valdés o Roger Wolfe, por ejemplo, son representantes de una variante de esa corriente con la que cientos de lectores hispanohablantes empiezan a identificarse, sea por la realidad cruda ―y nefasta en muchos casos― con la que conviven miles de personas en las sociedades actuales, sea por una necesidad puramente estética o de exploración de nuevas formas narrativas que empieza a hacerse patente en ése universo vasto y rico en posibilidades y al mismo tiempo incierto que es la literatura. El Realismo Sucio está, es innegable, y todo parece indicar que va ganando terreno muy a pesar de quienes han renegado de él. Veremos, dentro de algunos años, si logra afianzarse en el gusto de los lectores hispanoamericanos, y lo que es más, si logra afirmarse como corriente y medio de expresión en el trabajo de los muchos autores que escriben en español…
Adolfo Mazariegos es politólogo y escritor. Ha publicado los libros “Utópolis” (No-Ficción, 2019); “Cuestión de tiempo” (Novela, 2018); “Régimen de Convención” (No-Ficción, 2013) y “Un lugar igual… Pero distinto” (Cuentos, 2011). Varios de sus relatos han sido incluidos en compilaciones y antologías en España, México, Uruguay, Argentina, Guatemala y Estados Unidos. Actualmente es docente universitario y escribe semanalmente la columna de opinión Utópolis, en Diario La Hora (Guatemala). Su sitio web es www.adolfomazariegos.com
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