El año pasado la editorial El Flamenco Vive publico el libro de José Manuel Gamboa, El Güito ¡La cabeza del flamenco! Hechos y hechuras del maestro. Si bien se trata de la biografía más o menos definitva de uno de los grandes de la historia del flamenco, el autor del artículo entiende que una historiografía que presente al mundo flamenco como algo autónomo, ajeno a toda influencia y embuido en una ortodoxia que dista mucho de lo que sucede en la realidad, sigue prolongando muchos de los problemas que arrastra el género y su estudio, lastrando el impacto que puede tener en el mundo cultural entendido de modo más amplio, y sobre todo lo desactiva como herramienta de generación de estética y pensamiento.
En el mundo del flamenco, las biografías de artistas son un trasunto de la literatura costumbrista. Que las biografías sean centrales en la construcción de la historia de la disciplina no es algo exclusivo del flamenco, pero en cada ámbito musical significan cosas distintas. En la música clásica, esas biografías se significan como un culto al genio, en el rock, como culto al ídolo, en el flamenco, como culto a lo auténtico. Por supuesto, los tres conceptos tienen rasgos comunes, pero el ascendente y funciones que tienen en la construcción de la historia de cada disciplina son bien diferenciadas. En el caso del flamenco, esta poética de la autenticidad es precisamente la que lo constituye como género musical diferenciado hacia finales del siglo XIX. Y, claro está, la historia del género se construye a partir de los ejemplos que dan muestra de tal autenticidad. Eso fomenta una historiografía que prefiere la expresión de idiosincrasia al testimonio veraz, el relato mítico al hecho confrontado, la anécdota (ya jocosa ya truculenta) a la explicación de un hecho. Toda elaboración que se transluzca supone una merma de la potencia performativa de esa historia, de su eficacia.
El testimonio autobiográfico es, en este sentido, un género privilegiado. La tarea del historiador del flamenco bajo este paradigma es encontrar a un artista/informador sobre el que recaiga un capital simbólico inversamente proporcional a la capacidad para elaborar intelectualmente las vivencias, elaboración que se entiende como manipulación que resta autenticidad. Las recolecciones de testimonios orales que publicara Ortiz Nuevo en los setentas y ochentas de Pericón de Cádiz, Borrico de Jerez, Tía Anica la Piriñaca o Enrique el Cojo son los perfectos ejemplos.
Aunque con un pie en estas mimbres, las memorias de Eduardo Serrano, el Güito, publicadas como ¡La cabeza del flamenco! Hechos y hechuras del maestro Eduardo Serrano el Güito (El Flamenco Vive, 2022), se distancian de otras flamencas precedentes por la voluntad firme de su editor, José Manuel Gamboa, de darle una consistencia documental al relato. La intención de Gamboa es mostrar la biografía del Güito como un hilo central de la historia del flamenco entendido como disciplina profesional y perfectamente homologable a cualesquiera otros géneros artísticos existentes.
Efectivamente, Eduardo Serrano el Guito (Madrid, 1942) es un personaje central del flamenco y su historia de vida, un jalón fundamental para recomponer la historia del género. Parte de la generación que definió los repertorios y formas que, a día de hoy, hay fijados en el baile, es, sin duda, el bailaor vivo más relevante de la actualidad.
Desde los 12 años comenzó a trabajar de asistente en las clases para el malogrado Antonio Marín, al que en el cenit de su carrera amputaron la pierna por una gangrena producto de un clavo que se le hundió al clavar la rodilla en el suelo durante un espectáculo. La escuela de Antonio Marín es uno de esos nódulos de comunicación artística que permiten entender muchas cosas y uno de los grandes aciertos del presente libro es el espacio que dedica a hacer un mapa tanto del personaje como de la escuela. Por esa escuela pasó prácticamente toda esa generación a recibir clases. La nómina asusta. Además de Güito: Mario Maya, la Chunga, Farruco, Manolete, Paco Romero, la Singla, Antonio Gades, Sara Lezama… También pasaban otros flamencos ya consagrados, como Carmen Amaya, Rosario o Antonio (el Bailarín) para compartir un rato de baile, otros, además, para “ojear”, como Pilar López.
Fue, de hecho, Pilar López la primera en dar una gran oportunidad a Güito, incorporándole a su compañía, girándolo por Europa y formándole como profesional de la danza, haciéndole bailar, además de flamenco, piezas del repertorio clásico, por ejemplo, de Debussy (Güito tenía, como señala Gamboa, rutinas de ballet clásico adquiridas en el Centro de Danza Clásica Karen Taft).
En 1959 recibe el diploma de Le Circle International de la Jeune Critique pour la Recherche Artistique et les Échanges Cultures al mejor bailarín de la temporada de 1959 de Théatre des Nations. En 1961, Jean Cocteau, al verlo bailar en el Teatro Cervantes de Málaga, lo considera encarnación de su Orfeo. En el 64, Feria Mundial de Nueva York… Pasan los años, recorre el mundo, recibe todos los reconocimientos posibles, tanto fuera como dentro de España. Sigue impartiendo clases magistrales esporádicas en la escuela flamenca Amor de Dios. Su soleá es ya una pieza de estudio, su consciente trabajo con la silueta, icónico e inimitable.
El libro de Gamboa es un alivio preñado de datos y documentos que cualquier curioso puede aprovechar y que todo estudioso ha de conocer.
Sin embargo, y aunque, al menos en parte importante, se haya emancipado de la historia costumbrista, la voluntad de Gamboa de entender el flamenco como un arte autónomo, un campo de alta autonomía relativa —por utilizar el término de Bourdieu— provoca inevitablemente que su relato no pueda incluir una explicación causal de los procesos artísticos: la política pulula alrededor del flamenco, penetra de cuando en cuando para volver a salir… Pareciera como si el flamenco fuera soberano y tuviera las riendas de su propia condición.
Carlos García Simón (Albacete, 1980) fue licenciado en Filosofía y ahora trabaja en una librería de usado de Madrid. Eventualmente, a lo largo de los años, ha maquetado, editado, redactado, hablado, corregido, vendido, peritado auditado y editado en diversos lugares. Hoy es uno de los factotum de Libros corrientes, entre otras cosas.
exactamente un individuo,
por Rubén J. Triguero
nueva columna de Martín Cerda
adelanto del nuevo libro de
Javier Payeras
Antología de cosas pasajeras
por Javier Payeras
de Henry David Thoreau,
leído por Rubén J. Triguero