Compartimos con nuestros lectores la crítica y posterior entrevista que nuestro colaborador Antonio Báez hace de Die Zweisamkeit (Ápeiron Ediciones, 2022), de Francisco Hermoso de Mendoza (Logroño, 1975), responsable del blog literario Devaneos y también autor de la novela Muerto de risa (Ápeiron, 2021).
“Die Zweisamkeit viene a ser como dos personas que comparten su soledad en pareja y en ella encuentran un refugio común” se dice en la página 213 de la novela titulada Die Zweisamkeit, escrita por Francisco Hermoso de Mendoza, lo que de entrada nos parece una declaración de intenciones: riesgo, distanciamiento, camuflaje.
Die Zweisamkeit es una novela, espero que no suene raro, llena de escritura, en ella hay personajes, escenarios, acontecimientos, desde luego, pero esta novela, insistimos, es, más que otra cosa, escritura: todo lo que transcurre por sus páginas es su resultado, la literatura entendida como referente de la literatura, ajena a lo que podríamos llamar “el mundo real”, al que por otra parte tampoco renuncia; sin embargo, con la conciencia de que en un libro no hay otro mundo que el que creado por las palabras, por su sintaxis. El Autor se multiplica en sus personajes, en sus ocurrencias, en las historias que crean dentro de su libro otros autores, en la literatura consumida y pulverizada sobre los demás, en sus compañeros de la oficina. El Autor no tiene por qué ser la persona que escribe, sino la destilación de todo ese proceso conflictivo de identificaciones entre narrador, escritor, autor, lector, tan complejo de desambiguar, tan interesante en las confusiones. Escribir dentro de la escritura y buscar marcos en los que insertar más escrituras. Die Zweisamkeit se alimenta de las escrituras de muchos autores relativamente fáciles de rastrear, porque Francisco Hermoso de Mendoza nos da bastantes pistas, y se alimenta también de su propia carne literaria, de la hoja que se va llenando con una sintaxis juguetona, variada, humorística.
Yes we can, ladra Stalin sin perder un detalle (pág. 101). Alguien que escribe esto tiene mucha coña.
Primera parte. Estamos en la ciudad de Logroño, asistimos a las peripecias de unos oficinistas compañeros del Autor, que ya ha publicado un libro, celebrado en la intimidad del hogar, aunque este acontecimiento trae su conflicto consigo, la sensación de impostura, la desavenencia matrimonial, la invisibilidad de lo publicado, ese espejo de exigencia y sacrificio en el altar de la literatura en el que el Autor se mira, Kafka, la separación matrimonial, la repercusión en las hijas, episodios narrados de un modo tangencial, indirecto, hitos sobre los que se erige el pilar o la columna de escritura de los diferentes capítulos. Es más importante lo que se escribe que sobre lo que se escribe.
Me ha parecido la zona más interesante del libro, una apuesta arriesgada, en la estela de autores como Tavares o Luis Rodríguez, con una escritura exigente, divertida, llena de guiños, humor y parodias.
Segunda parte. Alguien (podría ser el Autor, no se dice o no queda claro o no se quiere que quede claro o el lector no se termina de enterar) ha vuelto al pueblo abandonado de sus padres, a los que recuerda, lee la Biblia, aparece un excursionista, siente que pierde la cabeza, echa mano de sus recuerdos, el excursionista se asienta en el pueblo, historia de amistad y compañía, lectura de un texto en voz alta, una nueva historia, la de Klaus y su periplo viajero.
Para mí se pierde la fuerza de la primera parte con la incorporación de estos nuevos episodios, que actúan como digresiones y que me ha costado encajar como lector en el cuerpo de lo que ya entendía que era lo principal, aunque algunos por sí mismos son muy potentes.
Y tercera parte. Unas quince líneas muy elípticas a las que les aplico mi propia exégesis: ¿Leen los hijos las novelas de sus padres? ¿Encontrarán en ellas alguna clave para entender sus vidas?
¿Qué paradoja, no? La literatura, que fundamentalmente está hecha de literatura, más que de vida, para explicar la vida.
En definitiva, esta segunda novela de Francisco Hermoso de Mendoza, que se había estrenado con Muerto de risa en 2021, donde ya se anticipaban sus modelos narrativos, transita los caminos de una escritura exigente con la atención del lector, muy interesante en la indagación de esos caminos de la elipsis, la distancia, el humor, las referencias librescas y culturales, la fragmentación y lo tangencial.
Entrevista
¿Por qué un título tan difícil para el mercado de la literatura en español?
Leí Manual de escapología de Antonio Pau y cuando leí ese término alemán me cautivó. La deriva de la novela me hizo incidir en el mismo como título principal. Sé que un título así es una peregrinada, pero no me preocupa, porque las escasísimas ventas del libro no creo que puedan verse afectadas por el mismo. A fin de facilitar las cosas al posible comprador, en el blog puede este encontrar la perfecta pronunciación del título, por si se decide a comprarlo en una librería.
¿Cuáles son los modelos y referencias de tu escritura?
He leído mucho y tengo muchos referentes literarios en la cabeza, pero a la hora de escribir sigo mi propio instinto. Las comparaciones con Tavares o Luis Rodríguez son desmesuradas, pero son dos autores que venero. Si me gustaría que después de leer mis libros alguien pensara que son un modesto homenaje a la LITERATURA.
Lector, responsable del blog literario Devaneos y escritor. ¿Cómo se relacionan estas tres facetas tuyas?
Me ha resultado muy curioso pasar de enjuiciar libros ajenos, el llevar década y media haciendo públicas mis lecturas, a producir mi propia obra. A día de hoy me considero un lector que ocasionalmente escribe.
Referencias a Kafka, a Tavares, pero también a Ana Belén cantando a Aute. Títulos de películas y de libros para nombrar calles, entiendo que son homenajes y que también forman parte de la vivencia de nuestro consumo cultural, pero ¿no tienes miedo a que hipertrofien tu propia escritura?
Soy consciente de la cantidad de referencias literarias, cinéfilas, musicales, pictóricas que pueblan mis textos y los pros y los contras que esto supone para el lector. De cara a evitar esta hiperatrofia, en mis siguientes textos, que serán unos relatos, si ven la luz, dejarán de lado lo referencial.
¿Cuánto corriges, cuánto escribes?
Corrijo mucho, no tanto como Monterroso, pero es lo que más disfruto: el momento de la escritura y el continuo corregir, ese ir afinando el texto.
¿Qué importancia le das al humor en tus textos?
Hay que hacer el humor a diario. Necesito que mis escritos provoquen una carcajada o cuando menos una sonrisa. El humor es el cedazo por el que la realidad nos resulta asumible.
¿Planificas antes de ponerte a escribir?
No. Los textos van creciendo y luego llega el encaje. Hay un riesgo y es que en esta última novela las dos partes queden descompensadas o que la desorientación para el lector, al abordar la segunda parte, no le sea plato de buen gusto.
¿Cómo trabajas el material autobiográfico?
Me gusta incorporar cosas de mi propia vida, como lo que supone la publicación de una primera novela y cómo lo vive el Autor que en su sentir es mi alter ego.
¿Qué manías o hábitos de escritura tienes?
Trato de registrar los instantes en los que sobreviene un pensamiento, una reflexión, o un microrrelato. Esto puede ocurrir viendo una película, leyendo un libro, escuchando una canción, mirando un cuadro, en una conferencia o en una conversación. O fruto de la observación. Notas que luego pueden formar parte del texto final.
¿Publicar un libro es hacerlo desaparecer?
Sí, es conducirlo a su invisibilidad como escribió César.
Antonio Báez (Antequera, 1964) ha participado en diversas antologías de microcuento y relato breve y ha publicado los libros La memoria del gintonic, Griego para perros y su título más reciente es La magia de los días, publicado por la editorial Talentura.
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