La reedición de Diez, uno de los libros de Juan Emar, realizada por la editorial argentina Mansalva sirivió para divulgar entre los lectores más jóvenes una de las figuras fundamentales de la vanguardia latinoamericana. Augusto Munaro, uno de lo más conspicuos miembros de esa nueva camada de autores comparte aquí su acercamiento al genial autor chileno.
Escrito por el chileno Álvaro Yánez Bianchi, más conocido por el seudónimo Juan Emar (1893-1964), es un libro que congrega una decena de relatos; o como César Aira en el prólogo de esta cuidada edición mejor nos indica: “agrupados en una intrigante estructura temática piramidal: cuatro animales, tres mujeres, dos sitios, un vicio”. Se trata del cuarto y último que dio a conocer en vida, su favorito según palabras del mismo autor y que resulta un muestrario cabal, ya que en él figuran todas las variedades de la creación emariana.
Querer enumerarlas exceden el espacio de una breve reseña, pero sí se podría enunciar el procedimiento que engloba el sustrato común de sus cuentos. Como ocurre con Salvador Elizondo y Alain Robbe-Grillet; su prosa plantea un permanente carácter experimental, una necesidad ontológica de ruptura. Impulsado por un deseo de superar el realismo institucionalizado, su escritura se haya permeable a ciertas expresiones plásticas de vanguardia. Las pinturas en especial fauvista y cubista cobraron un interés insoslayable puesto que con ellas pudo transgredir los códigos de representación convencionales al soportarse en estructuras discontinuas y alegóricas. “El unicornio” y en especial “El Hotel Mac Quice” apoyan esa idea subversiva respecto de la narrativa tradicional.
Hay bajo su pluma heurística una obsesión por el corte del relato, el modo de fisurar el hilo narrativo. Su técnica de composición está sujeta a la digresión, un procedimiento infinito que le permite al autor, como hace con sus otros cuentos “El pájaro verde” o “El gato maldito” romper la linealidad, la unidad progresiva del texto con el fin de sugerir la interrupción como quid de su obra. Toda su literatura ocurre entre paréntesis de lo que espera ser narrado. La serie de divagaciones –por cierto, alguna vez debería escribirse una genealogía completa sobre el tema desde Denis Diderot, Raymond Roussel pero también Hilario Ascasubi hasta Arturo Cancela- expanden y desplazan una imaginación fragmentada, cuyo eje es producto de un exceso de lógica semialucinatoria. Así es como no parece seguir argumento ni molde alguno en sus textos, sino un afán combinatorio por los intersticios del azar. Su pulso inventivo busca siempre el deslimite.
Lo que no se nombra, aquello que omiten la mayoría de los escritores, aquí toma proporciones inusitadas a través de una dinámica compleja, donde el lenguaje se subvierte. De ahí su destino inagotable y el dislocado placer que producen cuentos como “Papusa” y “El vicio del alcohol”, muestras de un intento por incrementar las posibilidades narrativas donde es posible encontrar elementos de surrealismo, de absurdo; imponiendo la autonomía y renovación de la obra artística por encima de todo. Pues en la producción literaria de Emar lo más valioso es su incondicional interés en abogar por lo desconocido. Lo que aún esperaba ser inventado. Estos cuentos son expediciones hacia el imperio de la imaginación.
Augusto Munaro. Argentino. Publicó los libros Ensoñaciones: Compendio de Enrique de Sousa (RyC editora), El cráneo de Miss Siddal (Pánico el Pánico), Recuerdos del soñador evasivo (Alción editora), Cul-de-sac (Ediciones La Carta de Oliver), Todo sea por la excepción (Letra Viva), Gesta Cornú (Editorial Lisboa), Breve descripción de una |sepultura| (Tinta China), Noche soleada (Ediciones la yunta), Camino de las Damas (Expreso Nova Ediciones), [Hna. Paula] (El 8vo. loco ediciones), Agnès & Adrien (Colisión Libros), Vida de Santiago Dabove (Ivan Rosado), Islandia (Voria Stefanovsky Editores), A la hora de la siesta (Borde Perdido Editora), Arletty (Julieta Cartonera), Celuloide (Minibus Ediciones), El baile del enlutado (Gigante) y La página infinita (Clara Beter).
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