La publicación de este adelanto supone un momento histórico en la historia de esta revista, ¿por qué? Muy sencillo, es la primera vez que publicamos dos adelantos del mismo libro. Hace unos meses, en septiembre, colgábamos un adelanto con motivo de la edición original en Argentina de la mano de Entropía, y ahora vamos a hacer lo mismo (aunque no sean los mismos fragmentos) del libro aprovechando que se pone a la venta en España a través de Las Afueras. Es una autora que nos encanta, además nos cae bien, y dos editoriales amigas y encima excelentes. Lean cualquier cosa que haya salido de la mano de cualquiera de las tres referencias, háganos caso, que en otras cosas no, pero en esto somos gente seria. El libro estará a la venta este fin de semana ya en las librerías más afortunadas y el lunes que viene está marcado como día de puesta a la venta oficial en toda España.


Jueves 30 de abril

En este momento estoy en ninguna parte. Aunque hay una frase, estar en las nubes, que considera este lugar una residencia posible. Ahora que las tengo al lado y las observo desde hace doce horas, pienso que lo definido no es un espacio, sino una sensación del cuerpo. El estado etéreo y vaporoso, asimilable al aspecto de las nubes. Ser una nube debería decir la frase. Es una sugerencia que se me ocurre.

Dejo mis meditaciones porque se acerca el momento de llegar. Hay que ponerse el cinturón y sostenerse en el corcoveo del avión cuando abandona su zona de confort y baja.

Azorada por la costumbre de los argentinos de aplaudir en el aterrizaje. No entiendo ese modo de exteriorizar sus miedos y alegrías. No entiendo qué les transmite la idea de un destino. Mi incertidumbre no logra disiparse cuando las ruedas tocan tierra extranjera. Mientras espero que abran las compuertas para salir, chequeo la lista que hice en Buenos Aires.

 

Avión

Pasaporte + seguro médico

Check-in

Dirección en Berlín: Torstraße 114, 2º piso, departamento 12. Hartung (dueño)

100 euros

Un cartón de Gitanes Blondes

 

Diccionario mínimo

Hola, qué tal: Hallo, wie geht’s (Jaló, bi guets)

Por favor: Bitte (Bite)

Disculpas: Entschuldigung (Enshuldigung)

Chau: Tschüß (Chus)

 

Sábado 16, noche cerrada

Estamos durmiendo en un colchón inflable que está pinchado. Vino con el departamento y hay que mudarse o tolerarlo así como está. Cuando nos acostamos está a tope, nada parece anormal. Luego, en el transcurso de la noche, empieza la fuga de aire. Muy lentamente vamos transformándonos en dos ve cortas: al ser lo más pesado, la cadera es lo primero que llega al suelo. Las piernas y el tronco bajan más despacio, al ritmo lento de una exhalación. Cuando despertamos estamos directamente en el piso sobre algo que parece un lago que se evaporó.

 

Martes 19 de mayo

Está mal pero lo hago: un ejercicio permanente de inducción. Cualquier alemán es los alemanes. Cualquier buzo es los buzos. Cualquier salchicha es las salchichas. Cualquier inmigrante es los inmigrantes. Cualquier esquina es Berlín. Cualquier tarde es la primavera. Cualquier poeta es la poesía. ¿Cómo abandonar este vicio? Es el vicio del turista intenso. De todo querer hacer una definición.

 

Viernes 22 de mayo

Estamos por ir a la presentación de una antología de poetas latinoamericanos residentes en Berlín. Algunos de ellos participaron de la misma beca en la que estás vos y encontraron motivos para quedarse. Es en una casa particular y está organizada por un poeta ecuatoriano que vino a hacer su doctorado y debe querer fraternizar con el ambiente literario local.

Me puse una pollera de flores, botas y una campera de cuero que me compré ayer en H&M. No estoy especialmente arreglada. Es nuestra salida nocturna número uno. Mientras me pinto los labios, pasás por detrás de mí y decís algo así como «ah, bueno». Es una manera muy retorcida de expresar que estoy linda, casi invierte el significado de la frase. Pareciera que hubieras dicho: «¿Por qué te arreglaste tanto?». O: «¿Adónde pensás que vamos?». Me saqué el rouge con bronca y tiré el papel al inodoro. Lo miré un segundo como si fuera un jirón de sangre en el agua, sin saber contra quién hacía eso, si contra mí, contra vos, contra la poesía.

Dejo esto porque ya salimos.

 

Sábado 23 de mayo, mañana

Escribo lo de anoche. Viajamos en U-Bahn y bajamos en un barrio residencial. No había nadie en la avenida Kurfürstendamm; atravesamos sobrios edificios y casas de estilo con jardines en el frente. Por todas partes reinaba el silencio. Identifiqué tiendas de alta costura con vidrieras extravagantes, pero ibas tan rápido que por seguirte no alcancé a ver nada. Caminamos en silencio diez minutos hasta llegar a la dirección que tenías anotada en la mano. Alguien dijo después que ese era el barrio donde habían vivido David Bowie y su amigo Iggy Pop a fines de los setenta.

Como era de esperar, el departamento deslumbraba. Pisos de pinotea y techos altísimos con molduras serpenteantes, en cada cuarto una lámpara con caireles como copos de nieve. Habían despejado el living para la lectura, sólo quedaba un grupo de sillas de madera en forma de platea. A un costado se adivinaba el estudio, con bibliotecas de piso a techo. Quedé sentada al lado de un niño de pelo casi blanco, muy tranquilo, que comía confites. Los sacaba de a uno, eligiendo el color, los miraba y se los metía en la boca. Era el único que parecía estar disfrutando. De la lectura participaban cuatro poetas de Bolivia, Perú, Chile y Guatemala, cuyos nombres no logré retener. Cerré los ojos para escuchar mejor. Sus versos eran impactantes, escritos con palabras nobles, como forjadas en bronce. Como si para impresionar a los locales hubiera que decir cosas de peso.

Bergen era el único germano de la lectura. Cuando le tocó hacer su intervención dijo que quería ver cómo sonaban sus palabras en el aire. Luego actuó ese deseo de manera literal. Ató su libro, de reciente edición, con una soga fina. Lo revoleó por encima de su cabeza. Solté una carcajada y creo que no te gustó. Por un momento el niño suspendió los confites para ver qué estaba pasando.

Apenas un rato después Bergen había perdido toda compostura y hablaba a los gritos con vos y los demás poetas. No supe de qué trataban sus poemas. Todos lanzaban risas sonoras, graves, de aprobación, fraternidad entre becarios de ayer y hoy. Escuché un poco las conversaciones sin lograr conectar con ninguna. Vos tampoco hiciste ningún esfuerzo por integrarme, al punto de darme ligeramente la espalda.

Me fui a caminar por la casa con una copa de vino blanco en la mano. Husmeé los lomos de los libros en la enorme biblioteca. Me sorprendió encontrar algunos libritos de argentinos. También Heine, Novalis, Brecht. Pensé en robarme alguno pero lo descarté; por mi actitud altanera, iba a ser la principal sospechosa.

 

Fotografía de Catalina Bartolomé.

Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980) es periodista cultural y curadora en artes escénicas. Ha publicado textos breves de narrativa, una novela en colaboración y poesía. Su libro El trabajo de los ojos (Editorial Entropía, 2018) fue publicado en Chile (Lecturas ediciones) y en España (Las afueras). Dirigió junto a Laura Citarella el film Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2019).