En 2003, publicados como un mismo libro, aparecieron juntos lo que en realidad eran dos libros independientes que ahora se publican tal y como fueron concebidos. En Guatemala, Sophos publica Pan y cerveza ; en España la gente de Jekyll & Jill se encargan de poner en circulación Saturno (que aparecerá también en Sophos). Es un honor para penúltiMa poder publicar este adelanto de la versión personalísima que hace Eduardo Halfon de la Carta al padre de Kafka. Aunque, eso sí, al contemplar la bella labor de impresión del libro uno no puede dejar de lamentar que esta sea una revista virtual, porque los lectores se pierden el placer de tener entre sus manos un libro tan bellamente editado. Por fortuna el problema tiene fácil arreglo: corran a su librería amiga a hacerse con uno.

 

Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio, ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida. Y siempre, sin falta, hallaba un papel doblado en tres. Un solo papel con el membrete de su empresa. Mal doblado, por prisa, supongo. Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo. Yo lo dejaba allí, casi olvidado a la par de mis pies, pues lo que realmente me interesaba no era su dinero, padre, sino sus palabras. Ingenuo, buscaba sus palabras. Y en medio del papel, escrito en tinta negra, encontraba yo siempre lo mismo: su nombre. Nada más. Sólo su nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre.

Quizás por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.

Al sepelio de Klaus Mann sólo llegó Michael, su hermano menor, cargando en la mano derecha un misterioso estuche. Era el verano de 1949. Su padre había recibido el Premio Nobel de Literatura veinte años atrás.

Como había escrito en su ensayo Selbstmörder, en donde narraba con «envidia tan amarga» los suicidios de varias personas que él había conocido, Klaus mismo decidió, por segunda vez, terminar su vida. Su primer intento había ocurrido diez meses antes, en California, cortándose las venas de ambas muñecas, tomando pastillas y respirando gases tóxicos. Pero fracasó. Supuesta causa: las infidelidades de su amante, un joven marinero. En su segundo intento, mientras pasaba las vacaciones en Cannes, ingirió exitosamente una dosis letal de somníferos.

(Bellos durmientes: Jack London en su granja aún famosa en California; Malcolm Lowry con barbitúricos y alcohol; R. H. Barlow también con barbitúricos, en México, tras dejar escrito en la puerta, en pictografías mayas, «No me molesten, quiero dormir largo rato»; Ryūnosuke Akutagawa, el padre del cuento japonés, también con barbitúricos, a los treinta y cinco años, porque sentía que estaba viviendo, dejó escrito, «en un mundo de nervios mórbidos, diáfanos y fríos como el hielo»; Alejandra Pizarnik, antes de su perpetuo sueño, escribió con yeso «no quiero ir nada más que hasta el fondo»; el colombiano Andrés Caicedo ingirió sesenta pastillas de secobarbital el mismo día que recibió el primer ejemplar de ¡Que viva la música!, su única novela; la poeta estadounidense Sara Teasdale tomó veronal para dormirse eternamente en su tina; Stefan Zweig, también con veronal, en los brazos de su esposa, en su cama, en el exilio, en Brasil.)

Thomas y Katia Mann se enteraron de la muerte de su hijo al bajarse del avión en Suecia. Venían de Londres, donde recién le habían otorgado al ya famoso novelista alemán un doctorado honoris causa de la Universidad de Oxford. «El mago», como le decían sus hijos, rehusó cancelar el resto de sus conferencias para asistir al entierro de su primogénito.

¿Asistiría usted al mío, padre?

 

Eduardo Halfon

Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971). Ha publicado Esto no es una pipa, Saturno (2003), De cabo roto (2003), El ángel literario (2004), Siete minutos de desasosiego (2007), Clases de hebreo (2008), Clases de dibujo (2009), El boxeador polaco (2008), La pirueta (2010), Mañana nunca lo hablamos (2011) y Elocuencias de un tartamudo (2012), Monasterio (2014; Libros del Asteroide) y Signor Hoffman (2015; Libros del Asteroide). Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, francés, alemán, italiano, serbio, portugués y holandés. En 2007 fue nombrado uno de los 39 mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá. En 2011 recibió la beca Guggenheim. En 2015 obtuvo el premio Roger Caillois.

Preliminares es la sección donde anticipamos libros que se publicarán en breve, Adelantos que sirven como Preliminares del gozoso acto de encuentro con los lectores en forma de libro, donde la experiencia de lectura se torna verdaderamente material.