Asidua a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por motivos profesionales, Paola Tinoco atesora un ramillete de anécdotas relacionadas con el mundo del libro. Acá comparte una con los lectores de penúltiMa.

 

Desde hace treinta años, hay dos cosas seguras al llegar la última semana de noviembre: llega el invierno y celebraremos la Feria internacional del Libro en Guadalajara. La única en su género que es para todos: editores, escritores, distribuidores, agentes literarios, religiosos, turistas, actores, curiosos, lectores y hasta ladrones, como el memorable lisiado de la silla de ruedas que esconde libros bajo la manta en sus piernas. Como las adolescentes de minifalda a cuadros con mochilas llenas de libros que ni siquiera les interesan pero roban por deporte o por tradición.

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A pesar de que el legendario lobby del Hilton, antes el punto de encuentro oficial es ahora un poco amistoso búnker – bar – restaurante, seguimos apareciendo por ahí para saludar a Zeruya Shalev o a Jorge Volpi. Seguramente a Miguel García, de Machado Libros, Jorge Herralde, de Anagrama, Ofelia Grande, de Siruela o Daniel Divinsky, de Ediciones La Flor. Y mientras uno se saluda con ellos, detrás pasa una turba de curiosos rodeando a Mario Vargas Llosa o a Carmen Aristegui. Recuerdo haber visto una de esas multitudes también, persiguiendo a Xavier Velasco, mientras la enorme escritora Herta Müller y yo esperábamos a Carlo Feltrinelli, sin que las multitudes se abalanzaran sobre la Premio Nobel.

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Ir a la FIL Guadalajara es tan cansado como agradable, a lo largo de estos años se han escuchado magníficas conferencias y rabietas monumentales que casi siempre terminan bien, como aquella discusión entre el recién fallecido Guillermo Samperio y Javier García Galeano, que interrumpieron su participación en el Encuentro Internacional de Cuentistas para arreglar viejas rencillas y poco faltó para que llegaran a los golpes. Otras menos cruentas, como la escapada de Roberto Calasso en 2005. El sonriente italiano con sobrero de paja se acercó para darme dos besos y poner en mis manos un sobre con fotografías.

—Me voy a Vallarta

—Pero Roberto, la prensa te espera…

—Entrega estas fotos al corresponsal de El País… regreso en unos días.

 

Dos besos más ¡Ciao! La coordinadora de invitados quería sacarle los ojos a alguien por haberlo dejado ir, pero todos los que estábamos cerca corrimos a tiempo. Calasso no volteó atrás y ni siquiera aceleró el paso. Afortunadamente, regresó a tiempo para su conferencia magistral. Tomó el micrófono y alejó todo disgusto por su escapada: “El mayor logro al que puede aspirar un editor es que todos los libros que publique sean vistos como eslabones de una misma cadena o fragmentos de un solo libro, formado por todos los volúmenes publicados por esa editorial”, dijo. Después de su conferencia, ya sin sombrero de paja, volvió a despedirse ahora para escapar rumbo a Oaxaca.

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Un comando de editores y escritores catalanes y mexicanos salió del recinto ferial en busca de un espacio que les permitiera continuar su tertulia literaria imposible de terminar en los 50 minutos reglamentarios donde se empezó hablando de edición de libros, el descubrimiento de algunos grandes escritores y se acabó por dar repaso a la literatura contemporánea. El lugar elegido fue un bar de nombre El Gato Verde. Juan Villoro, Jorge Herralde, Jaume Vallcorba, Enrique Vila-Matas, Sergio González Rodríguez, Rosa Esther Juárez, Rossana Reguillo, Guadalupe Nettel, Emilio Chapela (el único que no es escritor) entre otros que abarrotamos el lugar, nada difícil porque era un sitio minúsculo que además, tenía un piano de cola. Ya de madrugada y luego de trasegar no pocas botellas de tequila y otras bebidas espirituosas, todos corrimos buscando espacio en los coches disponibles para llevarnos a nuestros respectivos hoteles. El más concurrido fue el auto de Chapela donde entramos, milagrosamente, casi todos menos los dos editores catalanes que al no encontrar acomodo se fueron con la prestigiada socióloga que nos acompañaba, al parecer emparentada con Fitipaldi por su forma de conducir. Villoro, sin apenas conocer al chofer en turno, ordenó “¡Siga a ese coche! Que ahí viene nuestro editor y tenemos que cuidarlo”. Chapela sonrió divertido y obedeció, aunque por momentos perdía al coche en cuestión. Vila Matas desesperó un poco “¿Los perdiste? ¡Ahí van! ¡Alcánzalos!” El conductor logró emparejarse con el otro coche y bromeó con Vila Matas “¿No quiere pasarse allá para cuidar a los editores, señor?” Enrique respondió “¡No! Porque… no conozco bien a la conductora… “Villoro completó “Pero sígalos, que nuestros próximos libros dependen de cómo llegue ese coche a su hotel”.

Después de un peligroso zigzagueo hacia la avenida de Las Rosas, todos resultamos ilesos, excepto de la resaca.

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Otro italiano, en otro año, llegó con juvenil desenfado a la FIL. Tan desenfadado que a pesar de la cantidad de gente que lo seguía para pedirle una firma, no necesitó guardaespaldas y en cambio se quedó en la memoria del público ofreciendo una nueva forma de leer un clásico: “En un pueblo vive Menelao, casado con la mujer más bella del mundo: Jennifer López. Un día llega un príncipe oriental hermoso, Orlando Bloom. Menelao, como es feo, se siente menos y se va. Cuando regresa, su mujer y el príncipe ya no están, así que le hace la guerra a Troya”. Un rato después de hacer aplaudir a rabiar a un público de más de trescientas personas con su particular adaptación de La Ilíada, Alessandro Baricco y yo salimos a sentarnos en una banqueta en la calle a fumar un cigarro y a charlar, mientras un grupo de guardaespaldas pasaba junto a nosotros cuidando la integridad de Jordi Rosado.

 

Paola Tinoco

Paola Tinoco (Ciudad de México, 1974) es escritora, editora y promotora literaria. Miembro del consejo editorial del periódico Reforma. Ha publicado cuentos, crónicas y entrevistas en Revista 1.9.2., Milenio Diario, 24 horas, Replicante, Playboy, la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Luvina, Revista DF por Travesias y es columnista de la revista Marvin. Compiladora de la antología de cuento latinoamericano De lengua me como un cuento (2009), publicada por Axial; la antología de cuentos de escritores regiomontanos Cuentos desde el cerro de la silla(2010), publicado por Anagrama y la Universidad Autónoma de Nuevo León, y Más de lo que te imaginas, cuentos perversos(2012) publicada por Cal y arena. Su primer libro de cuentos lo editó en Páginas de Espuma y lo tituló Oficios ejemplares.

Periplo es una sección dedicada a los diarios, crónicas, memorias relacionadas con viajes. La escritura, y la lectura, son de por sí viajes. No puede ser visto como algo  casual que la literatura pueda ser directamente metaforizada como un viaje. O que el viaje pueda ser interpretado como literatura. En el mundo actual, pese a los flujos constantes de información y lo voluble del presente virtual somos más sedentarios que nunca, y el viaje se ha investido como nunca de un aura lírica muy diferente a la de los tintes de aventura de todo trayecto en el pasado. Periplo puede albergar una vuelta alrededor del mundo o una vuelta alrededor de un cuarto. Pero, ya sea un viaje en metro o uno en avión, el lector se desplaza junto al autor línea tras línea del texto.
Personae es la sección que habla, como su nombre indica, de las máscaras, tanto las ajenas como la propia, porque todo texto autobiográfico está preñado de ficción y todos los textos ficcionales han brotado de las semillas de nuestra experiencia. Muchas veces la mejor máscara es la del rostro propio.