Incluido dentro de la antología bilingüe Que apartes de mi cuerpo este cáliz de fuego/ Afasta de meu corpo este cálice de fogo, que reúne una serie de poemas escritos en castellano y portugués sobre la violencia de género, este poema de Viviana Paletta nos sirve para recordar algo que demasiado a menudo se olvida: la poesía es un acto político de primer orden y está muy alejada de esa idea de la torre de marfil ajena a lo que sucede en el mundo en la que algunos quieren recluirla.
Espaldas de ángel
Es necesario apagar la soberbia
con más rapidez que un incendio.
Heráclito, Fragmentos, 43
El cuerpo no deja de sentir.
El cuerpo piensa, sueña, abriga.
No hay combustión espontánea,
el cuerpo no se exilia.
Vi el espinazo del cielo
y labré entonces
un tatuaje en mi espalda:
dos alas de ángel
para darme corteza.
Tengo plumones,
delicados en su transparencia,
que aletean sin énfasis
para borrar los manchones cárdenos
que mencionan la sangre.
Pero no puedo volar
ni esquivar la mirada.
El aciago es un intruso
que anuda y desanuda los hilos
de un laberinto sin fin.
Y derrama mi caldero de horas a sus pies.
Es preciso
hablar de aquello que no debe cumplirse.
Mi cuerpo es sólido, material, inciso.
Pero mi alma está desgajada.
Un tizón contrariado en su signo.
No hay azoteas en su desgracia.
Soy una rama de olivo, un nudo
en la enramada,
un sarmiento en manos del funesto
que me vuelve ceniza.
Mi alma pende de unas brasas,
del rescoldo del fuego
al viento del capricho.
Mi alma está sola
en una lámpara,
cuelga de un cabello púrpura,
de un bocado de muérdago.
No justifica la cólera del aciago,
postrada ante el río de los lamentos.
Es preciso hablar
de aquello que no debe cumplirse.
Su extravío
inclina las velas,
diluye la dulce vida de mis miembros:
mis alas caen como una empalizada,
ya no son frontera de mí misma.
Es preciso hablar de aquello
que no debe cumplirse.

exactamente un individuo,
por Rubén J. Triguero
nueva columna de Martín Cerda
adelanto del nuevo libro de
Javier Payeras
Antología de cosas pasajeras
por Javier Payeras
de Henry David Thoreau,
leído por Rubén J. Triguero