El viaje lo guardo en mi memoria visto desde arriba, en perspectiva axonométrica por lo menos: salimos de noche de Madrid y cuando me di cuenta cruzábamos el estrecho de Florida, los manglares de Miami a la derecha, el último jirón de la isla de Fidel a la izquierda. Rápido llegaron la península de Yucatán, con su promesa de ruinas mayas, el golfo de México, el nuevo continente velado por un espeso mar de nubes blancas del que sobresalían los dos inmensos conos volcánicos del Popocatépetl y del Pico de Orizaba. Impresionante. Pero todavía resulta más memorable el regreso: abandonar México por Tampico, atravesar el golfo en un pis-pas y contemplar fascinado el grandioso delta del Mississippi, con Nueva Orleans recogiendo todavía los restos del Katrina; cruzar como una exhalación Alabama y Georgia, las dos Carolinas y Virginia, para admirar la luz de atardecida sobre Baltimore y sobre Filadelfia y luego la noche de Nueva York, la superficie neta de Manhattan con un bocado de impetuosa luz blanca donde antes estuvieron las torres del World Trade Center. Entristecido contemplaré ya las luces de Boston, la frontera con Canadá, las costas de Nueva Escocia, Halifax tenuemente iluminada, y el sueño me ganará sobrevolando Terranova, antes de cruzar el Atlántico Norte, para despertar a punto de ver las luces de Santiago. Nunca antes había penetrado a España por su frente celta…
Y no estuve recorriendo un mapa con el dedo tembloroso, como cuando niño; todo estuvo allá abajo, en relieve, de verdad. De haber fallado los motores del avión, podríamos haber caído encima de cualquier sitio, sobre un iceberg a la deriva, por ejemplo, y hundirlo. Docenas de escritores andaluces y de gentes del flamenco pueden con eso y mucho más, me parece.
Ah, y en Guadalajara participamos en la FIL. Unos más que otros, claro.

Hay muchos escritores por ahí sueltos, pero ninguno se parece a Poli, más conocido a efectos profesionales como Hipólito G. Navarro (Huelva, 1961). Sus primeros libros de cuentos se recogieron en Los últimos percances (2005), y acaba de publicar en Páginas de espuma La vuelta al día (2016). Además tiene publicada una novela tan complicada de encontrar como desopilante: Las medusas de Niza (2000). Ha convertido la risa en un asunto muy serio, o quizás es que lo más inteligente que puede hacerse con este mundo descacharrado es reírse de él.
Periplo es una sección dedicada a los diarios, crónicas, memorias relacionadas con viajes. La escritura, y la lectura, son de por sí viajes. No puede ser visto como algo casual que la literatura pueda ser directamente metaforizada como un viaje. O que el viaje pueda ser interpretado como literatura. En el mundo actual, pese a los flujos constantes de información y lo voluble del presente virtual somos más sedentarios que nunca, y el viaje se ha investido como nunca de un aura lírica muy diferente a la de los tintes de aventura de todo trayecto en el pasado. Periplo puede albergar una vuelta alrededor del mundo o una vuelta alrededor de un cuarto. Pero, ya sea un viaje en metro o uno en avión, el lector se desplaza junto al autor línea tras línea del texto.
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