Para celebrar la publicación del segundo de los volúmenes de los Ensayos completos de Edgar Allan Poe que publica Páginas de Espuma y se pone a la venta mañana, compartimos aquí la primera de las aportaciones críticas de Poe en torno a los Cuentos contados dos veces de Nathaniel Hawthorne. El libro contiene una serie de textos interesantísimos que va configurando el primer corpus crítico digno de atención de la literatura estadounidense. Un libro fundamental para todos los interesados en la figura de Poe y la mejor literatura.
Nathaniel Hawthorne, Cuentos contados dos veces
Siempre hemos contemplado el cuento (usando esta palabra en su acepción popular) como el escenario que presenta a la prosa su mejor oportunidad para mostrar el más elevado de los talentos. Posee ventajas particulares que la novela no admite. Es, por supuesto, un terreno mucho más sofisticado que el del ensayo. Tiene incluso aspectos que lo hacen superior al poema. Un accidente nos ha privado, este mes, de nuestro acostumbrado espacio dedicado a las reseñas, y de ese modo se cortó de raíz el plan largamente acariciado de tratar este asunto en detalle, tomando el libro de Hawthorne como ejemplo. En mayo podremos llevar a cabo nuestra empresa. En el caso actual nos vemos obligados a ser breves.
Salvo alguna rara excepción, como el caso de las Historias de un viajero del señor Washington Irving y un puñado de obras semejantes, no podemos disfrutar de cuentos estadounidenses realmente meritorios. No poseemos composiciones realmente habilidosas, nada que soporte un examen como obra artística. De los disparates a los que llamamos escritura de cuentos tenemos, quizás, más que suficientes. Tenemos una sobreabundancia de efusiones a lo Rosa Matilda,[1] papeles de color rosa adornados con bordes dorados, una nutrida provisión de exaltados dilemas nostálgicos cargados de melodrama, un exceso nauseabundo de copias miniaturizadas de miserias de la vida, todo a imitación, aunque con la mitad de mérito, de los arenques holandeses y quesos azules de Van Tuyssel. ¡De cejemplos como estos estamos ya más que satisfechos!
Este libro de Hawthorne nos parece en primera instancia mal titulado por dos razones. En primer lugar no debería haberse llamado Cuentos contados dos veces, porque este es un título que no admite la repetición. Si en la primera edición que los recolecta ya están contados dos veces, por descontado ahora estarán contados tres veces. ¡Ojalá vivamos lo suficiente para que se lleguen a contar cien veces! En segundo lugar, estas composiciones no son, en absoluto, «cuentos». De la mayoría de ellos podría decirse que son más bien ensayos. Habría sido una sabia decisión por parte del autor haber modificado el título, para de ese modo haber incluido todos los textos en la referencia. Esto es algo que podría haberse enmendado con la mayor facilidad.
Pero sean cuales sean sus máculas, recibimos este libro con la bienvenida más cordial posible. No conocemos ninguna composición escrita por un compatriota que pueda compararse con algunos de estos artículos en sus más elevados méritos, o incluso en los inferiores, y al mismo tiempo no hay una sola pieza que pueda desmerecer en relación a lo mejor escrito por los ensayistas británicos.
«Un hilo de agua de la fuente del pueblo» que, a través de la naturaleza ad captandum de su título, ha llamado más la atención del público que ninguna otra de las composiciones del señor Hawthorne, es acaso, la menos meritoria. Entre las mejores, quizás debamos hacer una apresurada mención a «La hondonada de las tres colinas», «El velo negro del pastor», «Wakefield», «La catástrofe del Sr. Higginbotham», «La caja de dioramas de Fancy», «El experimento del doctor Heidegger», «David Swann», «El repique nupcial» y «La vieja dama blanca». Resulta destacable que todos estos textos, salvo una única excepción, estén recogidos en el primer volumen.
El estilo del señor Hawthorne es la pureza en sí misma. Su tono es singularmente efectivo: salvaje, quejumbroso, reflexivo y perfectamente adaptado a los temas que trata. Como mucho puede objetarse que acaso haya suficiente diversidad en estos temas por sí mismos, cuanto menos en su carácter. Su originalidad tanto en lo tocante a los hechos como a las reflexiones que originan es muy destacable, y solo por este detalle queda garantizado como mínimo nuestro más sincero reconocimiento y alabanza. Todo lo que estamos diciendo aquí se refiere sobre todo a los cuentos, los ensayos no son tan marcadamente novedosos. El conjunto amerita considerarlo como uno de los contados hombres de genio indiscutible a los cuales nuestro país ha visto nacer. Y, por eso, será un placer honrarle, y como quizás, en estas apresuradas y someras disquisiciones, sin ejemplos y sin explicaciones, podría parecer que le adulamos más de lo que es debido, posponemos el resto de los comentarios hasta encontrar una oportunidad más favorable.
Graham’s Magazine, abril 1842
[1] Primer seudónimo utilizado por la autora de novela gótica Charlotte Dacre.
exactamente un individuo,
por Rubén J. Triguero
nueva columna de Martín Cerda
adelanto del nuevo libro de
Javier Payeras
Antología de cosas pasajeras
por Javier Payeras
de Henry David Thoreau,
leído por Rubén J. Triguero