Destinada a romper prejuicios y barreras, la producción lírica de Rubén Ramos Colón es iconoclasta por decantación natural. Los referentes de la alta y la baja cultura se cocinan a fuego lento hasta lograr fundirse en la reducción más intensa y refinada: la propia de la más sofisticada literatura. Estos poemas formarán parte de su inminente nuevo poemario, que publicará La Impresora bajo el título Medios, Remedios, Miedos y Mitades.

 

La última luz de Hitomi

“But the finding isn’t just a surprising oasis of calm in a turbulent galaxy. It also gives us insight into just what role black holes play in how galaxies do—or don’t—form.”
http://gizmodo.com/this-is-the-last-thing-japans-lost-black-hole-satellite-1783200724

Acercándose al vecindario dónde perdería
control de la sintaxis que le gobernaba,
Hitomi giró para el asombro
de quienes recogerían el abecedario en piezas.

Miró al estómago lejano de un torbellino.
Arrojó razón al oscuro despedir de agujeros
que deciden el tamaño de sus vecindarios.

Hitomi desprendido articulaba los límites
de la expanción de los cuerpos,
el suyo y los que la distancia aliena.

En el límite dónde nombrar esclarece
espera fábula sin verdad
que llamando a su nómina
despedaza.

***

Pajuato

Siempre temo comprar un aguacate
sin deducir el cacareo. En su interior
lee para monografía y baraja.
Aguardan bajo el lagarto partes iguales
de áureo y de ocre.
Atinar es llevarlo del mercado al cuchillo,
hendirle a parcela. Por palpado elejido,
elevado a valedor de promesas.
En su mantequilla pesar la insensatez propia,
desde el rehielo de amores perdidos
hasta entrevistas de trabajo.
Repartirle pidiendo en rebanes disculpas,
borrón en la promesa impoluta y amarilla,
que acabará con cada arrepentimiento
por gracia de haber separado por cascarón
ave de reptil,
con maestría y profesión, no. Sazonado
con sal lanzada a ojo.

*** 

 

Telefónica

A mis veintiséis
estaba seco de la generosidad con que el mundo me aburría.

No perdía ocasión de pasar queja entre cervezas
a quien no me preguntaba y brindar descontento la mala compañía
con cerveza tibia. Todo cuanto tenía
pecaba de pausado, lo tenido todo estático,
detenido en la tenencia de una lenta paz.

Golpe tras golpe. El estado financiero
Encontrar una polilla en el armario era guerra bienvenida,
algo con que estrechar la brecha que cañón se extendía
en la sala de empleados.

La pandemia de ruido y silencio que gobernaba el aire acondicionado,
cuyo imperio se extendía cubriendo de sudaderas los cúbiculos
que sudaban próximos a ventanas que derretidas desmentían
el calor afuera y que a su vez explicaba
el porqué del subsidio patronal de dos máquinas de café.

Entre el discado a potenciales clientes
mentí por primera vez para un salario,
sugiriendo que el paquete de la compañía era mejor oferta.
No me perdono las docenas de ventas exitosas
que me mantuvieron alimentando culpas por siete meses.

Me parió el trabajo mejor persona, me aseguro,
sin saber más de la vida de quienes accedieron al cambio,
no teniendo pista sobre el alcance de mis acciones,
si tal vez hubo ahorro y encontrarnos
fue fortuito para ambos. La compañía
se fue hace tres años del país
ante la poca demanda de servicios de telefonía residencial.

Me cuesta admitir que aun se
gran parte del discurso de ventas que me hicieron memorizar
como si fuese a ser imprescindible alguna vez al entender de algo
cuya pendencia en mi quedó al recobro de aquel último cheque
de treintaisiete dólares que nunca pasé a buscar.

*** 

 Fronda

La ciudad de Petra quería sábados su consecuencia.
El manojo y sus vástagos examinando
la roca paciencia de sus pasillos.

Dada a la artritis desafiaba
para promesas de turismo la producción de almuerzo,
su dócil arreglo de arroz espulgado.

El cuece del grano tinto, el confitar de presas,
llamaban a mesa al segregado entinte de su prensa,
la variedad de sepias que calcaban su perfil.

Un bodegón de manzanas celaba la mesa
a la que nos reunía encampanada el hambre,
macerados para desespero.

La sala tensa a olores que desbordaban
sobre el balcón peleando asiento
para tripular el televisor.

La custodia de sonrisas en nuestros retratos,
colgados sobre el bazar olivo del mueble,
ensardinados al desmaye esperando comer.

A salud el tiempo, acabado el llamamiento
repatriaron sus hijos las cenas a sus casas,
celaban ahora en sus museos reliquias del yacimiento.
Lo que no colgaron para visitas lo pasaron a álbumes
dónde mastica el plástico los colores
ensalivando nuestras láminas.

La pienso y levanto mi casa sin recordar su cara,
puntal al pórtico resiliente.
Lástima preservar para nadie
el hervor de rostros que reclama el gas.

 *** 

 Campechana

Mamá ungió a solas su catastro,
yeguó el parto de nuestra cojera.
Labró partícula. Retolló tal palo
la fruta bífida de sus pares.
Dos retazos con que himnó sus malabares,
la sabia comedia de trinar a ambos
sin empecebrarnos a casco ni ruralía,
salvos ni sanos. Bucéfalos,
rabiados de sus cabellos los dos.

 

Rubén Ramos Colón (Bayamón, 1983) Es autor de los poemarios Angst (2011), Wéilsong (2014), y Ultramar (2015).

Polisílabos es un espacio dedicado a compartir la mejor poesía que se está escribiendo hoy en castellano y, siempre que sea posible, inédita.